TRIBUNA LIBRE

Arturo Barea sobre Unamuno

El creador de 'La forja de un rebelde' tenía un gran interés por Unamuno, a quien dedicó un ensayo de próxima publicación

El escritor Arturo Barea junto a su perro 'Mickey' en su casa de Inglatera.
El escritor Arturo Barea junto a su perro 'Mickey' en su casa de Inglatera.

Parece extraño que Arturo Barea (1897-1957), conocido ante todo por su trilogía La forja de un rebelde, tuviera interés en Miguel de Unamuno (1864-1936). Cuando estalló la Guerra Civil en julio de 1936, Barea, hijo de una lavandera y autodidacta (dejó las Escuelas Pías en Lavapiés con 13 años), apoyaba la causa republicana — y la defendió desde su puesto en la Oficina de Censura de Prensa Extranjera del Ministerio de Estado —, mientras el filósofo, catedrático de Griego en la Universidad de Salamanca con sólo 27 años, se proclamaba partidario del golpe militar de Franco y, por ello, fue destituido como rector de la Universidad de Salamanca por el Gobierno republicano.

Unamuno había sido miembro del Partido Socialista de Pablo Iglesias, combatiente contra la dictablanda de Primo de Rivera e inicialmente en favor de la República. Fue repuesto en el cargo de rector por los sublevados, convirtiéndose en blanco del odio de la República. Luego, su mítico discurso en el Paraninfo de Salamanca el 12 de octubre de 1936, cuando se enfrentó al general José Millán Astray, representó un nuevo cambio en la posición de Unamuno, y Franco le destituyó como rector.

Barea se exilió en Inglaterra en marzo de 1938, 15 meses después de la muerte de Unamuno, y nunca regresó a España. Unamuno adquirió cierta simpatía e influencia entre los exiliados españoles por varias razones, incluyendo su propio exilio en la década de los años veinte y su honesta independencia intelectual, y era bastante popular entre los intelectuales británicos. Del sentimiento trágico de la vida se publicó en inglés en 1921, con una introducción de Salvador de Madariaga.

En 1951, el profesor Erich Heller, editor de una serie de ensayos publicada por Bowes & Bowes en Cambridge, ofreció a Barea la elección entre Ortega y Gasset y Unamuno. Barea no dudó en elegir a Unamuno, y escribió el ensayo en colaboración con su mujer austriaca Ilsa, quien también lo tradujo al inglés. Se publicó en Inglaterra en 1952 y en Argentina en 1959, dos años después de la muerte de Barea, y quedo inédito para el público español hasta este mes.

Barea no sentía hacia Ortega y Gasset la afinidad que le ataba al “agonista” Unamuno. No soportaba las teorías conservadoras de Ortega y Gasset de cómo España podría salvarse gracias a las élites intelectuales. Consideró la lucha de Unamuno por una nueva España como una iniciativa mucho más honesta y democrática. Según Ilsa, a Barea le apasionaba hablar sobre Unamuno. Admiraba su valentía moral e integridad moral. En su ensayo Lorca, el poeta y su pueblo, publicado en inglés en 1944 (editado en España en 2018), Barea había dedicado unos párrafos profundamente sentidos sobre Del sentimiento trágico de la vida. “La tragedia de Unamuno era que tenía que protestar contra tener que morir, a sabiendas de que la aniquilación de su existencia llegaría implacablemente”, escribió. Para Barea, tanto Lorca como Unamuno, a diferencia de él, tenían una sensibilidad religiosa, pero sin la capacidad de creer en la vida después de la muerte.

Además, fue Ilsa quien tradujo el relato de Luis Portillo, otro republicano exiliado en Inglaterra y profesor auxiliar de Derecho Civil en Salamanca, sobre el enfrentamiento épico entre Unamuno y Millán Astray, publicado en 1941 en la revista Horizon, editada por Cyril Connolly. Astray encarnaba la reacción para Barea y, junto con Franco, es la figura prominentemente en La ruta, el segundo libro de La forja. El relato de Portillo sobre el acto del Paraninfo, al que no asistió, con el grito: “¡Muera la inteligencia!” y la réplica de Unamuno: “Venceréis, pero no convenceréis”, fue tomado por generaciones de españoles por una crónica veraz, y no era exactamente así, como demostraron Colette y Jean-Claude Rabaté, considerados los mayores expertos sobre Unamuno, en su libro En el torbellino. Unamuno en la Guerra Civil (Marcial Pons), publicado en 2018.

El ensayo de Barea es una reflexión general en poco más de 100 páginas acerca de la dimensión filosófica y religiosa de casi todas las obras principales de Unamuno, salvo Vida de Don Quijote y Sancho y La agonía del cristianismo, aunque para Barea son dos de sus mejores libros. Trata de Unamuno y el problema nacional (el conflicto entre la tradición española y la apertura hacia Europa), del sentimiento trágico de la vida, que Barea define como el deseo de la inmortalidad en conflicto con la creencia racional de que esta no existe, y del poeta en Unamuno, donde explica la ambición del filósofo de ser un gran escritor en prosa y en verso y su comprensión de que sólo tenía talento poético menor.

Adentrándose en el mundo espiritual de Unamuno, Barea se identificaba más y más con la rabia del filósofo. “No hay español pensante que no haya sentido, voluntaria e involuntariamente, la influencia del pensamiento aguijoneante, estimulante, irritante y humillante de Miguel de Unamuno”, concluyó.

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Autor: Arturo Barea
Traductor: Emir Rodríguez Monegal
Editorial: Espasa (A la venta el 17 de marzo)
Formato: 136 páginas. 19.90 euros


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William Chislett, escritor, fue comisario de la exposición sobre Arturo Barea en el Instituto Cervantes en Madrid en 2018. Es autor del prefacio del libro de Arturo Barea ‘Unamuno’.

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