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Crítica | Sinónimos
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Reto anómalo

Navad Lapid ha compuesto un (no) relato extraño, inclasificable y, en muchos momentos, fascinante

Tom Mercier, en 'Sinónimos'. En vídeo, un avance de la película.
Javier Ocaña

En una época como la actual de no solo preponderancia sino casi tiranía de las películas narrativas, de estructura aristotélica, convencional presentación de personajes, tramas meridianas y desenlaces más o menos comprensibles, la presencia en los cines de una obra como la francoisraelí Sinónimos se convierte en una bendita anomalía. Eso sí, solo apta para valientes, para amantes del simbolismo y del lenguaje cinematográfico alejado de lo usual. Navad Lapid, que presentó su película en el Festival de Berlín, donde ganó el Oso de Oro y el premio de la crítica internacional, ha compuesto un (no) relato extraño, inclasificable y, en muchos momentos, fascinante.

SINÓNIMOS

Dirección: Navad Lapid.

Intérpretes: Tom Mercier, Quentin Dolmaire, Louise Chevillotte, Uria Hayik.

Género: drama. Israel, 2019.

Duración: 123 minutos.

El director de la estupenda, aunque bastante más ordinaria en su narrativa, La profesora de parvulario, comienza su trabajo de un modo tan chocante que cuesta entender de qué va. Inmigración, lenguaje, adaptación, integración, asimilación y olvido son palabras que se van colando por unas situaciones insólitas protagonizadas por unos personajes estereotipados que nunca se comunican mediante diálogos verosímiles. Un inmigrante israelí, el rol más ambiguo: un exsoldado del que se tarda en averiguar si es un refugiado o un espía, un ejemplar cargado de lucidez o un peligroso demente. Un pijo diletante francés al que “educaron en el aburrimiento”. Y una chica lánguida, sensual e intelectual.

Lavad sabe utilizar la gama de colores en forma de despliegue visual y artístico (¡ese abrigo ocre, anclado al protagonista!). Sabe mover la cámara con la convicción y el riesgo de la extrañeza, con brusquedad incluso, con sentido de la metáfora basada en el montaje, y ahí el último plano y su radical corte a negro es el gran paradigma. Y sabe manejar las músicas para impulsar las emociones, con temas radicalmente opuestos: el concierto para violonchelo de Edward Elgar; la feliz Here Comes the Girls, del excéntrico Ernie K-Doe; la hortera, catequista y eurovisiva Aleluya. En variados instantes, parece una obra pensada por Alain Resnais y filmada por Jean-Luc Godard.

En Sinónimos, de corte autobiográfico, se duda de la grandeza francesa como lugar para el refugio de la libertad, la igualdad y la fraternidad mientras se machaca al gobierno israelí. Película social y política no apta para espectadores perezosos, puede ser una fiesta o una tortura. En todo caso, un reto inolvidable.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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