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¿Por qué arrió la bandera el marino Pedro Mesía de la Cerda?

El cuadro retirado del Museo Naval donde se recuerda la derrota del ‘Glorioso’ detalla que su comandante se rindió porque ya no le quedaban balas y tenía 33 muertos y 150 heridos

'El último combate del 'Glorioso' (2014), de Augusto Ferrer-Dalmau.
'El último combate del 'Glorioso' (2014), de Augusto Ferrer-Dalmau.
Vicente G. Olaya

La retirada del cuadro El último combate del Glorioso, de Augusto Ferrer-Dalmau, del Museo Naval ha levantado una enorme marejada en las redes sociales después de que el académico Arturo Pérez-Reverte denunciase su descuelgue. Los amantes de la historia de España se han dividido ante la decisión de las autoridades museísticas de sacar de la exposición permanente la obra y transportarla a un despacho del Ministerio de Defensa, porque mostraba una derrota: la rendición y arriado de la bandera del Glorioso, el barco que comandaba Pedro Mesía de la Cerda, ante una fuerza muy superior. Luchó a muerte frente a seis barcos ingleses, en una desproporción de 250 cañones contra 70 españoles.

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El museo, según anunciaron el miércoles sus responsables, decidió retirar la obra de Ferrer-Dalmau y colocar en su lugar otra en la que el comandante Mesía de la Cerda destroza un barco enemigo. El almirante Juan Rodríguez Garat, del Instituto de Historia y Cultura Naval, lo justificó explicando que a Mesía le habría agradado más así.

Pero, ¿por qué se rindió alguien que aterrorizaba, hundía y ponía en fuga a las flotas enemigas durante décadas? Este cordobés había entrado en la Armada en 1717 y combatió desde muy joven en Cerdeña y Sicilia, donde fue hecho prisionero, según relata el comandante Carlos Martínez-Valverde y Martínez, en la página Todoababor.com.

En 1719, ya liberado, combatió contra tres navíos británicos a los que hizo huir. A partir de 1726, se dedicó a apresar naves enemigas, de cinco en cinco. En 1745, tomó el mando del Glorioso. En Azores, volviendo de América, tuvo el primer enfrentamiento con la fragata inglesa Lark —a la que desmanteló— y después a otros tres barcos más de la misma nacionalidad. Eso no le impidió desembarcar su preciada carga en Corcubión (A Coruña) y dirigirse luego a la base de Cádiz.

Detalle de 'El último combate del 'Glorioso', con el barco español a la izquierda, obra de Ferrer-Dalmau.
Detalle de 'El último combate del 'Glorioso', con el barco español a la izquierda, obra de Ferrer-Dalmau.

“Pero en las inmediaciones del cabo de San Vicente fue atacado por las fragatas corsarias King George y Prince Frederick, a las cuales se enfrentó causándoles grandes destrozos; además, obligó a huir a diez bajeles, uno de los cuales, armado con cincuenta cañones, se hundió; no obstante, el 19 de octubre hubo de rendirse al agotársele las municiones. En el momento de la captura, Mesía estaba herido, al igual que ciento treinta hombres de su tripulación y otros 33 habían perdido la vida.”, explica la Real Academia de la Historia.

Ferrer-Dalmau declaró a EL PAÍS cuando el cuadro fue llevado al Museo Naval que “los ingleses no se atrevieron a abordar el barco. ¡Cualquiera lo hacía dado su comandante!”. El artista, que se documenta profusamente antes de iniciar una obra, siempre ha mantenido que el cuadro retirado representaba “la Numancia del mar, el Último de Filipinas, el Séptimo de Caballería, la guerra de los caballeros…”.

Cuenta el premio Pulitzer Larrie D. Ferrero, en su libro Hermanos de Armas, donde relata la ayuda española en la Guerra de la Independencia de Estados Unidos, que los ingleses, solo cuando se quedaban sin munición, en vez de sacrificar a los soldados, se rendían ante las fuerzas españolas. No se consideraba un deshonor, sobre todo porque los hombres podían servir para próximas batallas.

De hecho, algo así tuvieron que entender los responsables políticos y militares del siglo XVIII, porque Mesía de la Cerda fue ascendido a jefe de escuadra tras la derrota y en 1750 tomó el mando de una fuerza naval del Mediterráneo. Posteriormente, fue nombrado teniente general y consejero Supremo de la Guerra, virrey y capitán general de Nueva Granada. Según la Academia de la Historia, murió a los 83 años y "su gestión como virrey fue calificada como la de un magistrado ecuánime y preocupado por el adelanto del virreinato”.

Al actual rey de España, Felipe VI, no le debe de desagradar su figura porque en 2014 presentó el cuadro de Ferrer-Dalmau en el Naval, que recuerda la derrota del Glorioso después de cumplir la misión de entregar su cargamento de Las Indias y de mandar al fondo del mar a un montón de barcos enemigos. Ahora, en cambio, el marino cordobés solo aparecerá triunfante hundiendo al inglés Darmouth en las paredes del museo mientras partidarios de uno otro bando se lanzan andanadas dialécticas navegando por las redes.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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