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El lado amable del sistema judicial estadounidense

El director español Antonio Méndez Esparza muestra en ‘Courtroom 3H’ el día a día de un tribunal de familia en Florida

Imagen de 'Courtroom 3H', con uno de los padres de familia y su abogada de oficio.
Gregorio Belinchón

Cuando estaba rodando su segundo largometraje, La vida y nada más, que en 2017 ganó en el festival de San Sebastián el premio de la crítica internacional, Antonio Méndez Esparza descubrió un tribunal muy especial del condado de León en Tallahassee (Florida), la ciudad en la que el español reside y da clase: el juzgado de dependencia. “Fue una sorpresa”, recuerda de aquel tribunal. “Acostumbrado a la imagen de los juzgados estadounidenses que tenemos, en los que solo ganan quienes tienen más dinero, y que parece destinado a deglutir personas, me encontré, a través de mi investigación de problemas juveniles, con una corte más pensada en la rehabilitación, en intentar que las familias puedan salir adelante. En La vida y nada más se mostraba la posibilidad de que siendo un chaval te juzguen y condenen como un adulto. Pero a través del juzgado de menores llegué a este tribunal de dependencia, una corte muy especial, que puede recordar en su apuesta rehabilitadora al sistema español”, explica Méndez Esparza (Madrid, 44 años). Por eso decidió centrar su tercer largo -que concursa hoy en el Zinemaldia- en esa sala, que cada año afronta unos 200 casos. Tras solicitar los permisos pertinentes, entró con dos cámaras los pasados meses de noviembre y diciembre a ver qué pasaba.

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Y pasaron cosas. Courtroom 3H -nombre de la sala que ocupa dentro del palacio de justicia- se divide en dos partes: las vistas orales (se muestran varias de ellas) y los juicios, de los que se resumen dos: uno que incluye curiosas vicisitudes internacionales y otro que Méndez Esparza filmó el último día y que acaba de una forma increíblemente redonda. “Fue una cuestión de absoluta suerte, tanta que decidimos no volver en enero cuando nos planteamos si seguir uno de los casos de las vistas orales”, recuerda. Dentro de la sala, un juez que parece reconvertido en un padre bondadoso, capaz incluso de levantar el ánimo a quienes, por ejemplo, renuncian a la patria potestad de sus vástagos para que los eduque el Estado o sean adoptados, unos abogados de oficio (no hay más de una docena, asegura el director) que se dejan la piel en cada caso. La materia juzgada es dolorosa: niños sobre los que se decide su futuro, custodias disputadas entre parejas destrozadas, familias de acogida que se vuelcan en sacar adelante a esos críos. “Me llamó la atención el esfuerzo de todas las partes por colaborar, aunque a veces no acierten. De hecho, el individuo está en una posición curiosa porque tiene que cumplir con lo que le ordenan para poder acceder al siguiente nivel”, y lo pone en comparación con otros juzgados para adultos en Florida, donde en algunos ni siquiera comparecen los acusados, que conectan por videoconferencia desde la cárcel. “No ves a la persona, es frío. Aquí la corte aún lucha por la humanidad”.

El juez Jonathan Sjostrom.
El juez Jonathan Sjostrom.

Este tribunal de dependencia está presente en varios Estados, aunque no en todos: “Supone muchos gastos porque entran en juego los servicios sociales”. En la película no se ve, pero en Florida hay otro tribunal destinado a la custodia de bebés, y dirime muchísimos menos casos. “En general, es un programa nuevo”. Desde arriba del estrado, habla y escucha un juez con 16 años dedicados a estos procesos, Jonathan Sjostrom. “Él de hecho es el jefe de los jueces de Tallahassee, y me contó que al principio era mucho más estricto. Con los años enterneció. Decidí no entrevistarle porque no quería que nadie me explicara, bueno, ni a mí ni al público, qué importaba y qué no. Me gustaba la idea de irlo descubriendo según avanza el metraje”, subraya el ganador de la Semana de la Crítica en Cannes con Aquí y allá (2012). Los hechos, las frases y las decisiones de Sjostrom ya dibujan suficientes pistas en Courtroom 3H, que se estrena comercialmente este viernes en España.

Antonio Méndez Esparza, en la presentación de 'Courtroom 3H'.
Antonio Méndez Esparza, en la presentación de 'Courtroom 3H'.ANDER GILLENEA (AFP)

Con dos cámaras y un equipo que intentó no molestar durante su filmación, Méndez Esparza avanzó para descubrir la película que nacía. De repente, encontró un eco añadido en su propia vida: “Me estaba separando, estábamos dirimiendo la custodia, y entonces lo que veía me hizo reflexionar sobre mis fallos como padre. Acabé colocándome en muchas posiciones, en la de juez, en la de los padres, visualizando cómo las apariencias prejuzgan, cómo a veces te olvidas de los hechos. Y aquí, con niños, debes de ser extremadamente cuidadoso en tus percepciones". Tras un suspiro, acaba: “Me sentí extraño, con una brutal vulnerabilidad, y me ha hecho profundizar en mi rol como padre”.

Acabado el rodaje, Méndez Esparza se enfrentó a los posibles conflictos legales de esa grabación. “Por suerte, el juez recordaba a cada filmado que es una audiencia pública, que podíamos estar allí. Sí hemos pixelado los rostros de los niños”. ¿Y ahora? “Pues con suerte, estamos trabajando en ello, rodaré la adaptación de un libro increíble de Juan José Millás, Que nadie duerma. Va muy rápido... para cómo es mi velocidad profesional".

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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