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Fallece a los 79 años la actriz Anna Karina, icono de la Nouvelle Vague

La intérprete protagonizó siete películas de Jean-Luc Godard tras ser descubierta por el director en una campaña de publicidad

Anna Karina, en el rodaje de 'Pierrot, el loco', de Jean-Luc Godard, en 1965.
Anna Karina, en el rodaje de 'Pierrot, el loco', de Jean-Luc Godard, en 1965.Jacques Haillot (Sygma via Getty Images)
Álex Vicente

La actriz Anna Karina, una de las principales caras de la Nouvelle Vague que sacudió el cine francés en los sesenta, falleció este sábado en París a los 79 años, a consecuencia de un cáncer. Con su muerte termina una década que habrá visto desaparecer a casi todos los protagonistas de esa revolución fílmica, como Claude Chabrol, Éric Rohmer, Jacques Rivette y Agnès Varda. El único superviviente se llama Jean-Luc Godard, con quien la actriz rodó siete películas y vivió una historia de amor, breve pero intensa, que dejaría una marca indeleble en la sensibilidad estética de la época y tendría una influencia profunda en el cine de las décadas posteriores.

Nacida en 1940 en Solbjerg, en las afueras de la ciudad danesa de Aarhus, Karina llegó a París en autoestop a finales de los cincuenta, huyendo de una infancia en la pobreza y a los abusos de un padrastro violento. No tardó en encontrar trabajo como modelo. Coincidió entonces con Coco Chanel, ya de capa caída, que la rebautizó con ese nombre vagamente tolstoiano al considerar que el que figuraba en su partida de nacimiento, Hanne Karin Bayer, no le hacía ningún favor. Godard descubrió su rostro en un anuncio de jabón y le propuso un pequeño papel en su debut en el largometraje, Al final de la escapada. La joven actriz lo rechazó “porque no quería enseñar los pechos en pantalla”, según recordaba en una entrevista con este diario a finales de 2017.

Godard no se dio por vencido. Ocho meses después, el director le ofreció el papel protagonista de El soldadito, película sobre la guerra de Argelia que la censura gaullista prohibió durante dos años. Lo mismo sucedería con su siguiente película, una adaptación de La religiosa de Diderot a las órdenes de Rivette. La actriz se casó con Godard en 1961, embarazada de un hijo que terminaría perdiendo. Fue el inicio de una colaboración de la que surgirían películas que marcaron una época, como Una mujer es una mujer –con la que Karina ganó el premio de interpretación en la Berlinale de 1962–, Vivir su vida, Banda aparte, Lemmy contra Alphaville o Pierrot, el loco. Más que una musa pasiva, Karina fue uno de los artífices de ese paso abrupto a la modernidad en el cine. La dotó de una mirada de película muda, de un flequillo que rozaba sus párpados y de un acento danés que con los años limó hasta que se volvió casi imperceptible.

Tráiler del documental 'Anna Karina souviens-toi'.

Su matrimonio con Godard duró solo cuatro años. “Fue una relación extraordinaria, pero era imposible vivir con él. Quería que me pasara la vida esperándole en casa”, relató. La actriz empezó a trabajar entonces con grandes cineastas como George Cukor (Justine), Luchino Visconti (El extranjero), R. W. Fassbinder (La ruleta china) o Raúl Ruiz (La isla del tesoro). También cantó las partituras de Serge Gainsbourg, que le escribió una comedia musical (Anna) y le hizo entonar uno de sus mayores éxitos, Sous le soleil exactement.

Karina también firmó cuatro novelas –una de ellas, con posfacio del escritor Patrick Modiano– y realizó tres películas como directora. La primera de ellas, Vivre ensemble, fue presentada en el Festival de Cannes de 1973, donde recibió malas críticas. Reestrenada en Francia hace unos meses, las imperfecciones de esa historia de amor entre un profesor casado y una mujer bohemia no impedían ver a una cineasta con talento. “No se entendió que una actriz quisiera hacer de directora. Era una cultura machista, mucho más que hoy”, explicaba Karina en 2017. Pese a todos sus logros, quedó vinculada para siempre al nombre de Godard. El director le dedicó unas palabras amables durante un reencuentro televisivo a mediados de los ochenta, tras veinte años sin hablarse: “Tendría que haber trabajado en Hollywood, pero Hollywood ya había dejado de ser lo que era”.

Como rezaba un diálogo que le escribió Godard, fue una mujer que miraba con sentimientos en un mundo que se limitaba a hablar con palabras. En los últimos años, se solía ver a la actriz deambulando por festivales de cine, que le dedicaron homenajes algo tardíos, siempre escondida bajo un sombrero panamá y encadenando cigarrillos y copas de vino rosado. En el Festival Lumière de 2017, donde recibió un homenaje a toda su carrera, también se declaró rotundamente a favor del naciente #MeToo. “Lo de Weinstein es asqueroso, una vergüenza. Pero no es el único. Ha habido más, y tienen nombres conocidos. Pero me los voy a callar…”, dijo entonces. Anna Karina se lleva ese secreto a la tumba.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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