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Man Up
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El hombre, transfigurado

‘Man Up’ es una desopilante comedia en la que cinco arquetipos masculinos se quitan el disfraz y comparten sus intimidades

Imagen de una escena de 'Man Up', de Teatro en Vilo.
Imagen de una escena de 'Man Up', de Teatro en Vilo.Marcos G. Punto

Un repertorio de cosas que los hombres no solemos decir ni hacer en público, expuesto con claridad, desenvoltura y sentido agudo del humor. En Man Up, cinco arquetipos del modelo de masculinidad anglosajón imperante (el seductor Bogart, el irascible McEnroe y el impávido Batman, entre ellos) atienden a las solicitudes de 42 ciudadanos, cuyas voces en off les piden que se sinceren, se disculpen, se besen, se desnuden… De tales clichés, como quien se quita un disfraz enojoso, poco a poco va emergiendo la identidad cierta de cinco intérpretes espléndidos, que comparten con su público algunas parcelas de intimidad. En esta sensible, funambulesca y desopilante comedia autoficcional de la pujante compañía Teatro en Vilo, Baldo Ruiz encarna la empatía; Pablo Gallego, la fragilidad; Fernando Delgado-Hierro, el azoramiento; Alberto Jo Lee, la ternura acorazada; Juan Paños, la abnegación.

Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez, directoras de Teatro en Vilo, han escogido su elenco con buen ojo, pero también han sabido repartir juego con delicadeza: cada uno de sus actores tiene su escena de lucimiento merecido, dentro de un trabajo coral espléndido. Como en el teatro clásico japonés y en el español, se alternan aquí en admirable equilibrio y kyoguen, entremés y filosofía. Todo suma, todo ayuda a sortear los tópicos y malos bajíos que amenazan la navegación en tema tan estrechado: el buen pulso de la dirección, el afinado diseño sonoro de Nacho Bilbao, el diáfano espacio escénico de Mireia Vila, la temperatura luminotécnica de Miguel Ruz, los figurines eclécticos de Yaiza Pinillos… En Man Up hay también una imaginación visual deudora de la de Ariane Mnouchkine, un homenaje risueño a Pepe Viyuela, dos soliloquios soberbios de Noemí Rodríguez, a lo Karl Valentin; y emoción, de la que mueve a reir y llorar a la vez.

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Sobre la firma

Javier Vallejo

Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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