Ingrid Guardiola: “Deberíamos aprender cómo ser espectadores en el siglo XXI”

En su ensayo 'El ojo y la navaja' la realizadora reflexiona sobre el devenir de las imágenes, que condicionan nuestra existencia hasta el punto de plantearse que el mundo se ha convertido en una interfaz

Ingrid Guardiola, fotografiada en Barcelona.
Ingrid Guardiola, fotografiada en Barcelona.Consuelo bautista

A su muerte en 1929, el intelectual e historiador del arte alemán Aby Warburg dejó inconclusa su obra capital, el Atlas Mnemosyne, un proyecto con el que desarrolló un método de investigación para repensar las imágenes a través de una perspectiva más personal y abierta a las relecturas. La propuesta podría compararse a una especie de poema visual de potencial infinito: un collage de imágenes en apariencia aleatorias –unas 2.000, organizadas en 60 tablas que incluían desde un recorte de revista de la golfista Erika Sellschop a fotografías de Mussolinni o reproducciones de figuras de dioses romanos…– que aspiraba a cartografiar la memoria colectiva de la cultura, el saber y la historia de la civilización occidental desde, precisamente, el punto de vista de la mirada.

En la estela no solo de Warburg sino de otros tantos pensadores que han intentado generar un marco intelectual para definir y comprender el vínculo entre imágenes, memoria y política (ahí están desde Walter Benjamin a John Berger), la realizadora e investigadora cultural Ingrid Guardiola (Girona, 39 años) ha publicado El ojo y la navaja (Arcadia), un ensayo en el que, como ella misma explica, trata de desentrañar “los nexos entre la tecnología y el poder, así como las desigualdades que esta relación fomenta”. “No solo eso”, agrega la autora por teléfono, “sino también cuáles serían las herramientas o los relatos alternativos que podría haber. ¿Qué pasa cuando pensamos el mundo como una interfaz? ¿En qué cambian las relaciones psicológicas, sociales y culturales?”.

Panel 39 del 'Atlas Mnemosyne' de Aby Warburg.
Panel 39 del 'Atlas Mnemosyne' de Aby Warburg.

Cuando, en 1936, Walter Benjamin hablaba de la disolución del carácter único de las imágenes en su ensayo La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica se refería, claro está, a la nueva situación propiciada por el desarrollo de la fotografía y el cine. Pero en el inicio de la tercera década del siglo XXI la tecnología se ha magnificado, expandido y agrupado hasta límites inauditos. Internet y las aplicaciones móviles se han erigido en un contenedor potencialmente infinito de imágenes, y cinco empresas (Facebook, Apple, Amazon, Netflix y Google) ejercen sobre ellas algo que, si no es un monopolio, se le parece mucho. 

“Una de las razones para escribir el libro era el auge de publicaciones sobre ese futuro maravilloso que nos brindaba la tecnología digital conectada, y cómo el trabajo podía encontrar nuevos nichos a través de la emprendeduría”, explica Guardiola sobre el germen de su libro, hace tres años. “Esas promesas me parecían un poco sospechosas, además de que empezaban a salir los primeros estudios que cuestionaban en qué se estaba convirtiendo Internet, y sobre todo cómo Internet se estaba transformando en una infraestructura de plataformas cuya base capitalista se lucraba por la compra y venta de datos [las imágenes también lo son], y ahí me parecía que había algo sobre lo que trabajar”.

Al principio del ensayo, Guardiola ilustra el sentido que han ido adquiriendo las imágenes en la época contemporánea con una cita del escritor David Foster-Wallace: “Había dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron con un pez más viejo que nadaba en dirección contraria, los saludó con la cabeza y dijo: ‘Buenos días, chicos. ¿Qué tal está el agua? Y los dos peces jóvenes continuaron nadando un poco más y, al final uno miró al otro y dijo: ‘¿Qué narices es el agua?”. Las imágenes, a día de hoy, son tan ubicuas como opacas. Tan comunes como indescifrables. “Estas no se explican por sí mismas, sino por los principios de relación, o por los pies de foto, o por lo que podemos llegar a decir de ellas”, ilustra la autora, que demanda para nuestra sociedad “una escuela de la mirada”. “Deberíamos aprender cómo ser espectadores en el siglo XXI”.

Panel número 2 del 'Atlas Mnemosyne' de Aby Warburg.
Panel número 2 del 'Atlas Mnemosyne' de Aby Warburg.

La hiperconexión, la vigilancia extrema, la construcción de una nueva temporalidad e incluso la reorganización del espacio público en torno a las ciudades resultan todas derivas de la mercantilización de la mirada, consecuencia a su vez del devenir del sistema capitalista extractivo. Entre las herramientas que Guardiola prescribe para abordar la actual sobreexposición a las imágenes se encuentra la del apropiacionismo: una reutilización consciente del material visual, que permite transformarlo con fines críticos, dialécticos o lúdicos y también luchar contra su invisibilidad, en el caso de todas esas imágenes que acaban vagando por Internet "de forma anónima y anómica, como mensajes en una botella lanzados a la intemperie de un océano inmenso".  

Guardiola menciona a lo largo de las páginas varios ejemplos de apropiación o reutilización de imágenes con fines artísticos: el proyecto 9 eyes, de Jon Rafman, quien reúne imágenes de tono poético o siniestro capturadas por el ojo impasible de Google Street View; Noah Kalina, quien hace montajes de sus propios autorretratos en time lapse para comprimir varios años de su vida en unos minutos; o Azahara Cerezo y Mario Santamaría quienes, en su obra de 2015 Comentaris a la ciutat pantalla / Comments on the Screen City compendiaron imágenes de cámaras de seguridad y webcams de diferentes urbes para conformar la idea de "ciudad genérica".

Todos son ejemplos de una mirada divergente sobre las imágenes hiperubicuas. "Los primeros retratos que se conservan son los de Al Fayum, y se hacían con la persona viva para, una vez muerta, procurar un buen viaje del alma del difunto", apunta Guardiola. "Estas imágenes eran hechas para no ser vistas, mientras que las actuales están permanentemente en circulación y sobreexpuestas. Para mí, esto cambia su función y su naturaleza. Es interesante ver que la mayoría de imágenes que circulan por las redes sociales no tienen ánimo de trascendencia, sino que son imágenes de carácter efímero, de comunicación inmediata, pero no tienen esa intención trascendente. Habrá un momento que cuando la gente se dé cuenta de que hemos relegado la memoria a las máquinas, y que las máquinas guardan las imágenes sin la potencia memorialista de un archivo, empezaremos a tomar control y a decidir qué imágenes podemos exponer públicamente y cuáles no, y cuáles de estas imágenes siguen teniendo un valor de fármaco para la memoria". 

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Sobre la firma

Silvia Hernando

Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).

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