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Mala Rodríguez, Premio Nacional de Músicas Actuales

La carrera de la andaluza, siempre híbrida, desacomplejada y sin límites, ha sabido adaptarse a los tiempos y reflejar el curso de este país en los últimos veinte años

Mala Rodríguez en Madrid, en 2018. En vídeo, entrevista a la cantante.

Se ha dicho cientos de veces, pero no por ello la afirmación es menos válida: en el mundo de la música pop es tan importante la conjunción de ingredientes como la forma de combinarlos. Y en eso, la ganadora del Premio Nacional de Músicas Actuales 2019, María Rodríguez Garrido (Jerez de La Frontera, 40 años), conocida artísticamente como Mala Rodríguez, llevaba ya unos cuantos cuerpos de ventaja sobre el resto de la escena hip hop estatal cuando irrumpió como un ciclón a principios de nuestro siglo. Es verdad que, para entonces, el grupo Solo los Solo, por ejemplo, ya habían despuntado con su forma de escanciar esencias flamencas sobre ritmos y rimas. O que mujeres como Ari –Arianna Puello– ya destacaban en un estilo que, salvo casos muy puntuales, parecía durante los años noventa un coto de hombres. Pero Lujo Ibérico (2000) deslumbró con razón, despachando unas nada desdeñables 67.000 copias (quién las vendiera ahora), al tiempo que certificaba que había un lenguaje, una dicción y una temática plenamente autóctona con la que filtrar un género que parecía abocado al cliché prestado de otras latitudes. Con la Mala se intuía que había estrella para rato. Y así ha sido. Cuestión de genio. De personalidad. Y, sobre todo, de no quedarse nunca anclada en los mismos modismos. Así hasta ahora mismo. Sus directos siguen siendo apabullantes, perpetuando un carisma y un sentido del espectáculo muy raro de encontrar, y sus canciones siguen luciendo alérgicas al estancamiento y a los prejuicios.

Tras una década entera en la que el Premio Nacional de Músicas Actuales –que otorga el Ministerio de Cultura y Deporte, dotado con 30.000 euros– se había adjudicado a músicos que venían del pop, de la canción de autor, del folk o del flamenco en algunas de sus fusiones, es esta la primera vez que lo recoge una figura del ámbito del hip hop. O de las mal llamadas (a falta de mejor denominación: en todo caso, sirve para entendernos) músicas urbanas, amalgama de estilos que surca la ola del cambio de paradigma que se anuncia durante los últimos años, con las guitarras puestas en solfa y los discursos monocromáticos (o menos propensos a la mezcla, a hibridarse) teóricamente abocados a la obsolescencia. El jurado la reconoce como pionera en este estilo musical "que desde su aparición hace dos décadas, se ha convertido en esencial en el terreno de la música popular". El fallo subraya también que "su aparición supuso una ruptura tanto por su música, como por su actitud y letras, en un mundo dominado por los hombres".

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No es una cuestión menor que el Premio Nacional de Músicas Actuales reconoce el hip hop, porque parece sintonizar con el signo de los tiempos. Y además el razonamiento del jurado tiene su lógica, a poco que echemos un vistazo a la evolución de Mala Rodríguez y a las colaboraciones que luce en su amplio currículo: Tego Calderón, Juan Magán, Julieta Venegas, El Guincho, Jota Mayúscula, Raimundo Amador, El Coleta o Kinder Malo. Puentes tendidos no solo al rap y cualquiera de sus vetas, sino también al reggaetón, al trap, al r’n’b, al electrolatino o al pop. Alianzas con figuras que podríamos considerar comerciales y otras más bien underground, sin que los galones sean, ni mucho menos, determinantes. Su ejemplo, como reconoce el fallo del premio, ha sido también inspirador (en más de un sentido) para la actual tropa femenina del trap en castellano, figuras como La Zowi, Bad Gyal o Ms Nina.

Consciente de que muchos de esos estilos suponen una inevitable evolución, pero también de la necesidad de preservar la valiosa herencia recibida de parte de la generación que sentó las bases del hip hop en este país, la artista andaluza ha esbozado, a lo largo de cinco álbumes en movimiento continuo pero gestados sin prisas (solo cuando sentía que tenía algo importante que transmitir), un puñado de singles y proyectos compartidos, una modélica línea de continuidad entre pasado y presente. Y lo ha hecho dejando en el camino tal cantidad de apuntes sociales, raciales y de género, y una capacidad de adaptación al medio y a los nuevos formatos (cuando emergió, Internet andaba a pedales y las redes sociales eran una entelequia), que hacen de su música también un estupendo reflejo de lo que ha sido este país en los últimos veinte años.

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