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Oliver Laxe, la verdad a través del fuego

'Lo que arde', con su retrato de un pirómano que vuelve a la casa de su madre en una aldea gallega, ganó en Cannes el premio del Jurado

Gregorio Belinchón
Oliver Laxe, con el actor Amador Arias en el rodaje.
Oliver Laxe, con el actor Amador Arias en el rodaje.

Durante las casi dos semanas de mayo en que se celebra el festival de Cannes, Oliver Laxe (París, 37 años), estuvo afinando sus respuestas ante la prensa. “Era la primera vez que hablaba de Lo que arde, y tenía que concretar mi discurso”, recuerda con una sonrisa meses después, a pocos días del estreno, hoy viernes, en España, de su tercer largometraje. “Ya se ha proyectado, y yo la he acompañado, en Rusia, en Israel, en Toronto y en San Sebastián. Se ha estrenado en salas en Francia. Y siento que es una película que ha encontrado su respuesta natural en España. Puede que porque es la primera que ruedo aquí, puede que porque haya equilibrado la complejidad, la polisemia y la ambigüedad de mis dos primeros trabajos con una apertura a mucho más público. Siempre he querido hacer un cine de emociones perennes, que se queden en el espectador, y a eso ahora le he sumado una narrativa más clásica. Por la respuesta, creo que ha funcionado”.

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El gallego Laxe (nacido en París, su familia retornó a su pequeño pueblo de Lugo cuando él cumplió los cinco años) filmó sus anteriores trabajos, Todos vós sodes capitáns (2010) y Mimosas (2016), en Marruecos, donde ha vivido una década. “Curiosamente, mi película más cercana a la aldea donde me crie es a la vez la más universal. En Rusia me hablaban de la abuela, en Canadá del corte del pan… Cada público encuentra su agarradera a Lo que arde. No me viene con intelectualidades… Y eso me hace creer que voy por el buen camino”. Laxe quiere que sus espectadores se emocionen “con cosas tangibles, como el amor”. El amor que se profesan Amador, un pirómano que tras cumplir condena retorna a su pueblo, y su madre, Benedicta. “¿Cuántos de nosotros volverían para cuidar a una madre de 85 años? Pocos”.

El cine de Laxe huele. Cada película transmite olores que acompañan a lo filmado. “Cuido los sentidos”, reconoce el gallego. “Aquí me importa lo que hace sentir el pan, el horno caliente, la humedad constante de la lluvia. Lo que arde es muy epidérmica, porque a mí me gusta el mundo, la gente… Y estando de acuerdo en que voy a lo tangible creo que he lanzado una invitación al viaje, algo obviamente inasible. Me costado tanto el equilibrio entre lo metafísico y lo físico… He luchado por no caer en los caminos trillados. Ojo, por otros y por mí, que me he tenido que derrotar mi tendencia a una escritura de más”. Laxe confiesa que le gustan mucho las películas psicológicas, pero que en esta ocasión no quería hacer eso. “Al final, me he lanzado a por el espectador, aunque seguro que hay formas más sencillas de conseguir su amor”, asegura entre risas. “En todo caso, vivimos un tiempo muy irresponsable en que hemos educado al público en la eterna excitación. En todo el audiovisual. Y el problema de la excitación es que todo lo que sube, baja. No queda poso. Como en la comida: mucho adorno, pero luego no hay proteína y sí una mala digestión. No rasca el alma”.

Amador Arias, Benedicta Sánchez y Oliver Laxe, en el rodaje.
Amador Arias, Benedicta Sánchez y Oliver Laxe, en el rodaje.

El premio del Jurado de la sección Una cierta mirada de Cannes, cuenta el director, le empuja por esa senda. “Mira, la distracción en el cine es necesaria, por supuesto, pero es que solo nos distraemos. ¿Cuándo nos trabajamos? Algunos remamos contracorriente y espaldarazos así nos apoyan. Mi única genialidad es que me sé rodear de genios. Fíjate en los rostros de Amador Arias y Benedicta Sánchez, sé diagnosticar dónde hay materia cinematográfica. Aquí volví a acertar: hay belleza, vida esculpida, cicatrices morales en sus caras”, sonríe. Laxe ha cambiado también de vida. Sus dos metros de altura han retornado a su pueblo de Lugo para trabajar con la comunidad, en proyectos educativos y teatrales. "Además, ya estoy con otro guion, una road movie un poco survival protagonizada por unas personas que buscan una fiesta en Marruecos, a mitad de camino entre Easy Rider, Mad Max y Stalker. Con lo que más me gusta del cine: su cóctel de alta cultura y cultura popular. La haré con actores profesionales. Me apetece trabajar con ellos, que nos duela a todos el proceso,. Que de las grietas de ese corazón roto salga la luz. Me conmueve mucho la gente rota".

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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