Cuando lo resolvíamos todo a garrotazo
'Señoras del (h)ampa' es una serie brillante, y uno de sus méritos es que demuestra, como solo la ficción puede demostrar, que el crimen es la forma más sencilla de resolver nuestros problemas
Aviso preliminar para quien escriba al Defensor del Lector protestando por la impresentable banalización del crimen de esta columna: este columnista condena cualquier forma de violencia y no cree que haya ningún crimen justo o justificable.
Dicho lo cual, procedo.
Señoras del (h)ampa es una serie brillante, y uno de sus méritos es que demuestra, como solo la ficción puede demostrar, que el crimen es la forma más sencilla y definitiva de resolver nuestros problemas. Por eso la mafia lleva tanto tiempo funcionando con más eficacia que la más ejemplar de las corporaciones: porque no hay mayor incentivo a la productividad que la amenaza de ser arrojado al puerto con cemento en los pies. Hasta la sabiduría popular lo confirma con sus dichos: muerto el perro, se acabó la rabia.
No cabe duda de que incluso mi ambición literaria se vería colmada si recurriese a la violencia. Si mato a todos los escritores, a los suecos no les quedará más remedio que darme el Nobel. Por desgracia, me costaría mucho menos esfuerzo escribir veinte obras maestras que cargarme a tantas personas. Durante siglos, la humanidad ha resuelto sus conflictos a garrotazos, y los ha resuelto bien. Clint Eastwood lo resumió al final de El bueno, el feo y el malo: "El mundo se divide en dos categorías: los que tienen el revólver cargado y los que cavan; tú cavas".
Un día, la humanidad decidió que era preferible resolver los problemas mediante parlamentos. Fue un gran paso concluir que era deseable tardar más en solucionar los conflictos o no resolverlos, pero dejar a cambio que la gente muriera por causas naturales. La violencia, inaceptable ya en la vida democrática, se refugió en la ficción, donde nos recuerda el gusto que daba acabar de un tajo con el incordio que nos machacaba. Por eso Señoras del (h)ampa presta un servicio social inestimable.