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Agustina San Martín, cineasta argentina: “Las películas de terror me hacían sentir viva”

'Monstruo Dios', su trabajo más reciente, se ha hecho con una mención especial en el Festival de Cannes en la categoría de cortometrajes

Andrés Rodríguez
La cineasta Agustina San Martín.
La cineasta Agustina San Martín.

Agustina San Martín (Buenos Aires, 1991) se dio cuenta de que quería hacer películas a los 17 años. Apenas 10 años después, la joven directora tiene bajo su haber tres cortometrajes y recién terminó su primer largometraje, Los abismos. Pese a su corta edad, su trabajo ya ha recorrido citas cinematográficas internacionales. Su primer y segundo corto, No hay bestias (2016) y La prima sueca (2017), se presentaron en el Buenos Aires Festival de Cine Internacional y en Cartagena de Indias; además de en la Berlinale y el Festival de Cine de Huelva, respectivamente. Su más reciente obra, Monstruo Dios, se hizo con una mención especial en el Festival de Cannes en la categoría de cortometrajes. En Monstruo Dios, San Martín sitúa al espectador en una noche de bruma, en la que las vacas huyen, una niña es elegida y una adolescente intenta recuperar su libertad. “Dios es ahora una central eléctrica”, cuenta la sinopsis. Pasó cerca de ocho meses en la sala de edición tratando de encontrar la voz de lo que quería transmitir con su obra: una mezcla de sueños, imágenes de películas de horror, una anécdota y conceptos propios sobre su “extraña experiencia” con la existencia de un dios.

¿Qué fue lo más difícil de la creación de Monstruo Dios?

¡El montaje! Sin duda. Al ser una historia extraña, montarla fue muy delicado y complejo ya que ninguna versión de edición lograba dar a entender el universo que pretendíamos abarcar.

Relaciona la película con la demencia, ¿cómo fue entregarse a este elemento narrativo?

Cuando nombro la demencia me refiero a algo que quizá no es conveniente, ni convencional, ni recomendable, ni fácil. Entregarse a todo eso es aterrador y pasé gran parte de esos meses de edición convencida de que era un fracaso. Esa relación dolorosa con uno mismo es parte del bagaje de elegir un camino que no es fácil.

¿Dónde no querría vivir?

En un país en donde no pueda hacer películas. Tampoco me interesa vivir en un lugar que reprima mi libertad de orientación sexual. Ni las libertades de género del abanico humano.

¿Qué película cambió su vida?

Teorema, de Pier Paolo Pasolini fue la primera. En esa época estaba obsesionada con el dionisismo, así que tenía todo que ver.

¿Quiénes son sus influencias cinematográficas?

Pedro Costa, Nuri Ceylan, Apichatpong Weerasethakul, David Lynch, Alice Rohrwacher, a veces Andrea Arnold, João Salaviza, Carlos Reygadas, entre otros. En fin, no estoy dando una respuesta original, pero sí es honesta.

Es aficionada al cine de terror, ¿cuáles son sus cinco películas imprescindibles del género?

¡No me atrevo! En absoluto. Mi afición con el cine de terror era en la infancia y adolescencia. Era una nerd de los espíritus. Me encantaba sentir pavor, hacer espiritismo debajo de la mesa en los recreos, ver películas de terror y llorar de miedo, tener insomnio. Sentía que esas películas me hacían sentir viva, o que eran más reales que la matemática porque, al final del día, me hacían sentir.

¿Qué personaje cinematográfico se asemeja a usted?

Me cuesta sentirme identificada con personajes cinematográficos en su completitud. Nos faltan buenos referentes femeninos.

¿Qué le diría a su presidente Mauricio Macri?

A él no le diría nada. Temo que no tenga ni capacidades cognitivas ni empatía para comprender. A quienes lo votaron les diría que ya jugamos al juego infantil de las falsas promesas, los discursos que no dicen nada y los vaciamientos evidentes. Argentina volvió a quedar rota. Ruego que tengamos la fortuna de que Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner vengan a salvarnos de este chiquero de cerdos imperialistas antipopulistas.

¿Qué película le hubiese gustado haber dirigido?

Uh. Once upon a time in Anatolia, de Nuri Ceylan. O Luz silenciosa, de Carlos Reygadas

¿Con quién le gustaría sentarse en una fiesta?

Isabelle Huppert.

¿Qué significa ser directora?

Jugar, pero en vez de usar juguetes, elementos de la vida real.

¿Qué la deja sin dormir?

La intensidad.

¿Con quién le gustaría quedar atrapada en un ascensor?

Con un terapeuta.

¿A qué edad se dio cuenta de que quería ser cineasta?

En mi caso, a los 17 años verbalicé que quería hacer películas. Pero fue como lo que pasa siempre en la experiencia gay. Te das cuenta un día, pero, si te pones a atar cabos, lo supiste siempre. Para mí, hacer películas es lo único que tiene sentido.

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Sobre la firma

Andrés Rodríguez
Es periodista en la edición de EL PAÍS América. Su trabajo está especializado en cine. Trabaja en Ciudad de México

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