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El silencio es parte de la boca

Estas 20 personas trabajan para Arval, una empresa francesa, y entre otras cosas aquí aprenden a decir sí o no. Y a ejecutar como se debe lo que permiten decir las palabras y los gestos

Juan Cruz
Ejecutivos ensayan como si fueran a salir a escena, dirigidos por Tamzin Townsend.
Ejecutivos ensayan como si fueran a salir a escena, dirigidos por Tamzin Townsend.Santi Burgos

Estas veinte personas que discuten o ríen, como si estuvieran en un escenario o en las gradas de un campo de fútbol, son ejecutivos, no son actores. Trabajan para Arval, una empresa francesa, y entre otras cosas aquí aprenden a decir sí o no. Y a ejecutar como se debe lo que permiten decir las palabras y los gestos.

No están locos ni están solos. Los dirige Tamzin Townsend, directora teatral inglesa que lleva en este país desde 1992 y tiene la energía, digamos, de Mario Gas. A ella se deben montajes de éxito como El Método Gronhölm, Un dios salvaje o Don Juan Tenorio. Ahora trabaja también para Dramatic Resources, con la que viaja por el mundo enseñando a usar el cuerpo y la voz a aquellos que no saben que ahí tienen dos tesoros.

La empresa para la que trabajan estos aprendices ocasionales nos permitió asistir a la sesión en la que Townsend enseñó a sus alumnos una verdad que dijo como si escribiera un verso: “El silencio es parte de la boca”.

Les enseñó, por ejemplo, a quitarse el “eeeeee” con el que se suelen iniciar los Parlamentos. Esa indecisión, impostada o nerviosa, “anula por completo el liderazgo. ¡¿Quieren ser líderes y empiezan titubeando?!”. Les enseñó a abrir la puerta para afirmar la presencia ante los reunidos en un comité delicado. Los conminó a concentrarse para escuchar, para dejar de depender del mail o del móvil, para dejar que los pensamientos entren en la cabeza antes que los mensajes de texto...

Ensayan para hacerlo mejor. “En la vida cotidiana, antes de una reunión, ¿cuánto tiempo tenéis para ensayar?”. Ella los adiestra con métodos que incluyen su propio aprendizaje del 1, 2, 3 televisivo de Ibáñez Serrador. Por ejemplo, ¿por qué tenemos que apresurarnos a contar las cosas, por qué no nos paramos a pensar? Les dice Townsend a sus alumnos: “La pausa es poder”. E igual que deben aprender silencio han de aprender pausa, les indica, “como han hecho para mis espectáculos actrices como Maribel Verdú o Aitana Sánchez-Gijón”.

Los ejecutivos cuentan historias, “todos contamos historias, yo mismo cuento historias para ensayar con mis actores”, así que ellos deben ensayar como si estuvieran jugando. Y jugando están; en este mediodía no han parado de jugar en la oficina. Reír es parte de la trama.

El silencio es un programa de trabajo para los ejecutivos, junto con un consejo que parece una proclama: “Hay que matar al loro que nos critica mientras hablamos”. Ese loro lo tenemos todos posado en el hombro. Contra ese loro que es uno mismo, lo que se debe hacer es “respirar y pensar, hacer pausas: nadie te puede decir: ‘Vete más rápido’. Te lo dices tú mismo o ese loro que se sienta en tu hombro. Pero tú tómate tu tiempo. Estás muerto si escuchas a ese loro que te recrimina”.

Matar al loro, esa es la cuestión. Sacarle partido al silencio. El momento más intenso es cuando los ejecutivos actores aprenden a decir sí o no. Parece que ponen en escena, antes de volver al trabajo, un cuento de Julio Cortázar. Y, de hecho, el cronista siguió la clase (hasta la mitad) como si viera un trozo de La cantante calva, de Ionesco.

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