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Feria de la Comunidad de Madrid

El sereno valor de Fernando Plaza

El madrileño da una vuelta al ruedo en su presentación en la plaza de Las Ventas

El novillero Fernando Plaza, al natural.
El novillero Fernando Plaza, al natural.Plaza1

Por fin, a eso de las nueve de la noche, mientras daba la vuelta al ruedo, Fernando Plaza sonrió. Era la primera vez en las más de dos horas que duró el festejo. Antes, durante toda la tarde, su rostro no mostró más expresión que la de una llamativa serenidad. No solo era fachada. Su toreo, sus gestos y andares delante de la cara del toro demostraron esa misma virtud.

Serenidad, valor y, por momentos, también torería. No es mala carta de presentación en Madrid. Porque Fernando Plaza debutaba en Las Ventas, casi un año después de hacerlo con picadores. Hijo del matador de toros, y actualmente subalterno, Fernando José Plaza, que le acompañaba en la cuadrilla, el joven madrileño fue el único que dotó de argumentos el comienzo de la (mini) Feria de la Comunidad de Madrid.

No fue la suya una tarde redonda y sobresaliente, no, pero sí dejó detalles para la esperanza. Al contrario que la mayoría de sus compañeros, Plaza tiene personalidad. Y valor, un valor seco y sereno que demostró, por ejemplo, en el inicio de la faena al sexto. De rodillas, al abrigo de tablas, recibió a su oponente y le recetó un puñado de redondos de estimable temple, sin dudar ni rectificar, a pesar de que el animal se le coló y a punto estuvo de cogerlo.

MONTEALTO/MORA, SAN ROMÁN, PLAZA

Novillos de Montealto, correctamente presentados, con cuajo y cómodas cabezas, nobles, aunque mansos y justos de casta la mayoría. Primero, tercero y cuarto tuvieron movilidad.

Pablo Mora: dos pinchazos _aviso_, espadazo muy atravesado que hace guardia, dos descabellos _segundo aviso_ y tres descabellos más (silencio); estocada caída _aviso_ y cuatro descabellos (silencio). Parte médico: sufrió una herida de pronóstico leve en la palma de la mano derecha.

Diego San Román, que se presentaba: pinchazo y metisaca (silencio); estocada ligeramente desprendida perdiendo la muleta (silencio).

Fernando Plaza, que se presentaba: estocada ligeramente trasera y desprendida _dos avisos_ (saludos tras petición de oreja); pinchazo y estocada (vuelta al ruedo tras petición de oreja).

Plaza de toros de Las Ventas. Primer festejo de la Feria de la Comunidad de Madrid. Pobre entrada, (4.874 espectadores, según la empresa).

Ya de pie, en redondo y al natural, y pese a algunos enganchones, hilvanó un trasteo templado y de cercanías. Tan noble como descastado, el utrero de Montealto no permitía otra cosa. Y ahí, muy cerca de los pitones, el torero ejecutó muletazos de largo trazo que contaron con el beneplácito de los tendidos. Un pase de pecho, a pies juntos, con la figura totalmente erguida y rematado en la hombrera contraria, fue inmenso. Citando de frente, con verdad, el epílogo tuvo también calidad.

Por estatuarios saludó con la muleta al tercero, otro ejemplar de enclasada nobleza, pero fondo justo, que le permitió vislumbrar los detalles toreros que confirmaría después.

También fue el primer paseíllo en Las Ventas del mexicano Diego San Román, que hizo su presentación en España la pasada temporada. Y, al margen de un gran quite por valerosas gaoneras que firmó frente al primero de la tarde, su debut fue mucho más discreto.

Si bien es verdad que su lote, compuesto por un manso y un marmolillo, no le facilitó el triunfo, lo único que demostró San Román fue oficio. Oficio y una actitud de ‘figura’, que no se corresponde con su estatus.

Junto a los dos debutantes estaba anunciado un conocido de la afición madrileña, Pablo Mora. El triunfador del último certamen de novilladas nocturnas volvió por quinta vez a Las Ventas y, pese a los incontables pases que dio, no dijo nada. Y eso que se encontró con los dos mejores novillos del bondadoso encierro enviado por el ganadero Agustín Montes.

Tanto es así que mientras muleteaba al cuarto, de gran nobleza y movilidad -como el que abrió plaza-, y tras ocho minutos de insípida faena, una voz se alzó en el tendido siete y gritó: “¿Qué querrán para torear?”. Pues eso.

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