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Muere el músico Scott Walker a los 76 años

Fue vocalista de los estadounidenses Walker Brothers, que triunfaron en el Reino Unido en los sesenta

Diego A. Manrique
Scott Walker, en 1967.
Scott Walker, en 1967.G. Wilkes (Getty)

Scott Walker, de verdadero nombre Noel Scott Engel, murió el domingo a los 76 años en Londres, sin que se hayan comunicado las causas. Nacido en Estados Unidos, en Hamilton (Ohio) en 1943, Scott desarrolló lo esencial de su carrera musical en el Reino Unido. Triunfó como ídolo juvenil con los Walker Brothers, se reinventó como cantante de club nocturno e introdujo el repertorio de Jacques Brel en su país de adopción. Animó una reunión de los Walker Brothers a mediados de los setenta pero, a continuación, se convirtió en un recluso que editaba irregularmente discos de gran densidad intelectual.

Tras el triunfo de los Beatles, el crecimiento de la industria discográfica en el Reino Unido animó a importar talento desde el otro lado del Atlántico, apto para ser empaquetado en Londres con destino al mercado global: los ojeadores buscaban artistas llamativos, acostumbrados a actuar pero moldeables en el estudio. Así se lanzó a P. J. Proby, Jimi Hendrix o los Walker Brothers. Estos últimos, ya se sabe, no eran hermanos, pero tenían poderosas voces y físicos atractivos. No es una crítica recordar que estaban destinados al público femenino, aunque hablamos de una época donde se mezclaban los targets: por ejemplo, en abril de 1967, los Walker Brothers giraron con la Jimi Hendrix Experience, en un cartel que también incluía solistas como Cat Stevens o Engelbert Humperdinck.

Para los Walker, el sello Philips recurrió a una fórmula ya probada: calcularon que el pop apoteósico de Phil Spector superaría su fecha de caducidad si chicos guapos esculpían canciones atormentadas. Encontraron melodramas, de origen estadounidense, que hablaban de amores imposibles y masoquismo emocional, como Make It Easy On Yourself o The Sun Ain’t Gonna Shine Anymore. Con producción de Johnny Franz y arreglos de Ivor Raymonde, surgieron grabaciones monumentales (más adelante, Scott insistiría en atribuirse la paternidad del concepto).

Vendieron toneladas de discos pero chocaron con un problema: imposible reproducir en vivo aquellos apabullantes arreglos orquestales; el griterío del personal tapaba los esfuerzos del grupo, obligado a introducir temas bailables. Además, Scott creía llevar una parte desproporcionada del peso del grupo y no se sentía realizado. Se independizó en el verano de 1967, rompiendo el grupo, pero esquivó los vientos psicodélicos que entonces soplaban sobre Londres: se reinventó como atildado cantante de club nocturno, alternando agudas composiciones propias con éxitos de Broadway y —gran audacia— las amargas creaciones de Jacques Brel.

A pesar del histrionismo de algunas interpretaciones, el nuevo Scott Walker fue un éxito: llegó a tener su propio programa de televisión en la BBC. No tardó en sentir que estaba cayendo en la rutina y terminó rebelándose contra las convenciones del show business. Comprendió que el estilo MOR (Middle of the Road) ofrecía seguridad pero se trataba un callejón sin salida en términos artísticos. Dado que sus compañeros apenas habían prosperado en solitario, no le costó reflotar a los Walker Brothers: esperaba encontrar un público más receptivo en el pop. Pero, entre 1975 y 1978, todo andaba revuelto. Los tres álbumes que editaron daban cumplida noticia de un Scott Walker musicalmente ambicioso, aunque no arrasaron en listas de ventas. Para los directos, debieron recurrir a los hits de los 60: una canción como The Electrician, sobre las torturas de la CIA, necesitaba explicaciones enojosas.

A partir de los ochenta, Scott desaparecería de los conciertos y de los medios. Su valoración, eso sí, fue creciendo por el proselitismo de admiradores eruditos, como Julian Cope, fundador de The Teardrop Explodes, que publicó un recopilatorio de título extravagante: Fire Escape In the Sky: The Godlike Genius Of Scott Walker. Otro ferviente propagandista sería Jarvis Cocker: Scott fungiría como productor de un disco de su grupo, Pulp.

La industria vivía tiempos de vacas gordas y había hueco para artistas de culto. Le financiaron álbumes audaces: Climate Of The Hunter (1984), Tilt (1995). Nadie pestañeaba si Scott explicaba que necesitaba contratar a un percusionista profesional para que golpeara sobre piezas de carne de vacuno. Tuvieron mejores críticas que ventas: Scott había asimilado ideas de la música contemporánea y se integraba en la cultura europea con reflexiones sobre Mussolini, Pasolini, Adolf Eichmann o Ceausescu.

Se coló en los salones de la vanguardia: música para películas de Leo Carax y Braby Corbet (se estrena ahora Vox Lux, donde comparte banda sonora con Sia), colaboraciones para ballet y teatro, alguna aventura con Ute Lemper. Fichó como artista del exquisito sello 4AD. Allí editó The Drift (2006), Bish Bosch (2012) y, en comandita con el grupo metálico Sunn O), Soused (2014). Aunque aceptó participar en un documental hagiográfico, Scott Walker: 30 Century Man, mantuvo sus enigmas hasta el final.

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