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Columna
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Veteranos

'El método Kominsky' contiene muchas dosis de humor pero también hay un elemento inevitablemente dramático, el envejecimiento del ser humano

Ángel S. Harguindey

Si el responsable de una serie es Chuck Lorre, artífice a su vez de éxitos como The Big Bang Theory o Dos hombres y medio, hay muchas probabilidades de que nos encontremos ante un nuevo serial en el que el humor predomina sobre cualquier otro componente. El método Kominsky (Netflix), efectivamente, contiene muchas dosis de humor pero en este caso también hay un elemento inevitablemente dramático: el envejecimiento del ser humano, y otro que entra de lleno en el terreno de la vanidad.

Su primera temporada —ocho capítulos de unos 25 minutos cada uno— tiene dos grandes protagonistas: Michael Douglas, que figura también como productor ejecutivo, y Alan Arkin. El primero, un actor de cierto éxito hace tiempo que ahora es propietario y director de una escuela de interpretación, y el segundo, un importante agente que lleva una semijubilación con elegancia y dolor: su mujer agoniza por un cáncer y su única hija (Lisa Edelstein) entra y sale de clínicas privadas de desintoxicación con una frecuencia solo apta para millonarios.

Naturalmente, el peso de la serie lo llevan los dos veteranos actores y amigos y unos guionistas excelentes (el propio Chuck Lorre, Al Higgins, y David Javerbaum) autores de unos sarcásticos diálogos a propósito de la amistad, el amor y, sobre todo, el temor a lo que Wikipedia define como "el envejecimiento o senescencia", que es "el conjunto de modificaciones morfológicas y fisiológicas que aparecen como consecuencia de la acción del tiempo sobre los seres vivos". La gran ventaja de El método... es que ese temor se reconvierte en un admirable alarde de ironía: todos envejecemos, incluso moriremos, pero el humor nos reconforta y aleja del agobio.

El componente vanidoso lo encarna —consciente o inconscientemente— un Michael Douglas histriónico que, además, contrasta con una extraordinaria y sobria interpretación de Alan Arkin. Douglas ríe, grita, recita, hace el amor y se emborracha de una forma desmedida mientras que Arkin apenas mueve una ceja y consigue transmitir todo lo que siente. En todo caso, hablamos de una serie excelente.

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