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Muere el catedrático Francisco Calvo Serraller, referencia indiscutible en el mundo del arte

Fallecido este viernes a los 70 años en Madrid, fue director del Museo del Prado, ensayista, comisario de numerosas exposiciones y colaborador de EL PAÍS desde su fundación

Juan Cruz
Francisco Calvo Serraller, retratado en 2005.
Francisco Calvo Serraller, retratado en 2005.GORKA LEJARCEGI
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A Francisco Calvo Serraller, fallecido ayer a los 70 años tras una enfermedad dolorosa que él hizo invisible, que no lo doblegó nunca, el mundo del arte lo tiene que despedir con muchos honores. En primer lugar, con el que merece la claridad con que expresó su sabiduría, en la cátedra y en la prensa; fue crítico de arte de este periódico, donde enseñó a valorar lo desconocido y regaló a los lectores un conocimiento exhaustivo que explicó con brillantez e inteligencia. Otro honor, como catedrático y divulgador, y también como servidor público. Fue un audaz director del Prado y fue en esta institución en la que tuvo su última intervención pública, el lunes 5 de noviembre, en el homenaje de despedida, por jubilación, de su amiga Manuela Mena, conservadora jefa del departamento de Pintura del siglo XVIII y Goya.

Ese día, venciendo una enfermedad que intentaba sin éxito disminuir tanto su voz como su mente, explicó la trayectoria de Mena con el espíritu de un periodista ilustrado; recordó cómo la figura de Mena se había instalado entre los iconos del pop inglés. Un amigo suyo, que lo escuchó dictar esa conferencia sin papeles, le envió esa noche un mensaje en el que destacaba lo que había dicho, de qué modo. Se había servido de la palabra para construir el monumento que se le debía a Mena. “Un retrato tan poético y humano”, decía el mensaje.

Paco era así, capaz de hacer retrato de otros y de usar, como los grandes de la historia de la escritura sobre el arte, el lenguaje escrito para que la pintura, sobre todo la pintura, y cualquiera de las artes plásticas, fuera un correlato de la belleza que intentaba descifrar.

Madridista, discutidor de fútbol y de cualquier cosa, hombre con sentido del humor, era de la estirpe de Javier Pradera, su amigo. Como catedrático de Historia del Arte Contemporáneo de la Complutense de Madrid, era como el flautista de Hamelín, capaz de llevarse consigo alumnos fascinados por su manera de explicar. El Prado lo contrató en 1993; las burocracias imperantes lo apearon de ese puesto un año después (dimitió tras la cesión de una sala del museo para un reportaje de una revista), pero él no guardó resquemor ni nunca usó su autobiografía para desmerecer esa zona tan importante de su dedicación, que prosiguió desde la crítica y la docencia. Escribió ensayos y monografías de los artistas relevantes del panorama español y publicó libros de relevancia para las artes (Teoría de la pintura del Siglo de Oro, La imagen romántica de España, Los géneros de la pintura, El Guernica de Picasso…). La reconstrucción española de la imagen de Picasso, el respeto nacional por esta figura trasterrada, tiene en Paco Calvo uno de los responsables máximos.

Académico y columnista

Acudía cada dos martes a su cita con los lectores de este periódico a través de sus columnas bajo el epígrafe de Extravíos. La última, sobre el Museo de Bellas Artes de Bilbao, se publicó el 6 de noviembre. Nacido en Madrid, en 1948, era miembro, desde 2001, de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Fue comisario de importantes exposiciones como La imagen de la mujer y Picasso. Tradición y vanguardia (ambas en el Museo del Prado, en 2001 y 2005, respectivamente)

Era un hombre comprometido con el arte y con la vida. Fue emocionante siempre su relación con su familia, con sus hijos, con sus amigos. Con este periódico. En tiempos en que la juventud nos animaba a todos a olvidar o a competir, su relación dialéctica con estas páginas ayudó a consolidar su opinión como una forma de poner dique a la tentación periodística de olvidarse de lo importante. Y por eso fue uno de los pilares de EL PAÍS, no solo por lo que este periódico señalaba sino por lo que él nos advertía como camelos que él desvelaba.

Para quienes hemos trabajado con él, y en cierto sentido a sus órdenes, pues tenía la autoridad moral y profesional para hacerlo, esta pérdida es una enorme herida. Cuando uno de nosotros le escribió hace días para darle las gracias por sus palabras de homenaje a Mena, respondió así: “Gracias por tan buen aliento”. Él fue para nosotros un aliento mayor, un maestro.

Sus publicaciones, de Carducho a Barceló

Entre las numerosas publicaciones de Francisco Calvo Serraller destacan Edición crítica de Los diálogos de la pintura de Vicente Carducho 1633 (1979), Teoría de la pintura del Siglo de Oro (1981), El Guernica de Picasso (1981), España: medio siglo de arte de vanguardia: 1939-1985 (1985), Imágenes de lo insignificante. El destino histórico de las vanguardias en el arte contemporáneo (1987), Del futuro al pasado. Vanguardia y tradición en el arte español contemporáneo (1989), Artistas españoles entre dos fines de siglo: de Eduardo ­Rosales a Miquel Barceló (1991), Velázquez (1991), La senda extraviada del ­arte (1992), Enciclopedia del arte español contemporáneo (1992), Escultura española actual (1992), Breve historia del Museo del Prado (1994), El Greco (1995), La imagen romántica de España. Arte y arquitectura del siglo XIX (1995), El siglo XIX en el Museo del Prado (1996), Las meninas de Velázquez (1996), Goya (1996), Rafael (1997), Paisajes de luz y muerte: la pintura española del 98 (1998), El arte contemporáneo (2001), Miquel Barceló. El taller de esculturas (2002) o La constelación de Vulcano. Picasso y la escultura del hierro del siglo XX (2004).

Guirao: "Uno de los historiadores más brillantes"

El ministro de Cultura y Deporte, José Guirao, ha lamentado la muerte de Calvo Serraller en un comunicado: “Es una pérdida enorme para la historia del arte en España y para el mundo del arte. Ha sido uno de los historiadores del arte más brillantes, un crítico de arte excepcional y un magnífico profesor universitario”, ha dicho.

Para Guirao, con su fallecimiento, “desaparece uno de los más destacados representantes de la generación que a finales de los setenta y ochenta marcaron la imagen y la trayectoria del arte contemporáneo español, de su internacionalización y de la crítica del arte internacional que en aquellos años empezó a llegar a nuestro país".

Por su parte, el Museo del Prado ha hecho constar su profundo pesar por el fallecimiento. "Deja una huella imborrable en todos los que trabajamos con él y una impronta señera en la institución que él situó en el lugar que se encuentra hoy". El comunicado de la pinacoteca subraya "su capacidad intelectual, su talento, su fuerza a la hora de motivar equipos y la brillantez conceptual con la que adornaba cualquiera de sus proyectos merecen hoy ser recordados".

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