_
_
_
_
_
LA JAULA DE LAS LOCAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una espléndida química

Àngel Llàcer e Ivan Labanda ponen en pie al Tívoli barcelonés encabezando el reparto del musical 'La jaula de las locas', el clásico de Jerry Herman y Harvey Fierstein

Escena de 'La Jaula de las Locas'.
Escena de 'La Jaula de las Locas'.DAVID RUANO
Marcos Ordóñez

Algunos me dicen que La jaula de las locas es un musical pasado de moda. Podría ser, pero hay que ver con cuánta alegría sigue conectando. Por eso se ha repuesto tanto y ahora relumbra en el Tívoli barcelonés. ¿Que las canciones resultan un poco a la vieja usanza de Broadway? No tengo ningún problema con eso: son tarareables, bailables e incluso desfilables, por algo llevan el sello de Jerry Herman, el creador de Hello, Dolly (1964) y Mame (1966), dos damas “de escalinata” y con maneras de drag queens encubiertas. Albin Zaza cierra ese trío de reinas.

Fue una apuesta valiente de Herman (música y letras), y de Harvey Fierstein, que adaptó el vodevil de Jean Poiret (La cage aux folles, 1973), todo un éxito en Francia, pero de arriesgada acogida en Nueva York. Aunque hizo 1.760 funciones en el Palace y se llevó seis Tony en 1983, el público conservador, la mayoría en pleno despegue de la era Reagan, podía arrugar la ceja ante Albin y George, dos protagonistas homosexuales, y su hermosa idea de familia, aunque fueran (Herman era precavido) lejanos franceses. Tal vez fue la última alegría gay de los ochenta en Broadway, antes de que llegara la atroz nube negra del sida.

La empresa Nostromo Live, que ya estrenó Casi normales, ha presentado una gran producción: dos horas y media, 13 canciones, 12 actores, 12 bailarines y 8 músicos. Roser Batalla y Roger Peña firman las versiones con su talento habitual. Àngel Llàcer y Manu Guix dirigen el espectáculo como si tuvieran entre manos un juguete nuevo. Andreu Gallén está al frente de la efervescente orquesta. Ivan Labanda, al que veía una cierta propensión a la blandura, está estupendo como Georges, el dueño del cabaret de Saint-Tropez y pareja de Albin, con el aire de un joven Jean-Pierre Aumont. Canta con vuelo romántico y una voz preciosa, y se luce en Canción de la playa, que tiene ecos melódicos entre Francis Lai y Michel Legrand. Y Àngel Llàcer arrasa como Albin, el papel de su vida, con una voz potentísima, muy bien matizada, y un humor ácido y tierno que coloca de maravilla. Brilla en las escenas de pareja y se mete al público en el bolsillo haciendo pasarela según las grandes escuelas de El Molino y La Cubana. Además del tema estelar del cabaret, su numerazo es Soy lo que soy, el combativo himno a la libertad que cierra a lo grande la primera parte y pone al teatro en pie.

Hay una espléndida química entre Llàcer y Labanda. Nunca les he visto mejor ni más entregados: esos roles les durarán como relojes de marca. También muy flexible la voz (Con Anne junto a mí) de Roc Bernardí, un joven actor con encanto, que interpreta a Jean-Michel, el hijo de la pareja.

Me parecieron inmejorables las caracterizaciones de Helena Fendy y Marta Ferrer, el lujoso vestuario de Miriam Compte y el sonido de Roc Mateu. Ojo: diría que en la última parte, la potencia orquestal cubre un poco las voces. Los cambios de vestuario son vertiginosos, y hay un claqué rotundo, pero creo que a las coreografías de Aixa Guerra todavía les falta algo más de electricidad y brillo. Quizás también el problema de las “pajaritas” es que les escribieron poco texto y no salen del estereotipo: están pidiendo salpimentación con nuevas frases. El aire de farsa loca que Poiret y Fierstein dieron a la segunda parte queda aquí un tanto a caballo entre zarzuela cómica y La tía de Carlos (a las puertas de La viejecita).

Yo creo que la farsa loca hay que llevarla muy alta, muy en bandeja, para que no se caiga. Hay tropiezos de ritmo y chistes facilones: deberían ser gloriosamente facilones para que funcionaran. Otro problema: los decorados de Enric Planas están muy bien para el mundo de La cage, aunque el escenario del Tívoli es muy grande y parece que Albin y George vivan en una casa deshabitada. José Luis Mosquera y Mireia Portas encarnan con sobriedad al matrimonio conservador; muy natural Anne (Lucía Madrigal), la novia de Jean-Michel. Ricky Mata (Jacob, el mayordomo/doncella) tiene un salero a lo Alan Cumming, y el público lo agradece. Llàcer, ay, flojea en el personaje del tío Al, rozando lo inverosímil, pero vuelve a ascender hacia la cumbre en el tercio final: La vida empieza hoy, que brota inesperadamente en el restaurante, es un chute de optimismo que pone a cantar a todo el mundo, y nos va llevando hacia el gran aplauso.

¡Qué gusto da ir al teatro, verlo lleno de gente feliz y augurarle a la función un exitazo! La jaula de las locas se representará en el Tívoli hasta finales de febrero de 2019. Luego, me dicen, irá a Madrid. Y después, larga gira por España. O sea, hay musical para rato.

La jaula de las locas. Música y letras: Jerry Herman. Libreto: Harvey Fierstein. Dirección: Àngel Llàcer y Manu Guix. Teatro Tívoli. Barcelona. Sin fecha de salida.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_