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El misterio de ‘Bella Ciao’

La canción de los partisanos italianos se ha convertido en un himno universal de desafío

Diego A. Manrique
Los miembros de Open Arms cantan 'Bella Ciao'.
Los miembros de Open Arms cantan 'Bella Ciao'.

Suelen decir los compositores que, inevitablemente, sus obras más famosas dejan de ser suyas. ¿Una boutade? No. En un sentido amplio, las canciones terminan siendo propiedad de sus usufructuarios, que modifican el sentido original según sus necesidades, sus circunstancias. Eso sugiere el video en el que la periodista Gabriela Sánchez muestra la alegría de los inmigrantes del barco Open Arms, que tararean y bailan desaforados el Bella ciao, himno de los partisanos italianos en los años finales de la Segunda Guerra Mundial.

Un producto de la oscura alquimia del folklore, un proceso particularmente enrevesado en este caso. Buscando simetrías políticamente rentables, se dijo que Bella ciao había nacido en los arrozales del Valle del Po, donde las recolectoras lo entonaban para lamentar la pérdida de su juventud en las duras labores del campo (recuerden la película Arroz amargo, con Silvana Mangano). En realidad, puede que ocurriera exactamente al revés, que el canto de aquellas mujeres derivara del himno guerrillero.

Lo cierto es que no existen concepciones inmaculadas en la música tradicional. Bella ciao tiene varios precedentes; destacan las similitudes con la melodía y el acelerado desarrollo de una pieza instrumental llegada del Este, Koilen, que interpretaban tanto músicos judíos como gitanos. La letra, eso sí, refleja el idealismo de los italianos que se echaron al monte en 1943 para luchar contra los alemanes: "una mañana me levanté / y encontré al invasor". Aquellos jóvenes urbanos no eran contrincantes para la eficaz Wehrmacht; a la larga, terminaron protagonizando una brutal guerra civil con las fuerzas fascistas de la República de Salò.

No era el único cántico de los guerrilleros, que también entonaban Fischia il vento y otras piezas belicosas. Pero los italianos llevaron Bella ciao al Festival Mundial de la Juventud de Praga, en 1947, y allí comenzó su internacionalización. Llegaron lecturas tan emblemáticas como la de Yves Montand, nacido en la Toscana. Más adelante, se convertiría en favorita de bandas de punk rock y cantautores antifascistas: está garantizado el canto colectivo a pleno pulmón y la consiguiente catarsis.

Sin embargo, el pico máximo de popularidad de Bella ciao es reciente: suena en varios momentos de La casa de papel (2017), la ficción de Àlex Pina sobre un asalto a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre en Madrid; se supone que el abuelo del cerebro del golpe, El Profesor, luchó con los insurgentes en el norte de Italia. La serie de Antena 3, adquirida por Netflix, se ha convertido en fenómeno global durante el presente año. De rebote, salieron numerosas versiones de Bella ciao en Europa y América, en rap o destinadas directamente a las discotecas.

A pesar de su banalización, Bella ciao conserva todo su poder simbólico. A principios de junio, en el aeropuerto romano de Fiumicino, un grupo de sindicalistas reconoció al Ministro del Interior, el ultraderechista Matteo Salvini. Instintivamente, como reproche a su xenofobía, le cantaron Bella ciao. El político intentó responder con un himno del tiempo de Mussolini pero le tapó el coro improvisado de los viajeros.

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