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Cuatro hermanos solos en una cuneta

El dramaturgo Gon Ramos estrena ‘La familia No’, un íntimo viaje a la infancia y a la relación fraternal en un montaje en el que el tiempo se detiene y planea el abandono

Emilio Gómez, encima del automóvil, y, desde la izquierda, Eva Llorach, Fabia Castro y Jacinto Bobo, ayer en un ensayo.
Emilio Gómez, encima del automóvil, y, desde la izquierda, Eva Llorach, Fabia Castro y Jacinto Bobo, ayer en un ensayo.inma flores
Rocío García

Un ilusionante viaje a la playa que acaba en una cuneta, con cuatro hermanos abandonados en un coche frente a un incierto futuro. El tiempo se detiene y aparecen los juegos infantiles, los cambios de personajes, las ilusiones perdidas. La familia No indaga en el mundo de la infancia y la relación fraternal en un montaje escrito y dirigido por Gon Ramos, uno de los dramaturgos de mirada más novedosa del panorama teatral en España.

Tras los éxitos de crítica y público de sus dos anteriores funciones, Yogur piano, recientemente programada en el Centro Dramático Nacional, y Un cuerpo en algún lugar, que se representó en el Teatro Pavón Kamikaze, de Madrid, Gon Ramos (Madrid, 1989) busca la intimidad del espacio para situar al espectador de manera frontal y muy directa en el centro de sus reflexiones sobre el hecho de madurar y enfrentarse a los ideales que uno deja atrás.

La familia No es un texto fruto de meses y meses de investigación con los propios actores de la función —Jacinto Bobo, Fabia Castro, Emilio Gómez y Eva Llorach— escrito a capas, pieza a pieza, de manera lenta y probando muchas cosas. “Es una obra afianzada en las relaciones fraternales más que en una fábula sobre la infancia”, explicaba ayer el autor y director durante la presentación de la función, que tras su paso por el Festival Surge de Madrid se estrena hoy en el Teatro Fernán Gómez, donde se representará hasta el próximo 8 de julio.

La obra, una producción de la compañía Kendosan, narra la situación de cuatro hermanos, menores de 10 años, que se quedan solos en un automóvil, cuando sus padres les anuncian que se van a acercar a una gasolinera a comprar provisiones. Los padres no vuelven y los hijos buscan en los juegos, unos más crueles que otros, y se detienen en la vida ideal de cada uno de ellos y cómo esa situación de abandono va cambiando sus papeles y sus personalidades.

Nuevas relaciones

“He querido poner el foco en lo que significa ser hermano desde que somos niños y cómo esas relaciones se van construyendo en el tiempo e investigando en todas las posibilidades fraternales”, asegura Ramos, hijo único con dos hermanastros con los que mantiene una relación muy particular, entre la cercanía y la distancia.

No existe en la obra un planteamiento al uso de personajes teatrales. Son actores adultos que hacen de niños y niños que se preguntan y cuestionan sobre el viaje de la infancia a la madurez. La obra, con una estructura más asociativa que narrativa, es un largo interrogatorio también acerca de un futuro inseguro y desconocido. ¿Llegarán finalmente a la playa? ¿Podrán jugar con los soñados castillos hinchables? ¿Volverán a ver a sus padres? “La vivencia en esa cuneta es de abandono total y los niños ocupan ese tiempo con juegos en un intento de cubrir esa espera angustiosa. Es una situación terrible sobre cómo funciona el tiempo en la cabeza de un niño. Sus edades se transforman y modifican, las relaciones cambian y la frontera entre la ficción y la realidad se pone en entredicho”, añade Gon Ramos, que se fue a Buenos Aires (Argentina) a formarse como dramaturgo, tras intentar dos veces entrar en la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático). Desde su vuelta a Madrid, hace tres años, sus obras representadas han cosechado grandes éxitos.

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