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Tribuna
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El gato de Yeats

Los poemas de Baudelaire sobre gatos son exactamente lo que los humanos deseamos leer sobre esos animales

Mi gata Nini ha descubierto un libro de W. B. Yeats, el gran poeta irlandés. El orden de la biblioteca donde lo encontró tiende a ser arbitrario. Yeats está entre John Ashbery y Cavafis, cuyas obras, hasta el momento, no despertaron su interés. El tomo de Yeats es realmente lindo: tapas duras, encuadernadas en tela roja, con sobrecubierta de listones verdes y negros; y en el medio, una bella fotografía de Yeats, tres cuartos de perfil con un mechón que cae sobre la frente, la mirada reconcentrada, el mentón firme y el óvalo de la cara perfecto, sobre el cuello de la camisa blanca y la corbata de moño. Pero estoy segura de que esas cualidades no fueron las que encendieron la atención de Nini, sino el señalador rojo sobre la madera blanca de la biblioteca. Primero observé, durante varios días, que la gata estaba jugando con esa cintita roja. Pero ayer, para mi siempre renovado asombro ante sus hazañas, la gata había logrado sacar el libro del estante y estaba mordisqueando dulcemente los cantos dorados.

De inmediato pensé que Nini podría haber elegido, en cambio, el tomo de las Obras completas de Baudelaire, que incluye tres famosos poemas dedicados a los gatos. Pero, claro, la edición, que está en un estante próximo a la de Yeats, no tiene señalador ni cantos dorados. Mi gata proviene del fondo de la miseria urbana. La encontraron unas rescatistas debajo de un montón de perritos pardos, también miserables, todos destinados a ser aplastados y terminar en la basura. La llevé a mi casa hace justo un año y, desde entonces, se ha convertido en un animal alargado, de aire aristocrático y talante agresivo. Tiene grandes orejas triangulares y ojos redondos.

Cuando la sorprendí ocupada en destruir el libro de Yeats, yo no recordaba que el gran irlandés hubiera escrito sobre algún gato. Busqué en el índice y allí estaba The Cat and the Moon, en la página 234 de la edición de Collector’s Library, que Nini había comenzado a hojear con la mezcla de concentración, espíritu maligno y esa displicencia propia de su estirpe. Llegué a la obvia conclusión de que no se apoderó de Baudelaire porque los gatos suelen ser destructivos, pero también perezosos y, por tanto, no siempre eligen las tareas más difíciles. Mover el tomo de Baudelaire habría sido un trabajo que requería más fuerza de la que Nini estaba dispuesta a utilizar. Por otra parte (me dije), los poemas de Baudelaire sobre gatos son exactamente lo que los seres humanos deseamos leer sobre esos animales indescifrables. Los toman en serio y les reconocen el aura de misterio que es tan fuerte como su sensualidad y su belleza.

Yeats describe un gato turbio, con dobleces, traicionero y retorcido. Es decir, lo que para algunos es un verdadero gato, un animal independiente hasta el desagradecimiento y solo movido por sus deseos, necesidades e intereses

Mi gata Nini seguramente buscaba otra cosa. Y el tomo de los poemas de Yeats tenía lo que buscaba, aunque yo misma no lo supiera y ella tampoco. Vamos entonces a la página 234. Como dije, el título es The Cat and the Moon. Nada nuevo, o ¿acaso el gato y la luna no son un lugar común tan visitado como la comarca misteriosa de los gatos hechiceros y enigmáticos? Sin embargo, el poema de Yeats, que parece muy convencional en su reunión de un gato y la luna, llama la atención por el nombre del animalito: Minnaloushe. Todas las explicaciones van para el lado de que Minna era el nombre de una hija de Yeats. Pero la palabra tiene su doblez: loushe puede sonar como louche, turbio en francés y en inglés. Un gato turbio, con dobleces, traicionero y retorcido. Es decir, lo que para algunos es un verdadero gato, un animal independiente hasta el desagradecimiento y solo movido por sus deseos, necesidades e intereses.

Sobre las virtudes y vicios de los gatos, el neoyorquino Carl Van Vechten escribió en 1919 El tigre en la casa, un libro reiterativo pero exhaustivo donde no figura el poema de Yeats, precisamente porque fue compuesto en la misma y lejana fecha. El libro de Van Vechten acaba de ser publicado por Editorial Sigilo y Hueders.

Mi gata Nini me echaría en cara si me sustraigo a la responsabilidad de traducir el poema gatuno de Yeats, especialmente difícil por su sonoridad aguda y su ritmo corto. Acá van algunas líneas: “El gato va de aquí para allá / mientras la luna como un trompo gira / y el gato, familiar cercano, / se desliza y la mira. / … sus pupilas / pasarán de una luna a otra / de creciente a redonda / de redonda a creciente / ¿lo sabe Minnaloushe o lo presiente? / Minnaloushe se arrastra sobre la gramilla / solitaria, sabia e importante / fijos en la cambiante luna / sus ojos también cambiantes”.

Cuando Nini eligió sacar el libro del estante, su gesto me advirtió que yo no conocía bien ni siquiera lo que tenía en mi biblioteca; que mi irresponsabilidad de lectora ni siquiera respetaba un libro comprado en una librería de Dublín, ciudad que recorrí honrando a Joyce (de Beckett no busquen mucho allí, porque todo es itinerario del Ulises y gigantografías de Yeats, tan hermosas que nada puede reprocharse). Mi gata, en cambio, al parecer estaba al corriente de que el libro incluía un poema sobre ella misma. Los gatos son narcisistas.

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