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ENTREVISTA | LAURENT CANTET

“¿Manuel Valls a Barcelona? Todo para ustedes”

El cineasta francés aborda problemas como el terrorismo, el auge de la extrema derecha y la literatura en la hermosa película 'El taller de escritura'

Ferran Bono
Laurent Cantet, el pasado abril en Madrid.
Laurent Cantet, el pasado abril en Madrid.Samuel de Roman (Getty Images)
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El miedo cotidiano que provoca el terrorismo, el negro futuro de los jóvenes, el auge de la extrema derecha, el racismo, el paro… Son problemas graves, candentes, que se abordan en una película, sin embargo, muy bella. Porque El taller de escritura, estrenada hace un par de semanas en España, transcurre en la Provenza, en las calas cercanas a Marsella, entre pinos que se asoman al Mediterráneo. Y porque su director, Laurent Cantet (Melle, 1961) vuelve a lanzar, 10 años después de La clase, con la que ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes, una mirada humanista, sin adoctrinar, sobre un grupo de adolescentes conflictivos que tiene que escribir como terapia una novela coral en un taller impartido por una reconocida novelista. Una mirada que no deja de ser política, apunta este prestigioso cineasta, siempre comprometido con temáticas sociales, autor de largometrajes como Recursos humanos, El empleo del tiempo o Regreso a Ítaca.

Pregunta. Empezó a escribir El taller de escritura hace 20 años, ¿ha cambiado mucho el guion por los acontecimientos?

Respuesta. En la primera versión ya había un taller de escritura, pero el mundo de ahora es muy diferente del de hace 20 años y las preocupaciones de los jóvenes y las mías son muy diferentes. Aquí, ahora, se enfrentan a un momento de la historia inédito, incluso impensable. Tiene muy pocas posibilidades de proyectarse en el futuro. Socialmente no hay aperturas. Se enfrentan a un mundo mucho más violento en el que hemos crecido. Un mundo en el que el miedo se ha impuesto, el miedo de los acontecimientos, de los atentados, que a su vez ha desencadenado el miedo al otro, al del frente. La sociedad se ha dividido en pedazos,

P. ¿Más que hace 10 años, cuando estrenó La clase, también protagonizada por adolescentes?

R. Mucho peor que hace 10 años. Me da la impresión de que sí. Las cosas se han endurecido. El guion fue cambiando, primero con el ataque terrorista de Charlie Hebdo, después el de Bataclan, y justo antes de rodar el de Niza. La primera versión abordaba el tema con más pudor, menos abiertamente. Pero me dije a mí mismo que ese pudor no me sirve de nada. Debo mirar las cosas de frente y lo confirmaron los jóvenes cuando empezamos a ensayar. El tema estaba dentro de ellos. Uno me dijo ‘cuando salgo a la calle tengo miedo’.

P. ¿Qué sucedió en ese rodaje?

R. Tuvimos enfrentamientos duros entre los jóvenes porque los argumentos que defendían eran a veces poco defendibles, porque había uno de ellos que era un antisistema total con teorías del complot. Me sacaba de quicio. Hablamos mucho y noté que era complicado pero creo que todo el trabajo que hicimos le permitió también reflexionar sobre sus ideas.

P. Usted creció en los setenta. ¿Era un tiempo más feliz, habías más esperanzas para los jóvenes entonces?

Los protagonistas de la película Franck Libert y Matthieu Lucci en un fotograma.
Los protagonistas de la película Franck Libert y Matthieu Lucci en un fotograma.

R. Había más posibilidades de soñar, de pensar en tener un futuro. El ascensor social todavía funcionaba en aquella época. También había una sensación de que iban a pasar cosas buenas, había esa sensación de poder vivir de forma más arriesgada. Hoy, los jóvenes que conocí para hacer el casting están en una precariedad tremenda. Solo con trabajitos de una semana, viven en casa de sus padres. Y esa precariedad no se notaba tanto hace 30 años.

P. Su película está interpretada por adolescentes que se apuntan al taller social para cumplir con un trabajo de reinserción social, con padres humildes, trabajadores, algunos parados. Pero la acción transcurre en un ambiente mediterráneo atractivo, apacible. Se reúnen en la casa frente al mar de la escritora. Hay una contraposición entre el taller de escritura y el mundo real de esos adolescentes, ¿no?

R. Tenía muchas ganas de rodar en la ciudad desde hacía años por la historia de la ciudad (La Ciotat, al sur de Francia, cercana a Marsella), sus astilleros, es una ciudad muy rica. Y también quería indagar en la mirada más íntima que Antoine, el protagonista, ver su mundo a través de sus paisajes. Es una película con mucho ambiente y porque tenía ganas de ese final de Antoine, bajando por las rocas de la cala en la escena del final con el claro de luna impresionante… Me da la impresión porque más allá de todo el trabajo intelectual que aporta Antonie al taller de escritura, siento también que es una forma muy literaria de hacer que él sienta su relación con el mundo. También es un paisaje que conocí de muy joven. Estudié en Marsella y esa sensación de extrañeza cuando iba a pasear por las calas es algo que me marcó profundamente.

P. Usted ha comentado que evitar adoptar un punto de vista, sino dejar hablar a la gente, sin querer transmitir un mensaje…

R. Porque yo frente al mundo también me hago preguntas.

P. Su punto de partida es humanista. Se pueden comprender el conflicto y los problemas de los personajes, de los inmigrantes negros, de los marroquíes… Eso también es un punto de vista ideológico o político.

R. Sí, claro. Pero lo que me gusta hacer realmente es dejar que la gente vea y que luego saque las conclusiones. Yo muestro, primero, y quiero que las conclusiones sean muy abiertas. También creo que esa es una posición política y lo que intento cada vez es evitar que la película sea demasiado didáctica.

P. En la película se habla del auge de la extrema derecha en una ciudad obrera en la que ha habido un gran trasvase devotos comunistas a Marine Le Pen…

R. Era un bastión comunista en Francia. Ahora Le Pen sacó el 42% en la segunda vuelta. En fin…

P. Por cierto, ¿sabe que se ha propuesto (por parte de Ciudadanos) a Manuel Valls, ex primer ministro francés, barcelonés de nacimiento, como posible candidato a la alcaldía de Barcelona?

R. ¿Valls a Barcelona? Todo para ustedes, llévenselo, no hay problema. En Francia está acabado. Salió escaldado. En Francia se descubrió su ambigüedad. Jugó a dos cosas.

P. ¿Y con otra reconocida política francesa de origen gaditano, Ana Hidalgo, la alcaldesa de París, no pasa eso?

R. Es una mujer que tiene convicciones muy fuertes pero su defecto quizá sea el de muchos políticos: ser un poco autoritaria en la forma en que ofrece las cosas. Se la critica más por sus métodos que por lo que propone.

P. Parte de la opinión pública considera a Macron como la esperanza de Europa. ¿Comparte esa opinión?

R. No. Me parece terrible, porque consigue lo que quiere, las leyes, porque es seductor, simpático, tiene una imagen que comunica muy bien. Llega una momento en que las cosas van un poco mejor y se aprovecha de eso Y que estábamos en un momento en que los hemos intentado todo y nada ha funcionado. Y Francia es un país profundamente reaccionario y ahí da la posibilidad de expresar esa cosa reaccionario sin ser catalogado como tal. Hay algo hipócrita en su discurso.

P. Rodó en Cuba Regreso a Ítaca, basada en una obra de Leonardo Padura. ¿Cómo ve la situación de la isla?

R. Hace tres años que no he ido pero pienso volver pronto pero tengo muchos amigos allí. Todos me transmiten que están desmoralizados, pensando que las cosas no evolucionan mucho. Más allá de las cosas simbólicas nada se mueve. Ahora Raúl ha sido reemplazado por una copia totalmente del sistema castrista, pero más joven, el que ha sido siempre el primero de la clase.

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Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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