La soledad sin censura

'Laura o la soledad sin remedio' es la última de las grandes novelas de Baroja y la mejor de cuantas escribió sobre la Guerra Civil

21 mar 2018 - 18:18CET

Laura o la soledad sin remedio es la última de las grandes novelas de Baroja y la mejor de cuantas escribió sobre la Guerra Civil. La acabó en París, en abril (o mayo) de 1939, y en octubre salió la edición argentina; en 1942, la española, que es la que se ha reproducido siempre. El prólogo de Miguel Ángel García de Juan consigna oportunamente algunas desemejanzas entre ambas y, en la de 1942, las supresiones de un capítulo entero (un sacerdote embaraza a una muchachita española refugiada en París) y de algunas alusiones mordaces al comportamiento de personajes nazis, todo lo cual ha sido puntualizado o restituido en buena hora por su editor. Pero lo tachado tampoco añade mucho a la desazón, la incertidumbre y la amargura que respira este relato que se trenza sobre la peripecia de dos mujeres, Laura y Mercedes, ambas huidas de Madrid a París. La segunda, más fuerte y resoluta, afronta el nacimiento de su hijo, fruto de una violación (que quizá no lo fue del todo) por parte de un anarquista y emigra de Europa a Estados Unidos; la primera aceptará el matrimonio que le ofrece Nicolás Golowin, un hombre de poco carácter que “no sentía antipatía ni odio por nadie”. Su hijo nace al final de la novela y Laura le susurra: “No sé qué querría más, que fueras un bruto feliz o que tuvieras como yo esta tristeza de sentirse siempre solo y sin consuelo”. En el poblado mundo femenino de Baroja, Laura Monroy, estudiante de Medicina, comparte la insatisfacción y la debilidad fatalista de sus hermanas espirituales: la María Aracil de La dama errante o la Sacha Savarof de El mundo es ansí. El trazo de ese personaje cautivador y desgraciado es una razón de peso para volver sobre este libro —más olvidado de lo que merece—, que es un nervioso retrato del mundo de desorientados, crédulos y fanáticos de la Europa de entreguerras. Debemos la restitución de Laura a Miguel Á. García de Juan, autor en 2008 de una monografía sobre las novelas parisienses de Baroja; la oportuna idea de su rescate es de Pío Caro-Baroja, ahora al timón de la editorial Caro Raggio.

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