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El Louvre busca a los propietarios de obras robadas por los nazis

El museo crea dos salas permanentes donde exhibirá los cuadros usurpados a familias judías durante la Segunda Guerra Mundial para que los herederos puedan identificarlas y reclamarlas

Álex Vicente
Un cámara filma en una de las salas dedicas a las obras robadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Un cámara filma en una de las salas dedicas a las obras robadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.Christophe Ena (AP)

Se trata de una iniciativa inédita desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En un rincón discreto, pero pegado a uno de los ejes más transitados del ala Richelieu, entre la galería dedicada a Rubens y la que expone la obra de Poussin, el Museo del Louvre acaba de crear dos nuevas salas con un contenido peculiar. Las 31 obras que cuelgan de sus paredes tienen estilos, procedencias y niveles de calidad distintos, desde un apacible paisaje de Théodore Rousseau hasta un retrato femenino de Élisabeth Vigée-Le Brun, pintora oficial de María Antonieta. Tienen en común que todas fueron expoliadas por el ejército alemán a familias judías francesas durante la Segunda Guerra Mundial. Y luego encontradas, al terminar el conflicto, en el museo de Hitler en Linz o en la colección de Hermann Göring, el principal usurpador de arte en las filas del nacionalsocialismo.

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Entre 1940 y 1945, los nazis usurparon unas 100.000 obras y objetos en territorio francés. Al final de la guerra, se logró repatriar a unas 60.000, de las que 45.000 fueron identificadas y devueltas a sus propietarios. Hoy, todavía quedan 2.100 si atribución. El Louvre custodia unas 1.700, de las que 800 son pinturas. Un tercio de ellas se encuentra físicamente en sus reservas, mientras que el resto fue distribuido en otros museos del resto del país. Si en la primera posguerra las devoluciones se hicieron por millares, el ritmo bajó considerablemente a partir de 1950. Desde entonces, solo medio centenar de obras se han reencontrado con sus propietarios.

“A veces, se nos ha acusado de querer quedárnoslas. En realidad, se han hecho muchas cosas para que no sea así”, explica el director del departamento de Pintura del Louvre, Sébastien Allard, durante una visita por estos nuevos espacios. “Para evitar ese tipo de críticas se crean salas como estas. Nuestro objetivo es restituir todo lo que podamos. Somos conscientes de que esas obras no nos pertenecen”, añade Allard. De las salas de la exposición permanente cuelgan 76 obras más. En sus cartelas figura el epígrafe MNR (Museos Nacionales Recuperación, programa para las obras rescatadas tras la guerra), además de una inscripción que deja claro cuál es su origen: “Obra confiada a la custodia del museo, a la espera de su restitución a sus propietarios legítimos”. Las obras catalogadas como MNR, como la Cabeza de leona, de Géricault o El bosque, de Boucher, no pueden salir de Francia y no figuran en los listados de las colecciones públicas. Oficialmente, solo están de paso.

El objetivo de esta nueva galería es facilitar su identificación por parte de los propietarios o sus herederos. Si eso ocurre, deben reclamarlas como propias ante la Dirección General del Patrimonio, aunque el proceso puede ser lento y tortuoso. En 1999, el Estado creó una comisión independiente que se encarga de comprobar el origen de las obras y verificar la identidad de sus dueños. Estos deben presentar pruebas como recibos de compra, inventarios de época o fotografías donde aparezca el objeto en cuestión. “Suelen considerar que es un proceso largo, pero es un auténtico trabajo de orfebrería. Hay que devolver la obra correcta a la persona adecuada y eso suele ser extremadamente difícil”, justifica Vincent Delieuvin, jefe del departamento de Pintura Italiana en el Louvre y miembro de un grupo de trabajo constituido en 2013, que reúne a 30 representantes de museos franceses, encargados de analizar la procedencia de estas obras.

Los descendientes de los expoliados han saludado el gesto del Louvre, aunque consideran que llega tarde y que resulta demasiado tímido. “Es mejor esto que nada, pero podría ser más ambicioso”, afirma Alain Monteagle, profesor de historia jubilado y antiguo teniente de alcalde de Montreuil, en la periferia obrera de París. Monteagle lleva más de una década intentando recuperar la colección de sus tíos bisabuelos, John y Anna Jaffé, confiscada y vendida por los nazis en 1943. En ella figuraban obras de Goya, Rembrandt o Turner. De momento, ha logrado identificar una decena de lienzos gracias al catálogo de Rose Valland, la conservadora que arriesgó su vida tomando notas clandestinas sobre las piezas robadas por los nazis (que inspiró el personaje de Cate Blanchett en la película Monuments Men).

Tras una larga investigación sufragada por su familia, Monteagle ha logrado que el Estado francés le devuelva cuatro obras. Entre ellas, un lienzo del veneciano Guardi que se encontraba en un museo de Toulouse. Sin embargo, considera que la iniciativa tendría que correr a cargo de las autoridades públicas y no de simples ciudadanos. “El Estado tiene los medios suficientes para contratar a genealogistas que busquen al descendiente del último propietario de cada cuadro antes del expolio. Es algo que se empieza a hacer en casos puntuales. La pregunta es por qué no se ha hecho hasta ahora. La restitución nunca ha sido una prioridad”, sostiene.

Breve historia de la restitución

Las obras no reclamadas a partir de 1954, cuando terminó una gran exposición pública en la ciudad francesa de Compiègne, fueron vendidas o integradas, con carácter temporal, en las colecciones públicas francesas. Pero, a partir de entonces, se produjo “un abandono de toda búsqueda de los propietarios de estas obras”, según un informe sobre el expolio a los judíos encargado por Lionel Jospin en 1997. Un año después, Francia firmaba, con otros 43 países, la Declaración de Washington, con la que se comprometía a restituir las obras robadas por los nazis.

Desde entonces, los gestos han sido excesivamente discretos, como varias comisiones parlamentarias se han encargado de recordar. "No es normal que las familias estén obligadas a investigar y luego a mendigar a los museos. Es el Estado quien debe encontrar a los propietarios", sostuvo en 2013 la entonces ministra de Cultura, Aurélie Filippetti. Pese a todo, Francia ha devuelto obras como Cabeza de mujer, de Picasso, restituida en 2003, y Sol de otoño, de Schiele, en 2005. En los últimos meses, se han sumado a esa lista un lienzo del cinquecento, a cargo del Parmigianino, y un dibujo de Tiepolo que el Louvre conservaba desde 1951.

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Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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