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Blogs / Cultura
Elemental
Coordinado por Juan Carlos Galindo
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El peligro de los hombres poderosos

En enero de 2016, Sarah Vaughan se sentó a escribir 'Anatomía de un escándalo'. Nunca imaginó el parecido que, dos años después, tendría con la realidad

Pexels
Isabel Valdés

Zapatos de charol lustrados, copas con un par de hielos que podrían costar 30 euros al lado del Támesis, el eco de los pasillos del Palacio de Westminster. El sentimiento de pertenencia a una hermandad durante los años de universidad, cenas en casas de barrios residenciales con jardín y au pair. Apariencias. Maletines, despachos, privilegios. Y el poder como excusa, escudo e hilo conductor de una historia que dibuja a aquellos que creen que tienen permiso para cualquier cosa, en cualquier momento. En este caso, la de un secretario de Estado que se enfrenta a una denuncia por violación. Sarah Vaughan se sentó a escribir Anatomía de un escándalo (Roca, 2018) en enero de 2016, nunca imaginó que su publicación (en España acaba de salir a la venta) iba a coincidir y encajar a la perfección con una realidad que, por constante, ha dejado incluso de sorprender: la de las denuncias por abusos sexuales cometidos por esos hombres con poder.

¿Quién es Sarah Vaughan?

En realidad se llama Sarah Hall, aunque decidió cambiar su apellido con la publicación de su primer libro (The Art of Baking Blind, Hodder, 2014): ya había una escritora con ese nombre. En 2016 escribió The Farm at the Edge of the World y Anatomía de un escándalo es su primer thriller. Algo más de cuatro décadas antes, Vaughan creció en Exeter: "Una hermosa pero provincial zona de Inglaterra". Sufrió acoso escolar —"buen entrenamiento para un novelista, pero doloroso en aquel momento"—, fue una lectora voraz (leyó Jane Eyre con nueve años y a Jane Austen con 13), tocó la flauta de forma casi obsesiva, y siempre se sintió diferente. Sus padres se divorciaron y aquello la apegó aun más a su hermana. Fue Oxford lo que la hizo sentir que "encajaba". Después, un curso de periodismo, prácticas en Press Association y 11 años en The Guardian. Con la llegada de su segundo hijo decidió ser freelance y comenzó a escribir ficción.

Ahora se levanta sobre las 6.30, pasea al perro y lleva a los niños a la escuela, escribe cada día y las redes sociales se llevan buan parte del día. Lee: las pruebas de su siguiente proyecto, otras novelas, y periódicos. "Ahora estoy con Canción dulce, de Leila Slimani, es cruda y dura y desgarradora. Justo antes estuve con El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith, y un par de thrillers que van a salir este año, Let Me Lie, de Clare Mackintosh, en marzo y Our House, de Louise Candlish, en agosto. Me encantan Hilary Mantel, Kate Atkinson, Maggie O'Farrell, Sarah Winman, entre los autores modernos; y Liz Nugent y Sabine Durrant como escritoras de suspense.

Donald Trump, Harvey Weinstein, David Copperfield, Woody Allen, Dieter Wedel, Casey Affleck, Aziz Ansari... Y la última, los 360 hombres de la city londinense —entre ellos el secretario de Estado de Infancia y Familia— que participaron en la Cena de los Presidentes, un evento benéfico para el que contraron a 130 azafatas vestidas, obligatoriamente, con minifalda y ropa interior negra, y a las que manosearon y acosaron de forma constante. Y aquella fue la segunda de las sorpresas en unos meses: en noviembre del año pasado, las acusaciones de algunas subalternas por acoso sexual a varios diputados acabó con la dimisión de dos ministros y una investigación a 12 miembros del Parlamento.

¿La sinopsis del primer thriller de Vaughan? James Whitehouse —secretario de Estado del Gobierno británico, antiguo alumno de Eton y Oxford, fiel, leal y antiguo amigo del Primer Ministro—, casado con Sophie, también exalumna de la universidad inglesa, y acusado de violación por una compañera (y subalterna) de partido. La idea nació en la cabeza de la escritora en noviembre de 2013, mientras hablabla con dos amigas sobre el caso de un futbolista que estaba apelando su condena por violación. Cuenta que algunos periódicos habían sido muy críticos con la mujer que había denunciado y ella pensó lo horrible que debía ser tener que probar eso. Soñó la trama esa misma noche pero no comenzó a escribirlo hasta enero de 2016, más de un año antes de que saltaran las revelaciones sobre Harvey Weinstein, de que empezaran a conocerse el resto de casos y apareciese el Me Too.

Supo, desde el principio, que quería escribir sobre una abogada que procesa a un ministro joven acusado de violación y que incluyera un pasado en Oxford. "No tardé mucho en darme cuenta de que quería que el punto de vista de la esposa fuese importante también", explica. Y, aunque sabía qué quería como historia central, al principio escribió un texto con un final más ambiguo: "Después de haber sido corresponsal política de The Guardian y haber observado a políticos muy carismáticos y seguros de sí mismos, me fascinaban (y esta excesiva autoconfianza parecía específica de hombres). ¿Cómo debe ser tener tal confianza en sí mismo? ¿Saber que estás en lo cierto todo el tiempo? También fui a Oxford, y he informado sobre importantes casos judiciales y fui testigo del drama de la corte, así que todo esto se mezcló en mi sueño".

La tormenta perfecta que se avecinaba a la par que su publicación era imprevisible. "Nunca lo pensé, sentí que tenía que hacerlo, estaba tan inquieta por el caso del futbolista que esto era algo sobre lo que necesitaba escribir, personalmente. Pero no creo que nadie hubiese podido predecir que el libro iba a ser tan profético". Vaughan está convencida de que la elección de Donald Trump —a pesar de su pavoneo en aquella cinta sobre haber cometido abusos sexuales— fue un catalizador, y que cuando salieron a la luz las acusaciones a Harvey Weinstein, nos dimos cuenta de que no se podía seguir permitiendo algo así. Entonces despertó el movimiento #MeToo.

La portada del libro de Sarah Vaughan.
La portada del libro de Sarah Vaughan.

"Lo que se ha sabido sobre acoso sexual en el Reino Unido se ha centrado en Westminster (o Sexminster o Pestminster, como los periódicos lo han empezado a llamar), y las mujeres periodistas han revelado que los diputados lo hicieron: desde entonces, dos ministros dimitieron. Pero a mí, aunque había escuchado rumores, nunca me ocurrió, ni mi novela se basó en ningún hecho real", apunta la autora. Profundizar en el relato de hechos como los que suceden en la novela es, siempre, delicado, y la escritora cree que fue algo que evolucionó mientras escribía; al crear a la esposa de James, Sophie, imaginó cómo sería casarse con alguien con una personalidad tan dominante que sabe que siempre tiene la razón, y cómo eso podría disminuir su propio sentido del yo. "Sophie ha pasado mucho tiempo bajo la voluntad de James. Al renunciar a su carrera y dedicarse a él y a los niños, se ha limitado en cierta medida".

Como el personaje de Sophie, miles de mujeres en el mundo viven vidas que no son realmente suyas, a veces sin violencia, la mayoría de veces con ella. La escritora espera que este sea un momento decisivo: "El Me Too tiene el viento a favor, el elefante (como se ha apodado a Weinstein) ha sido descubierto y ya nadie puede ignorarlo. Espero que estemos entrando en una nueva fase. Aunque todavía tenemos un presidente en la Casa Blanca que llama mentirosas a las mujeres que lo acusaron de agresión sexual". Y la tendencia a juzgar a mujeres jóvenes sexualmente activas y sexualmente seguras, según Vaughan, todavía parece arraigada en las generaciones anteriores. "Mientras que las generaciones más jóvenes podrían, al mismo tiempo, esperar que las mujeres se comporten así".

Hubiese preferido que su libro fuese lo que es realmente: ficción. "Sin embargo, la razón por la que está teniendo tanto eco, sobre todo en Reino Unido y Estados Unidos, donde también acaba de ser publicado, es porque refleja una realidad". El peligro de los hombres poderosos. Es feminista. Lo dice: "Siempre me he considerado feminista. Y era consciente de que mi novela lo era. Tengo una hija pequeña y un hijo y no creo que ninguno de ellos ni siquiera piense que no son iguales; aunque también soy muy consciente de que necesito modelar y promover esta igualdad". Si tuviese que elegir una novela que escribir dentro de 20 años que también reflejase la realidad, elegiría una en la que su hija de 12 años pudiera caminar por la calle, sin temor a que la acosen, sin tener que agarrar fuerte las llaves si ya es de noche, sin ser siempre consciente de la mirada masculina. "Querría que ella pudiera caminar con la cabeza alta y sin miedo. Me gustaría que fuera así, pero creo que pasarán años antes de que este cambio cultural ocurra".

El esqueleto de 'Anatomía de un escándalo' en cuatro claves

La violación dentro de la pareja

El consentimiento

La credibilidad de las víctimas

La culpa

"La violación es el abuso de poder más personal. Es un crimen tan destructivo porque es muy íntimo, y si ocurre entre una pareja, para quien el sexo ha sido consensuado, debe sentirse de una forma más aguda, incluso increíble. Supongo que también por eso a las mujeres a menudo les resulta difícil hacer esta denuncia, como hace Olivia en el libro. Es una violación tan extrema de un acto que debe fundarse en la confianza, si no en el amor, que debe ser demasiado perturbador aceptarlo".

"Está en el corazón de esta novela. Debería ser un concepto tan simple... Y, sin embargo, ya sea a través del deseo femenino de no ofender o a través de su miedo (lo que significa que no puede ser verbalmente explícito), o por una negativa masculina a comprender, o una negativa a escuchar, se vuelve borroso. Para probar una violación, un abogado tiene que demostrar tres cosas: que el sexo tuvo lugar, que la víctima no consintió, y que, cuando tuvo lugar la penetración, el acusado sabía que la víctima no había dado su consentimiento. Esa última parte del enigma que es tan problemática, y que es tan difícil de probar".

"En casos de violación como este, donde ha habido previamente una relación, la cuestión de si un acusado es culpable o no se suele basar en quién es más creíble; en un "él dijo, ella dijo" (una situación en la que hay muy poca evidencia forense incriminatoria, como hematomas o señales de fuerza) eso es clave. Eso significa que un hombre seguro de sí mismo y bien vestido puede parecer con más autoridad al declarar que una mujer que esté nerviosa. Sin embargo, estudiando este tipo de delitos, aprendí que hay detalles muy válidos como prueba para las mujeres, como los despidos repentinos por parte de esos hombres".

"Una respuesta común a la violación es que la mujer crea que de alguna manera tiene la culpa. Que "lo guió" o dio mensajes confusos. Que no fue clara, o incluso que lo invitó de alguna manera. En mi novela, Olivia experimenta vergüenza y culpa, incredulidad y una creencia errónea en que James podría disculparse y así mejorar las cosas. Es el peso de esta culpa y vergüenza, y una resistencia a aceptar que él pudo haber hecho eso, lo que inicialmente le impide ir a la policía".

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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