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Art Spiegelman: “Aprendí de sexo, economía y filosofía con los tebeos”

El creador de 'Maus' reivindica la dimensión artística del cómic en una conferencia en el Museo Reina Sofía

Tereixa Constenla
Art Spiegelman, en el Reina Sofía en Madrid.
Art Spiegelman, en el Reina Sofía en Madrid.Julián Rojas
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Art Spiegelman (Estocolmo, 1948) fue a una escuela de vida llamada cómic: "Aprendí de sexo leyendo Archi, de economía leyendo Uncle $crooge y de filosofía leyendo Peanuts". De la obsesión del crío que analizaba Mad, la revista de Harvey Kurtzman, "del mismo modo que otros niños estudiaban el Talmud", ha pasado a la reivindicación de la historieta como un medio poderoso, con identidad propia y con derecho a codearse con el arte en sus espacios. 

En una conferencia en el Museo Reina Sofía, de Madrid, Spiegelman hizo el miércoles un recorrido histórico por el tebeo, desde los tiempos casi fundacionales de The Yellow Kid -la tira creada a finales del XIX por Richard F. Outcault para el New York World-, que incluyó anécdotas que hicieron reir a un auditorio lleno. Del medio concebido para entretener con humor al momento actual en el que un cómic puede usarse para narrar cualquier tipo de historia: "Ahora cabe de todo, hasta las obras de arte más sublimes". Y si uno se llama Art Spiegelman, tiene libertad para mostrar tibieza ante títulos elevados a los altares (Watchmen, por ejemplo) aunque elogie su fuerza renovadora. "Me gustan incluso los cómic que no me gustan. Cuando yo crecí, sólo había tebeos de humor y superhéroes, donde ya todo está contado a pesar del intento de revitalizarlos. Ahora hay tantos géneros y tipos de cómic que no me siento obligado a leer la mayoría", confesó abiertamente.

También la percepción social ha cambiado. El dibujante considera que hay un punto de inflexión en 1985, cuando los aficionados dejan de ser vaqueros solitarios y se generaliza el interés por las historietas. Para entonces, Spiegelman ya había comenzado a publicar por entregas Maus en el revista que codirigía junto a Françoise Mouly, Raw, un espacio que alojó la experimentación y la creatividad de autores que acabarían entre los grandes del medio como Chris Ware o Richard McGuire.

Aunque Spiegelman ha hecho ensayos, libros infantiles -un género que colecciona y que le interesa especialmente por su potencial para crear nuevos lectores-, la gamberra serie de La Pandilla Basura o un álbum muy singular tras el 11-S, Sin la sombra de las torres (Reservoir books), buena parte de la curiosidad del público volvió sobre Maus, encumbrada gracias a un Pulitzer literario en 1992. El dibujante recordó su génesis, contada también al detalle en el libro MetaMaus (300 páginas sobre el por qué un cómic, por qué Maus y por qué el Holocausto), cuando había regresado a Nueva York desde San Francisco y estaba a punto de cumplir 30 años. "Mi generación hippie decía que no había que confiar en nadie que tuviese más de 30. Y yo, que estaba a punto de cumplirlos, quería hacer algo que justificase mi vida después de los 30. Pensé que un libro largo de cómic era un proyecto lo bastante ambicioso", recordó.

"No sabía el desgaste emocional que me iba a suponer hacer 'Maus"

Con Maus, un viaje biográfico al horror de Auschwitz en un tiempo en el que escaseaban estas incursiones, faltaron las palabras. "El shock que causó hizo que no nos atreviésemos a llamarlo cómic o tebeo, y se inventó el término novela gráfica", señaló el guionista y ensayista Santiago García, durante su presentación del dibujante. "Casi se podría decir que en los últimos 30 años estamos haciendo la digestión de Maus", agregó el coautor de Las Meninas, antes de la intervención de Spiegelman, programada dentro de las actividades relacionadas con la exposición dedicada a George Herriman, el creador de la historieta Krazy Kat, la primera muestra que el Reina Sofía dedica a la historieta. Una tira que, según Spiegelman, "no es solo una influencia, si no un ejemplo de lo que el cómic puede dar de sí".

El libro que sobrepasó las costuras de la historieta fue también el que restableció la comunicación entre Art Spiegelman y su padre, Vladek, el preso número 175113 de Auschwitz. "Ya había hecho lo más difícil que era reunirme con él, antes no nos hablábamos, pero en las entrevistas teníamos un micrófono que nos protegía. Pensaba que me iba a llevar dos años y tardé 13 y tampoco sabía el desgaste emocional que me iba a suponer", rememoró. "Fue una forma de recuperar la relación. Su muerte me acercó a él y Maus, también".

Alguien preguntó sobre la actualidad. Spiegelman reflexionó sobre la última campaña y los resultados electorales, sobre el acoso sexual y la movilización de las mujeres. Vaticinó que todo lo que está ocurriendo pemitirá que "las mujeres estén en una posición de poder y expresó un deseo: "Espero sobrevivir a estos tiempos. Aunque un lunático en Estados Unidos y otro lunático en Corea del Norte pueden marcar la diferencia para todo el mundo".

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Lisboa desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera en Andalucía. Es autora del libro 'Cuaderno de urgencias'.

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