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El hombre que fue jueves
Columna
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Caleidoscopio Pensotti

Sus espectáculos son garantía de inteligencia, humor, imaginación teatral y generosidad narrativa

Marcos Ordóñez
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Si les dicen que Arde brillante en los bosques de la noche aborda la figura de la feminista Alexandra Kollontai y los ecos de la revolución rusa en tres mujeres del Buenos Aires de hoy, quizás teman una perorata, pero el espectáculo es de Mariano Pensotti y su banda: garantía de inteligencia, humor, imaginación teatral, preguntas candentes, generosidad narrativa, interpretaciones vivísimas. Para que se orienten: juegan en la misma cancha que Federico León, el cineasta Mariano Llinás o Rafael Spregelburd. Y entre sus hermanos españoles, sin duda estarían La Tristura o Titzina Teatro. Pensotti mostró en 2010, en el Festival de Otoño de Madrid, El pasado es un animal grotesco. En 2013, Cineastas, en Temporada Alta (Girona). En 2016, recaló en el Grec barcelonés con Cuando vuelva a casa voy a ser otro. Y la semana pasada presentó, en Temporada Alta (¡sesión única!) la recentísima Arde brillante en los bosques de la noche, un título digno de Guy Debord, con el grupo Marea y un quinteto sensacional: Susana Pampín, Laura López Moyano, Inés Efrón, Esteban Bigliardi y Patricio Aramburu. Todos ellos han cocinado la función durante dos años, incluyendo nada menos que siete meses de ensayos. Y vaya si se nota, porque parece que la estuvieran inventado como niños que juegan.

Muñecas rusas: ficciones dentro de ficciones, a la manera de Lepage. Personajes que anhelan una vida libre pero están gozosamente llenos de contradicciones. Un deslumbrante caleidoscopio de formas, siguiendo las pautas estéticas del primer Eisenstein: teatro de marionetas, teatro dentro del teatro, cine. La primera historia cuenta la peripecia de Estela, una profesora marxista en caída libre, que quiere recuperar las ideas visionarias de Kollontai pero siente que hay un abismo entre lo que vive y lo que enseña. Sus amigos la invitan al teatro y asistimos (segunda historia) a una comedia entre Fassbinder y Dario Fo: la peripecia de Sonja, que se unió a la guerrilla colombiana diez años antes, vuelve a casa y el único trabajo que le ofrecen es instruir a ejecutivos en técnicas de lucha armada para hacer ejercicio los fines de semana y fomentar la competitividad. Para animarla, su familia la lleva al cine a ver De la nada, una película latinoamericana (con una mezcla de sorna y desgarro a la manera de Santiago Mitre). Tercera historia, tercera mujer: Claudia, periodista de un programa político televisivo, viaja a Misiones, donde descendientes de rusos que huyeron del estalinismo trabajan como strippers y se prostituyen, y acaba descubriendo una fábrica clandestina con trabajadoras en condiciones peor que decimonónicas.

Naturalmente, esto es un resumen telegráfico de algunas de las cosas imaginadas por Pensotti y su gente en la función. Apenas dura hora cuarenta, pero es como si devorases una serie de una sentada. Una serie con continuos cambios de tono, con fragmentos del musical que la hija de Sonja prepara sobre su madre, escenas porno, apariciones del fantasma de la Kollontai, Lenin reconvertido en Darth Vader, y mucho más. Que vuelva pronto.

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