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Las denuncias de acoso sexual cambian el guion de Hollywood

El caso Weinstein ha abierto un punto de inflexión porque, por primera vez, las víctimas tienen credibilidad instantánea

James Toback, en el pasado festival de Venecia, el 3 de septiembre.Vídeo: Pascal Le Segretain | EPV
Pablo Ximénez de Sandoval

La historia se publicó online a las 3 de la madrugada del domingo 22 de octubre. Glenn Whipp, especialista de Los Angeles Times en Hollywood desde hace 20 años, citaba a 38 mujeres —31 con nombre— que aseguraban que el cineasta James Toback había abusado de ellas. “Empezaron a llegar correos de mujeres que habían leído la historia y no se lo podían creer, les había pasado lo mismo”, cuenta Whipp por teléfono. Solo un día después, tenía 200 testimonios más. En estos momentos, la lista va por 310.

Estados Unidos está teniendo una conversación nacional sobre los abusos sexuales en Hollywood. Pero no solo. Está trascendiendo EE UU y también Hollywood. Ya no es una conversación, es una catarsis. Quizá nombres como James Toback, Brett Ratner o incluso Harvey Weinstein no le dicen nada al gran público. Pero Kevin Spacey y Dustin Hoffman sí. Ellos son la medida de lo que está pasando. Las víctimas se están atreviendo a hablar no solo contra hombres poderosos económicamente, sino contra personajes de enorme predicamento social, adorados por millones de personas.

“Parece que hemos llegado a un punto de inflexión donde la gente ha encontrado el valor para hablar contra personas poderosas, que no es fácil”, opina Whipp. “Tienen la sensación de que alguien les va a escuchar. Antes se encontraban con indiferencia. Ahora la gente se toma esto muy en serio y con empatía. Los periodistas escuchamos y corroboramos las historias, y eso legitima a estas mujeres”.

Valga como referencia que, hace solo dos años, Bill Cosby mantenía cierto respeto en la industria. Su comportamiento sexual era un secreto a voces desde los setenta. Decenas de mujeres contaron sus experiencias con él. Una lo denunció. Y aun así no fue repudiado por la industria y los espectadores hasta julio de 2015, cuando se publicó una antigua confesión suya donde decía que compraba drogas para dárselas a mujeres y tener sexo con ellas. Solo entonces se canceló una gira que tenía planeada para ese año como si no pasara nada. Cosby cayó por su confesión, no porque decenas de mujeres revelaran que las había violado. Ese déficit de credibilidad de las víctimas es lo que se ha acabado con el caso Weinstein.

Esta conversación nacional sobre el abuso por parte de hombres poderosos tiene, sin embargo, un elefante en la habitación que parece inmune a las denuncias. Es precisamente una estrella de la telerrealidad y el hombre más poderoso del mundo, Donald Trump. El presidente de EE UU está grabado en vídeo presumiendo de que “cuando eres una estrella te dejan hacer lo que quieras”, como “agarrarlas por el coño”. Es la definición misma del comportamiento que ha destruido la carrera de Weinstein o Roy Price en horas. Trump recibió 63 millones de votos un mes después de que se difundiera esta grabación.

Inundada de llamadas

La abogada Gloria Allred lleva 40 años ejerciendo y está especializada en abusos sexuales. Es la más famosa de EE UU en este tipo de casos y estos días está inundada de llamadas. Allred niega que esto no tenga consecuencias para Trump. Sobre todo porque ella lleva la denuncia que tiene más posibilidades de meter al presidente en problemas por este asunto. Allred representa a Summer Zervos, una concursante de The Apprentice que denunció a Trump en plena campaña por manosearla y propasarse con ella en 2007, en lo que iba a ser una reunión de trabajo. Un relato parecido al de los testimonios contra Weinstein. Un juez de Nueva York tiene que decidir si obliga al presidente a demostrar quién tiene razón. Allred es al comportamiento sexual de Trump lo que el fiscal Robert Mueller es a la trama rusa.

En el caso de Hollywood, ante la pregunta de si esta ola de acusaciones puede tener un lado oscuro, que se puedan destruir vidas con una declaración anónima a los medios, responde que “por supuesto que puede pasar”. “Pero es más probable que sean verdad. Las personas que denuncian tienen que defender lo que dicen. Y en cuanto a las vidas destruidas, también se han destruido las vidas de muchas víctimas, psicológicamente y físicamente”, afirma.

Hay otro factor que previene contra las acusaciones sin base: la justicia en EE UU es muy cara. “La persona corre el riesgo de ser denunciada incluso si la acusación es verdad”, afirma Allred. “Por ejemplo, Ratner ha dicho que va a demandar a la primera mujer que le acusó. Va a tener que defenderse, contratar a un abogado. Le puede costar miles o cientos de miles de dólares”, haber acusado a Ratner.

No se puede minimizar el valor necesario para salir en los medios acusando a alguien de acoso sexual, incluso en la actual situación. Además, Whipp añade que por el momento se están viendo “patrones de comportamiento que han durado años. Hasta ahora, los acusados son personas que abusaron de su poder durante mucho tiempo y los afectados son muchos. Siempre hay potencial para acusaciones injustas, pero el periodismo está siendo sólido”.

Los casos conocidos tienen un denominador común: son personas que se aprovechaban de una posición de poder sobre otros en situación de inferioridad, que no eran estrellas. “Esas son las que tenían que ser protegidas”, opina Whipp. “Ese es el cambio que había que hacer. Crear ambientes de trabajo en los platós que sean seguros y en los que haya una decencia básica”.

Scott Frank tiene una especialidad curiosa. Antropólogo de formación, se dedicó a estudiar comportamientos humanos en Hollywood. “Es como cualquier otra tribu”, dice por teléfono. Ahora trabaja en la industria como asesor. “Parece que hay un cambio de mareas de verdad en las últimas dos semanas”, admite. Pero añade que “no fue interno”. “La industria del cine no eligió ser mejor. Fue el periodismo el que levantó el escándalo y el que abrió las compuertas. Y una vez que se abrieron, se abrieron de verdad”.

Para Frank, la autenticidad del cambio se nota en dos aspectos. Primero, “las víctimas quieren hablar, y cuanto más hablan, más credibilidad tienen”. Pero la clave, según Frank, es que “la gente está perdiendo el empleo por esto”. “Si la gente habla mal de ti y te critica, no pasa nada”, como ocurría con Cosby. “Pero si pierdes tu trabajo, la gente ve que tiene consecuencias reales. Hollywood es una cultura de miedo e incertidumbre, nadie sabe si va a tener trabajo el mes que viene. Si cala la idea de que si te pillan haciendo esto no vuelves a trabajar, hará que la gente se lo piense antes de hacerlo”. Ese será el final de verdad del acoso normalizado.

Famosos en el ojo del huracán

Harvey Weinstein, productor

Mujeres que le acusan: 76.

Consecuencias: Despedido de su propia empresa, repudiado por Hollywood e investigado por las policías de Nueva York —que recaba pruebas para detenerle— Los Ángeles y Londres.

Roy Price, directivo

Mujeres que le acusan: 1.

Consecuencias: Despedido como jefe de Amazon Studios.

James Toback, cineasta

Mujeres que le acusan: Más de 300.

Consecuencias: Repudiado por Hollywood e investigado por la policía de Beverly Hills.

Kevin Spacey, actor

Hombres que le acusan: unos 15.

Consecuencias: Netflix cancela su participación en House of Cards. La Academia de Televisión le retira un Emmy honorífico. Investigado por la policía de Londres.

Mark Halperin, analista

Mujeres que le acusan: 5.

Consecuencias: Canceladas sus apariciones en televisión como analista político. Penguin cancela un libro suyo que iba a publicar y HBO una serie basada en una de sus obras.

Brett Ratner, cineasta

Mujeres que le acusan: 6.

Consecuencias: Warner Bros ha dejado de trabajar con él. Lo niega todo y amenaza con demandar a su primera acusadora.

Dustin Hoffman, actor

Mujeres que le acusan: 2.

Consecuencias: Ninguna hasta el momento.

Jeremy Piven, actor

Mujeres que le acusan: 1.

Consecuencias: Cancelada a última hora su aparición en The Late Show with Stephen Colbert.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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