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Crítica | Nuestra vida en la Borgoña
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La dignidad interior

Un drama con apuntes de comedia que consigue transmitir con notable veracidad el habitual conflicto entre hermanos y la influencia del paisaje en sus habitantes

Javier Ocaña
François Civil, Pio Marmaï y Ana Girardot, en 'Nuestra vida en la Borgoña'.
François Civil, Pio Marmaï y Ana Girardot, en 'Nuestra vida en la Borgoña'.

NUESTRA VIDA EN LA BORGOÑA

Dirección: Cédric Klapisch.

Intérpretes: Pio Marmaï, Ana Girardot, François Civil, María Valverde, Jean-Marc Roulot.

Género: drama. Francia, 2017.

Duración: 113 minutos.

Tener la oportunidad de heredar una empresa por parte de tu anciano padre a la hora de su jubilación o fallecimiento ―normalmente la muerte, pues incluso después del retiro suelen meter mano como si aún fuesen los jefes― tiene tanto de lotería como de condena. Si queda algo que no sea más que liquidar para saldar deudas, es que el negocio ha ido bien. Y si ha sido así, solo queda mantener el listón o cagarla. En definitiva, ínfimo margen para el triunfo.

No son pocas las situaciones reales de pequeñas y medianas empresas en tal tesitura, y el francés Cédric Klapisch ha sabido acudir a una tipología que dice tanto de su país como de su propio cine, a menudo apegado al conflicto de las proles desde su primer gran éxito: Como en las mejores familias (1996). Es Nuestra vida en la Borgoña, drama con apuntes de comedia, centrado en una empresa vinícola, que consigue transmitir con notable veracidad los dos aspectos esenciales de su relato: el habitual conflicto entre hermanos ―los que se quedaron y el que se fue, los que arrimaron el hombro y el que quiso ver mundo, cada uno de ellos con estilos, sensibilidades y caracteres opuestos― y la influencia del paisaje y de la tierra en las vidas de sus habitantes, con una celebración del vino, de la vendimia y del acto de procrear desde la uva de extraordinario gusto y respeto por lo que se está contando.

Klapisch, que después de la magnífica Como en las mejores familias, escrita por los excelsos Agnés Jaoui y Jean-Pierre Bacri, se había desfondado un tanto durante más de una década con la trilogía juvenil Una casa de locos, Las muñecas rusas y Nueva vida en Nueva York, ha reencontrado en el argentino afincado en Francia Santiago Amigorena un excelente coescritor, en su segunda colaboración. Amigorena, director de la tan desconocida como insólita Algunos días en septiembre (2007), y que ya había escrito para Klapisch Ni a favor ni en contra (sino todo lo contrario), aporta calidez, nervio y un punto de literatura a los diálogos de Nuestra vida en la Borgoña, que únicamente decae en su parte central cuando, agobiada por los excesivos interludios musicales de Klapisch y por una serie de secuencias cortas y agradables pero sin carga de profundidad, parece resbalar en su narrativa.

Sin embargo, llegada su parte final, recupera el valor de sus subtextos, principalmente el choque entre el método y la intuición, y acaba alcanzando lo que se proponía: el retrato de cómo cada día puede ser siempre nuevo o el mismo, dependiendo de la dignidad interior.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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