_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

‘Rick y Morty’: es gracioso porque es horrible

Las series animadas para adultos son cada vez más crueles y oscuras

Jaime Rubio Hancock
Escena de 'Rick and Morty'.
Escena de 'Rick and Morty'.

“En lo que a vuestro abuelo le concierne, los dos sois un pedazo de mierda -dice Rick Sánchez a sus nietos-. Sí. Lo puedo probar matemáticamente. Es más, dejad que coja mi pizarra”.

Rick es el protagonista de la serie animada Rick and Morty, cuyo punto de partida podría ser el de una serie infantil clásica: un abuelo científico se lleva de aventuras por el universo a su nieto de 14 años. Pero en realidad Rick es un alcohólico que abandonó a su mujer y a su hija, y que usa al pobre Morty como escudo.

Es más, cuando parece que solo es un viejo cascarrabias que en el fondo tiene buen corazón (como en el último episodio de la segunda temporada), acabamos descubriendo que ni hablar, que este tío es malvado (como en el primer episodio de la tercera). Para que nos hagamos una idea, en otro capítulo prefiere convertirse en un pepinillo (“¡Rick el pepinillo!”) antes que confesar a su hija que la necesita.

Los protagonistas de las series de dibujos animados para adultos son cada vez más crueles y egoístas. Los Simpson satirizaron la sociedad estadounidense en los años 90, pero Homer era mucho más amable que el Peter Griffin de Padre de familia. Y este, a su vez, parece un santo en comparación con Bojack Horseman y Rick Sánchez.

Aun así, estas series tan oscuras a menudo provocan la carcajada. Su humor consiste en decir a bocajarro lo que muchas veces no nos atrevemos ni a pensar. Como le dice Morty a su hermana, “nadie existe con un propósito. Nadie pertenece a ningún sitio. Vamos a morir todos. Vamos a ver  la tele”. Eso lo ha aprendido de su abuelo. Y nosotros nos reímos. Nos reímos del egoísmo de Rick, de su incapacidad para relacionarse con su familia, de su rebelión inútil ante un universo en apariencia infinito.

Por supuesto, esa risotada suele ser nerviosa porque a veces, solo a veces, nos reconocemos en todo eso, aunque sea un poco, solo un poco. Nos reímos con Rick Sánchez, pero de miedo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Editor de boletines de EL PAÍS y columnista en Anatomía de Twitter. Antes pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', además de la novela 'El informe Penkse', premio La Llama de narrativa de humor.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_