Román es un sonriente torero de goma
El torero valenciano sufrió una impresionante cogida al entrar a matar al segundo de la que salió milagrosamente ileso
Decididamente, Román es un torero de goma. No es fácil que este hombre pierda la sonrisa, pero la voltereta que sufrió al entrar a matar al tercero fue para que se le quedara helada de por vida. Se perfiló ante la cara desafiante de un animal con muy malas pulgas, y cuando enterró el estoque en el morrillo, el toro alargó su astifino pitón derecho con la descarada intención de clavárselo en la pechera. La chaquetilla le sirvió de escudo protector, pero no pudo evitar que el menudo cuerpo del torero saltara por los aires; una vez en el suelo, desmadejado, el fiero animal lo buscó con saña, rozó con sus agujas la cabeza del torero y no pasó más porque el subalterno que echó su capote tenía cara de patrón de Navarra.
Cebada / Bautista, Jiménez, Román
Toros de Cebada Gago -el quinto, devuelto, al romperse el pitón derecho contra un burladero y sustituido por otro de Hdros de Salvador García Cebada-, muy bien presentados, astifinos, cumplidores en varas, sosos, deslucidos y muy complicados. El sobrero, mal presentado e igualmente deslucido.
Juan Bautista: media perpendicular y baja y descabello (silencio); estocada (silencio).
Javier Jiménez: estocada contraria, un descabello -aviso- y tres descabellos (silencio); pinchazo y media atravesada (silencio).
Román: estocada (oreja); estocada baja y dos descabellos (ovación de despedida).
Plaza de Pamplona. Primera corrida de feria. 7 de julio. Lleno.
Se levantó hecho un guiñado, lo recogieron sus compañeros, convencidos de que iba herido, pero Román se deshizo de las manos que lo trasladaban a la enfermería y se dirigió con la mirada perdida hacia el toro. No había llegado a su jurisdicción cuando se desmayó, aunque pronto recuperó la consciencia para presenciar, con los brazos en alto, la muerte de su oponente. Román pasó a la enfermería, donde se le diagnosticó una conmoción cerebral que no le impidió salir a lidiar al sexto.
Muy complicado, brusco, con genio, agresivo y descompuesto en su incierta embestida fue ese toro tercero. El torero valenciano lo recibió de rodillas con una larga cambiada, continuó de hinojos y lo citó a la verónica, y ya enhiesto dio una gaonera y un farol; más variado, difícil. Cuando Román tomó la muleta, el toro le informó que no era de fiar, que guardaba tanto genio y brusquedad como poca clase y que se andara con cuidado. A pesar de todo, lo toreó con firmeza y sorteó las muchas dificultades con responsable entrega. Después, llegaría la cogida y el quite milagroso del santo de la ciudad.
Volvió a jugársela ante el sexto, otra prenda imposible para el toreo moderno, y solo el manejo erróneo del descabello le impidió redondear una tarde de torero heroico.
Bonito de capa fue el primero, de un limpio y brillante color melocotón, pero vacío estaba el toro de condiciones bravas. Cumplió, sin embargo, en el caballo, aunque desbordó sosería, distracción y un empeño desmedido en no humillar en su embestida.
Bautista es un torero con oficio demostrado, pero no le sobran la hondura ni la magia, le cuesta conectar con el tendido y emocionar al aficionado. Su faena fue larga, abundante en pases y escaso de toreo verdadero. No le ayudó su oponente, es cierto, que acudía al cite con la cara a media altura y sin clase, pero el diestro francés dio la impresión de limitarse a cumplir el serio compromiso y poco más. Su labor fue perfectamente olvidable, igual que el toro, que no dejó más recuerdo que el color de su piel.
El cuarto tenía un pitón izquierdo impresionante por su largura y parecido con una aguja; pero tampoco tenía cara de amigo. Nada fácil se mostró en el tercio final, y el torero francés se limitó, que no es poco, a estar por encima de las enormes dificultades de su oponente, y lo mató de una más que eficiente estocada.
Otra preciosidad, cárdeno claro, y los pitones como alfileres fue el segundo, al que Jiménez recibió con unas estimables verónicas. Noble se mostró el animal en la muleta, y escaso de fortaleza y casta, también. El torero lo muleteó muy aceptablemente por ambos pitones, pero entre la sosería del toro y un aparente conformismo del torero, la faena no alcanzó el vuelo deseado. Falló con el descabello y se esfumó la que pudo ser la primera oreja de la tarde.
El quinto -otro toro de muy astifinas defensas- se partió el pitón derecho al derrotar contra un burladero y fue devuelto a los corrales. El sobrero, perteneciente a otro hierro de la misma casa, bajó mucho en su presentación, pero fue igualmente complicado y carente de la más mínima dosis de calidad. Mala suerte, pues, la de Javier Jiménez, en esta vuelta a Pamplona tras su heroica actuación de pasado año.