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Contra la piratería: educación

El 87% de los contenidos digitales consumidos hace dos años fueron ilegales, y costaron al sector 1.700 millones de euros

Jesús Ruiz Mantilla
Piratería informática
Piratería informática

La piratería azota y esquilma el mercado cultural en España desde hace al menos dos décadas. En junio pasado, el canon digital introducido por el PP en 2012, que compensaba a los autores con dinero público, fue declarado ilegal por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Pero esta semana la lucha contra el negocio de las copias ilegales de contenidos culturales ha tomado un nuevo impulso. En la exposición del plan estratégico para 2020, el secretario de Estado, Fernando Benzo, anunció una batería de medidas para combatir el gratis ilegal, como poner en marcha una fiscalía especializada y utilizar más medios técnicos y humanos. Además, incluye una importante novedad. Porque entre las armas para luchar contra la piratería desde el propio sector y desde el Estado faltaba hasta ahora una crucial. Los gobernantes de turno esgrimían estrategias conjuntas que englobaban al Ministerio de Cultura, al de Hacienda, al de Industria y, como mano ejecutante de las medidas, al de Interior. Pero clamaba al cielo una ausencia: Educación. Fernando Benzo decidió el jueves unir esa pata.

Tarde. Pero más vale una reacción a tiempo, aunque azuzada desde los grupos políticos de la oposición como Ciudadanos y Podemos. El PSOE, mientras anduvo en el poder, ni olió esta posibilidad. Ya se han echado a perder dos generaciones. Vacunemos de ahora en adelante a las que empujan desde el parvulario.

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El vía crucis de la industria cultural no ha dejado de alertar del desastre. En un estudio de 2015, la coalición de creadores e industrias de contenidos en España exponía una conclusión demoledora: la piratería no remite; es masiva. El 87% de los contenidos digitales consumidos hace dos años fueron ilegales. La barbaridad del porcentaje causó un lucro cesante a todo el sector de casi 1.700 millones de euros. La piratería es una plaga y sale cara.

España ha sido uno de los puertos más lucrativos para los corsarios del contenido cultural. En las universidades de Reino Unido, a los españoles que aterrizan allí como alumnos les sorprende de inicio una advertencia: si copias, te expulsan. Ante la gravedad de quienes lo ejercen sin caer en la cuenta del delito, contra el hábito de esas generaciones perdidas, ya no cabe otra alternativa que la coerción y la persecución.

Pero hay una solución en España para el futuro basada en contundentes campañas de concienciación en los colegios. Así y todo, lo dramático del debate no es el hecho del delito, sino el escaso valor que concede la sociedad al esfuerzo de la creación. Una reacción ante el hecho cultural que responde al saldillo que padece la cultura en el tejido ciudadano. Y valorar eso también es una tarea que ha de trabajarse en los colegios. Mientras haya un rector que plagia con descaro y los planes de estudio reduzcan a la nada el arte, el pensamiento y la cultura, los españoles les concederán el triste rango de gratis total.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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