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Infinito Particular
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tom Jobim

El genial compositor brasileño hubiera cumplido 90 años el 25 de enero

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Suyos son clásicos como Samba de una sola nota, Wave, Corcovado, Desafinado o La chica de Ipanema. También Aguas de marzo, A Felicidade, Agua de beber, Meditação, Dindi, Triste, Eu sei que vou te amar, Se todos fossem iguais a você… Los discos Francis Albert Sinatra & Antonio Carlos Jobim (1967), Elis e Tom (1974) y Ella abraça Jobim (1981) contienen algunas de esas obras maestras de la música popular del siglo XX. Un cancionero universal a la altura de los de Gershwin o Cole Porter, en el que encontraron material para sus voces desde Nat King Cole, Tony Bennett, Sting o Moustaki hasta Mina, Judy Garland, Françoise Hardy o Diana Krall, y músicos como Miles Davis, Quincy Jones, Stan Getz, Carlos Santana, Ryuichi Sakamoto… El guitarrista Pat Metheny aseguró que podría estar tocando Insensatez (How insensitive) el resto de sus días sin cansarse.

Según una de las sociedades de derechos de autor en Estados Unidos, varias de esas canciones de Antonio Carlos Jobim figuran entre las más interpretadas de la historia. Solo John Lennon —que al igual que él murió un 8 de diciembre en Manhattan— y Paul McCartney están por delante. Pero ellos eran dos, solía bromear Jobim. Cuando falleció en diciembre de 1994, con 67 años, tras una intervención quirúrgica, las primeras flores que llegaron al hospital de Nueva York fueron las de Sinatra. La Casa Blanca hizo pública una nota en la que el presidente Clinton manifestaba su pesar por la pérdida y, en los periódicos brasileños, pudieron leerse frases como “perdimos lo mejor que teníamos” (Jorge Amado). Río de Janeiro, su ciudad, decretó tres días de luto oficial. En una de sus últimas composiciones, Querida, Jobim cantaba “longa é a arte, tâo breve a vida”.

No solo creó la banda sonora de la bossa nova, también compuso obras como Brasília - Sinfonia da Alvorada, para la inauguración de la nueva capital en 1960, y temas instrumentales como Surfboard o Quebra pedra. A la repetida afirmación de que la bossa había tomado armonías del jazz, solía replicar que ambos bebían de Debussy y Ravel.

Para los brasileños, Antônio Carlos Brasileiro de Almeida Jobim es Tom Jobim. Así, tom tom, le llamaba su hermana Helena, de pequeña, por una canción francesa que su madre canturreaba. Él decía que toda su obra era un canto de amor a su país aunque también que Brasil no es para principiantes. Desde enero de 1999, el aeropuerto internacional de Río, citado en Samba do avião, lleva su nombre. Y, en la Terminal 2, una placa recuerda a quien supo cantar la belleza de la ciudad maravillosa. Hay un pequeño museo Antonio Carlos Jobim en su amado Jardín Botánico y una estatua en esa playa de Ipanema que inmortalizó. El homenaje más reciente es un disco de la fadista Carminho.

Ruy Castro afirma que cada vez que Tom Jobim abrió el piano, el mundo, aunque fuese solo por unos minutos, se volvió más armónico, melódico y poético. El “Maestro soberano”, como le llamó Chico Buarque, vivirá eternamente en las canciones que nos dejó.

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