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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Velvet’ o cómo irse por la puerta grande (y en directo)

La serie se ha despedido con 15 minutos en directo, un pequeño teatrillo con aires de vodevil que convirtió el final en algo mágico

Natalia Marcos

Velvet podía ser todo lo pasteloso que se quiera, cursi, moñas. Sí. Pero tenía personalidad propia, tenía algo que ha enganchado a millones de espectadores hasta el final. La serie de Antena 3 se ha marchado por la puerta grande con un capítulo final en el que se han atrevido a dar un paso más allá y emitir más de 15 minutos de ficción televisiva en directo. Eran los instantes previos a la boda, el momento más esperado por todos los seguidores de la serie, el final del cuento de hadas que era Velvet. Y todos estábamos invitados.

Con José Sacristán diciendo la hora y minuto en que comenzaba ese directo y un guiño a cámara casi al final de Asier Etxeandia (su personaje, Raúl de la Riva, sirvió casi de hilo conductor de esas escenas) quedó claro quiénes tienen más tablas teatrales. Porque eso es lo que fueron esos minutos, un pequeño teatrillo con aires de vodevil que, si bien argumentalmente era totalmente irrelevante, convirtió el final de Velvet en algo mágico que siguieron 4.302.000 espectadores. Incluso a pesar de que a Ana (Paula Echevarría) le creciera el pelo de la tarde a la noche tanto como para hacerse un moño. Esto iba de otra cosa y eso también se puede perdonar. Bravo por la valentía de hacer algo diferente y bravo por el resultado.

Más allá del directo, el último capítulo de Velvet dio lo que debía dar, sin demasiadas sorpresas de última hora. La boda ya estaba anunciada, que para algo se ha hecho esta temporada, para dar a los espectadores el final que pedían. Mateo y Clara tenían que terminar juntos. Cristina y Carlos tenían que recibir su merecido. Raúl de la Riva parece que por fin encuentra el amor. Incluso todo queda preparado para, si surge la ocasión, seguir la historia con Rita y Pedro como protagonistas.

Hasta llegar aquí hemos tenido una temporada en la que la espera se ha hecho demasiado larga. Demasiados capítulos esperando la vuelta de Alberto (Miguel Ángel Silvestre). El chicle ya no daba para más, no se podía estirar más ni le quedaba sabor. Tampoco es que Velvet se haya caracterizado nunca por un ritmo frenético en la acción, pero habíamos llegado ya a un extremo insostenible. Era una serie sobre personajes con vestidos bonitos y experta en destrozar momentos con canciones anticlimáticas. Una vez que se había asumido eso y, aun así, se seguía viendo la serie, ya los espectadores no teníamos excusa: tú lo has querido, Velvet es así.

Ha sido una serie que ha conectado con el público. Sea por ese cuento de la Cenicienta de su trama principal, sea por sus secundarios, sea por la ambientación, por su factura técnica. Sea por lo que sea, ha funcionado espectacularmente. Y se ha ido haciendo historia. Aplausos.

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Sobre la firma

Natalia Marcos
Redactora de la sección de Televisión. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde trabajó en Participación y Redes Sociales. Desde su fundación, escribe en el blog de series Quinta Temporada. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Filología Hispánica por la UNED.

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