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LIBROS

A vueltas con Cuba

'La casa y la isla', de Ronaldo Menéndez, inaugura un nuevo tratamiento literario sobre el país bajo el régimen castrista

Jóvenes en una plaza de La Habana.

Podría decirse, y es un mérito que el tiempo no debería sustraer a esta novela, que con La casa y la isla, de Ronaldo Menéndez (La Habana, 1970), se inicia un nuevo tratamiento literario sobre la realidad política y psicológica de Cuba instaurada por el régimen castrista. Ya no valdrá el posicionamiento apologético o adverso, como ya sugerían las obras de Wendy Guerra o Ena Lucía Portela, sino el escrutinio en la contradicción de haber creído en ese régimen, por nacimiento o adhesión ideológica, y padecido la consecuente frustración. Cuba, en cuanto tema literario, es casi un subgénero. Ronaldo Menéndez ha sido consciente de esa adscripción, y aunque su novela es inevitablemente cubana, lo es como materia susceptible de indagación en la resolución existencial, en la lucha contra el determinismo político y en la conformación del carácter, que puede llevar tanto a la liberación como a la condena.

Se aprecia vivamente la exigente incumbencia con que Menéndez ha abordado su escritura. No obstante, le han quedado flecos, hay repeticiones que no son rimas internas, y la parte de Montalbán se alarga demasiado, hasta parecer independiente, antes de engarzar con el final de la parte de Anabela.

Pero son descuidos que no deslucen del riguroso propósito de construir la estructura más conveniente. Y resulta al fin tan ajustada y convincente que se tienen ganas de volver a leerla, atendiendo entonces más a sus sutilezas que a las incidencias de los personajes. El hecho es que ha conseguido que un díptico parezca circular. Y con esto ofrece esa sensación creciente de indefensión e indocilidad con que progresa la novela.

Ronaldo Menéndez ha escrito la novela de los cubanos nacidos e instruidos en plena revolución, con los recovecos con que esa instigación ideológica, la única disponible, ha ido malográndose en esa generación hasta hacerlos sujetos abocados a un individualismo heroico y desesperanzado. Dos mujeres, Anabela, “educada para ser una máquina de disciplina y virtudes revolucionarias”, y Rebeca, a quien conocerá en la Escuela Vocacional Vladímir Ilich Lenin, donde estudian los pioneros de la revolución, son los ejes sobre los que pivota la novela, con el agregado del deslucido y angustiado Julio César Montalbán, cuya confusa lealtad al régimen le llevará a la guerra de Angola y a la cárcel, pero que concuerda con Anabela y Rebeca en la busca imposible de no descreer totalmente del régimen, aunque el régimen lo destruya.

Por debajo, entre líneas, mientras se narra el proceso de desintegración ideológico y el descubrimiento del sexo, el narrador, al principio sin hacerse notar y luego con decidida intervención, sostiene todo el entramado en una inusitada mezcla de ficción y crónica, sirviéndose de los más apropiados recursos retóricos, desde la interferencia hasta la aseveración, libremente activadas para hacer confluir la propia experiencia con la triste epopeya de sus personajes, incluyendo aspectos personales que podrían haber subjetivado la narración, pero que incrementan su consistencia con una sorprendente inducción de verdad. Así es, sin duda.

La casa y la isla es una novela rigurosa y honesta, y con el aliciente de perdurar. A su autor le ha costado escribirla los 20 años que lleva fuera de Cuba.

La casa y la isla. Ronaldo Menéndez. Alianza de Novelas, 2016. 360 páginas. 17 euros

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