El mundillo del arte contemporáneo da risa
Las viñetas de Pablo Helguera, reunidas en un libro, ofrecen una feroz sátira del sistema artístico

Necesitábamos encontrar un nuevo código secreto que fuera imposible de descifrar, así que nos pasamos a la verborrea artística”, conversan dos espías en una de las viñetas de Artoons, el libro de caricaturas que edita ahora Consonni y que no deja títere con cabeza en el mundo del arte contemporáneo, desde pintores hasta galeristas, pasando por teóricos, coleccionistas, críticos y musas.
Su autor es Pablo Helguera (Ciudad de México, 1971), responsable de libros tan sardónicos como Manual de estilo del arte contemporáneo y del proyecto The Juvenal Players, retrospectiva del artista ficticio Juvenal Merst. “Inventamos las obras, hicimos un gran simposio celebrando la carrera de este gran artista (…). Era una reflexión sobre nuestra complicidad con la creación de mitos artísticos. La gente no se enteró de que era una obra de teatro hasta el final del simposio, cuando había un monólogo al estilo Tennessee Williams”, explica.

Para este provocador nato, el arte tiene que ver con jugar las expectativas del público. Él mismo rompió las suyas hace ocho años, cuando se enfrentó a dos de sus prejuicios a la vez: la caricatura como género y las redes sociales. “Cuando comenzó Facebook no quería poner fotos personales, no sabía cómo interactuar con este sistema y me pareció interesante utilizar el formato del cartoon que utiliza el New Yorker”, explica.

Afincado en Nueva York desde los 18 años, artista relacionado con instituciones como el Museo de Arte Moderno (MOMA) o fundaciones como Guggenheim o Rockefeller, sus viñetas empezaron a hacerse populares en el mundillo. Y él se divertía cada vez más sin herir, dice, a nadie. “Nunca me ha pasado que nadie se lo tome como algo personal”.
El arte, no obstante, vive tiempos de reevaluación, observa. “Estamos en un periodo en el que el objeto ha sido reemplazado por la experiencia. Como artistas, tenemos que educarnos en la experiencia”. Igual que el humor, obligado a repensarse en los tiempos de la posverdad y cuando las posiciones más caricaturescas escalan al poder. “Trump representa un verdadero desafío para los comediantes, porque ha rebasado la parodia. Es una autoparodia que inocula la parodia misma. Desde que Trump es realidad, ya no podemos estar riéndonos. El humor tiene sus límites”, asevera Helguera.

Para desenredar el entuerto, este artista que tiene como galería de cabecera en Nueva York la Kent Art Gallery, recuerda al filósofo Eugen Fink y su libro Oasis de la felicidad. “Hablaba de cómo la capacidad de juego genera esta posibilidad de separarse un poco de la realidad, de hacer una especie de paréntesis. El arte es esta posibilidad de hablar de algunas cosas que no están supuestamente vinculadas con lo real. En su manera más frívola se convierte en entretenimiento, pero el arte puede engendrar situaciones que llevan a reflexionar más allá”, asegura. Por ejemplo, Helguera, para retratar la pérdida de la comunicación directa, llegó a escribir 400 cartas a distintas personas del mundo del arte y las reunió luego en The Parable Conference, un evento sorpresa en el BAM, en Brooklyn.

“Los artistas tienen la responsabilidad de ponernos en contacto con los temas incómodos. En EE UU y en Europa es la cuestión del racismo, nuestra dificultad de enfrentarnos al otro, de dejarnos llevar por la retórica rivalista de nosotros contra ellos que ha dado tanto poder a la derecha”, añade. Helguera, precisamente, prepara un proyecto sobre los dreamers (emigrantes indocumentados que llevan años en EE UU) en el centro puertorriqueño Galería de los Sures de Williamsburg.
Y es que, pese a sus buenas conexiones con las élites del arte en Manhattan, Helguera prefiere trabajar desde su casa en Red Hook. Considera que Nueva York “ya no es un laboratorio de ideas”, sino un escaparate de lujo. “Se ha vuelto muy fresa, como decimos en México. Muy yuppy. No es la ciudad que era en los setenta cuando llegabas y resultaba relativamente fácil encontrar un taller a un precio bajo y la comunidad artística era pequeña. Fue un momento legendario de la ciudad que ya no existe”.

Artoons. Pablo Helguera. Consonni, 2016. 19,50 euros.
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