Exiliados de ayer y de hoy
Las determinaciones de Carion están marcadas por la sensibilidad, la comprensión y la ausencia de maniqueísmo

El exilio interior designó durante la dictadura el estado de ciertos intelectuales que, viviendo dentro de España, habían manifestado su oposición al franquismo. Pero las contiendas, además de ese exilio interior moral, también suelen traer como consecuencia un exilio interior puramente físico, como el de la II Guerra Mundial y el éxodo de 8 millones de franceses que, huyendo de la invasión alemana, abandonaron sus casas en el norte y se desplazaron hacia las poblaciones del sur, exiliándose en su propio país. Una situación que el director francés Christian Carion ha retratado en Mayo de 1940, película de aliento clásico en todas sus vertientes, la narrativa y la formal, didáctica y emocionante, que desvela una vez más las inabarcables situaciones físicas y éticas que provocó el desastre.
MAYO DE 1940
Dirección: Christian Carion.
Intérpretes: August Diehl, Olivier Gourmet, Alice Isaaz, Matilde Seigner, Matthew Rhys.
Género: drama. Francia, 2015.
Duración: 114 minutos.
Carion, también coguionista, y director de Feliz Navidad (2005), ambientada en la I Guerra Mundial, demuestra experiencia en el relato histórico bélico que, sin dejar de lado el extremo militar e histórico, prefiere centrarse en las andanzas de la gente de a pie, la que a cada paso debe tomar decisiones provocadas por la contienda, pero relacionadas tanto con el ideal teórico como con la inevitable práctica de la supervivencia. Y ahí todas las determinaciones de Carion están marcadas por la sensibilidad, la comprensión y la ausencia de maniqueísmo, en un retrato de personajes por el que pululan judíos alemanes exiliados con anterioridad, franceses de pura cepa, un soldado escocés y hasta un cineasta alemán de producciones de propaganda.
Fundamentalmente dramática, Mayo de 1940 no elude, sin embargo, ni los momentos de ternura ni las historias de amor, e incluso alguna esporádica circunstancia de comedia, conformando así una obra cercana a lo melodramático, en la que adquiere una importancia fundamental el tono que le otorga la banda sonora del maestro Ennio Morricone, aterciopelada y emotiva, encajando a la perfección con el estilo propuesto por Carion. Quizá por ello el director francés parezca sentirse más incómodo en los puntuales momentos puramente bélicos, con los bombardeos de la aviación a las desoladas e interminables filas de refugiados. Instantes en los que los efectos digitales, claramente mejorables, chocan un tanto con esa voluntad de susurro dramático de las secuencias mínimas, de las miradas de complicidad y de dolor, rematadas con unas imágenes reales finales que traen a la memoria al exilio interior y al exilio exterior, a los refugiados de mayo de 1940 y a los de mayo de 2016.
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