Desahucios y otros abusos en ‘El mercader de Venecia’
Eduardo Vasco monta 'El mercader de Venecia', de Shakespeare, en Matadero

"¿Hasta dónde es respetable un contrato en principio suscrito libremente por ambas partes pero que contiene cláusulas abusivas?". La pregunta la plantea, sin contestar, Arturo Querejeta, protagonista de la versión de Yolanda Pallín de El mercader de Venecia (de Shakespeare) que Matadero de Madrid estrena este miércoles bajo la dirección de Eduardo Vasco. Con vestuario del diseñador Lorenzo Caprile, la adaptación, que se mantendrá en cartel hasta el 13 de diciembre, presenta a "un chico que, para conseguir a su amada, pide un préstamo, que le avala un amigo" al que "casi desahucian", explicó Vasco durante la presentación de la obra. Un asunto que, considera, "no está mal contar" en este momento, si bien su autor ya lo había abordado a finales del siglo XVI.
La obra cuenta una historia de "ingeniería financiera", en palabras de Querejeta (que interpreta al prestamista judío Shylock), enmarcada dentro de la comedia romántica. Si bien en ocasiones la obra se representa con el final cortado, con lo que el género se desdibuja, Vasco ha optado en esta ocasión por "contar la historia desde el principio hasta el final". Ha preferido no cortar "el género al que pertenece", porque, para la compañía, Noviembre, "lo importante es Shakespeare", apostilló. "Nosotros no creemos que tengamos algo mucho mejor que contar que Shakespeare", remachó el director, con experiencia al frente de trabajos del bardo inglés, como Otelo, Noche de reyes y Hamlet.
Espacio para el espectador
El director considera que no se puede "contar la historia de un judío sin tener en cuenta lo ocurrido a finales de los años treinta" ni hablar de "préstamos, prestamistas y desahucios sin contar lo que ha pasado en este país en los últimos ocho o 10 años". Sin embargo, ha dejado espacio para que sea el espectador el que "active sus resortes" y “haga esa ecuación él solo", sin necesidad de caer en redundancias ni lugares comunes. "No tenemos afán de ser modernos", defendió Eduardo Vasco, quien no obstante es consciente del público al que se dirige: "Nuestra versión está dirigida a un espectador que ahora mismo está viendo series de HBO o está contemplando publicidad diaria". Él mismo definió la médula de la obra: "Tratando de no apartarnos demasiado de la esencia poética, hemos atendido a un discurso mucho más práctico".
La parte "más amable" y "más divertida" del montaje viene de la mano de la Porcia encarnada por Isabel Rodes. Su personaje representa, considera, "ese amor imperfecto que, por ser imperfecto, es el amor de verdad". Además de tener comedia y romance, la función, a su juicio, reflexiona sobre "el miedo absoluto" hacia "el que es diferente, el que viene de fuera y que puede venir a quitarnos algo que creemos que es nuestro".
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