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TEATRO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aquella aventura pública

Veinte años después del legendario estreno de 'El Público' de Lorca, el director reconstruye la intensidad de aquel montaje.

El montaje de 'El Público' de Lluis Pasqual se estrenó en el teatro Fossati de Milán.
El montaje de 'El Público' de Lluis Pasqual se estrenó en el teatro Fossati de Milán. Bernardo Pérez

Mi llegada al teatro María Guerrero en 1983 posibilita el deseo de poner en escena El público, de Federico García Lorca. Yo quería dar a conocer al que llamábamos el "otro" Lorca (sin saber aún que Lorcas, como Picassos, hay muchos y muy distintos); el Lorca moderno y avanzado a su tiempo en la osadía de su contenido y en su revolución formal; el Lorca del "teatro bajo la arena", que mantiene todas sus esencias frente al del "teatro al aire libre", pura máscara y mentira. Y en la cúspide de ese empeño se encontraba El público. Resultaba insoslayable para mí y para el teatro que dirigía: una obra inédita de Lorca era un tesoro que había sobrevivido y que ahora se nos ofrecía virgen, misteriosa, rotunda.

Recuerdo el miedo que me hizo postergar dos temporadas los ensayos, pese incluso a haber anunciado el montaje. Visto desde ahora, la verdad es que no me sentía preparado y en realidad no lo estaba. Necesité casi tres años de lecturas, de encuentros con personas muy diversas, con algunas de las cuales mantuve preciosos lazos de amistad, largas conversaciones con Rafael Martínez Nadal, Isabel García Lorca, Manuel Fernández Montesinos y tantos otros que podían tener algo en común con Federico. Hice armas con el Diálogo del amargo, que formaba parte del espectáculo 5 Lorcas 5 que abrió el año Lorca en el Centro Dramático Nacional, y sobre todo —y ahí empecé a intimar de verdad con el poeta y su obra— con Los caminos de Federico, espectáculo que hicimos con y para Alfredo Alcón, intentando transitar por momentos muy distintos de la obra de Federico, desde una carta o un comentario dejado al azar en una conferencia hasta el gran poema o el intenso monólogo teatral. Antes de llegar a España se estrenó en Buenos Aires, donde lo ensayamos —en una "inmersión lorquiana" de 12 y 14 horas diarias de ensayo (en realidad nos separábamos sólo para dormir)— durante cinco semanas en el teatro San Martín Alfredo Alcón, Daniel Bianco y yo.

No creo que alguien pueda poner en escena 'El público' sin meterse los dedos en la garganta

Después llegó un momento en el que ya no había más excusas para demoras. Decidimos y le pusimos fecha. El público se estrenaría el día 12 de diciembre de 1986 en el teatro Studio, la nueva sala experimental del Piccolo de Milán, que, junto con el Odeón - Théâtre de l’Europe, coproducía el espectáculo. La enorme movida que durante meses representó la producción del espectáculo hasta su estreno en Milán se sustentó sobre todo en la tenacidad y el empeño de Isabel Navarro, mi alma gemela en el CDN y en el río de lava que representa el texto de El público y el mundo que genera, que te arrastra hasta los abismos más profundos de Lorca y de uno mismo.

No creo que alguien pueda poner en escena El público sin meterse los dedos en la garganta, sin hacer un ejercicio de identificación con el personaje del director, la contrafigura que Federico se inventa para colocar en él todas sus profundas y dolorosas angustias, inexpresables deseos, contradicciones vitales o gritos de denuncia de altísimo voltaje ideológico, porque lo que Federico dejó escrito es un vómito en forma de palabras que proceden de una oscura raíz para legarnos el mejor texto teatral que se ha escrito sobre la máscara, ese muro de protección que en el hombre cubre sus pulsiones y deseos más ocultos, obligándole a enterrarlos y a vivir una vida ajena y falsa, y que en el teatro oculta y maquilla la verdad para contar una realidad inexistente y mezquina, humillando así a la imaginación, convirtiéndola en engaño.

El interés y la curiosidad del público real estuvo siempre a la altura del riesgo de Lorca

Formaron parte de ese trayecto actores de gran talento poético y larga trayectoria como Alfredo Alcón, Walter Vidarte o Joan Miralles, y otros dieron sus primeros pasos teatrales en esa aventura, como Maruchi León o José Coronado, y así hasta 34 magníficos intérpretes. Me acompañaron, hasta la identificación absoluta, con todo su enorme talento Fabià Puigserver y Frederic Amat. Y todos nos sumergimos y formamos parte de ese río incandescente que es El público,y todos, hasta el más joven de los técnicos, sentíamos el privilegio de tener un texto en las manos que podíamos ofrecer al mundo, por primera vez, convertido en teatro.

Lo que Federico quería contar, ese pulso herido que nace en los caños de la sangre, no podía contenerlo una forma que ya existiera en la historia del teatro y él le dio una distinta que había que abordar de una manera distinta desde el primer ensayo y, sobre todo, tirándose de cabeza a ese manantial negro y beber de él con la fe de un sediento. Recuerdo esos ensayos como en un estado febril, no sólo en mí sino en toda la compañía: cuando uno remueve los cimientos del alma se mueven, a la fuerza, los del cuerpo. Preguntas y preguntas, cada vez más hondas, para intentar comprender enigmas y que encontraban respuesta sólo en el aliento que emanaba de las palabras del poeta, pronunciadas desde los sentimientos en carne viva de los intérpretes.

Eran los años ochenta y todo ayudaba. El interés y la curiosidad del público real estuvo siempre a la altura del riesgo de Lorca y, por añadidura, del nuestro. Me conmueve aún hoy encontrar en el estante del salón de una casa que visito por primera vez un pequeño frasco que contiene unos cuantos granos de la "arena azul" que cubría el suelo de todo el teatro y que los habitantes de esa casa, espectadores de los años ochenta, se llevaron al salir de una función de El público y aún la guardan, como si conservaran un verso.

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