_
_
_
_
_
OBITUARIO

Rupert Loewenstein, el asesor financiero de los Rolling Stones

El aristócrata llevó al grupo británico desde la ruina a su actual posición como multimillonarios del rock

Diego A. Manrique
Rupert zu Loewenstein, retratado por Lawrence Mynott.
Rupert zu Loewenstein, retratado por Lawrence Mynott.

La suya constituía una presencia insólita en las grandes ocasiones de los Rolling Stones. Parecía haber llegado directamente de un casting, respondiendo a la petición de un aristócrata imperturbable. Rupert Ludwig Ferdinand zu Loewenstein aseguraba ser un príncipe auténtico, con raíces en Baviera y vida itinerante: nació en Palma de Mallorca el 24 de agosto de 1933.

Pero su rama de los Loewenstein estaba corta de dinero y obligada a trabajar. Junto a varios compañeros de Oxford, dinamizó el banco mercantil londinense Leonard Joseph, especializado en servicios financieros para personas acaudaladas. Hacia 1968, le hablaron de una famosa banda musical en situación apurada.

Tras pactar con Mick Jagger, Loewenstein decidió medidas extremas. Urgía romper con su mánager estadounidense, Allen Klein, que controlaba todos sus ingresos. Sometidos a una altísima presión fiscal –pagaban un mínimo de 83 % de impuestos- los Rolling Stones debían exiliarse. Y lo hicieron en la Costa Azul francesa, donde grabaron el legendario Exile on Main Street.

Durante 40 años, Loewenstein introdujo sensatez económica en el grupo. Gestionó sus contratos discográficos, negoció patrocinios, disciplinó a los promotores de conciertos, adelgazó el sequito de amigotes en gira. Sólo fracasó al enfrentarse a la reventa: estaba en manos de gente peligrosa.

Describió sus funciones como una combinación de director de banco, psiquiatra y niñera. De los casos de divorcio había aprendido la necesidad de tomar postura; en los choques entre Jagger y Keith Richards, optó por el segundo, “la persona más inteligente del grupo”. Cuando Jagger quiso cobrar un porcentaje extra, por implicarse en las negociaciones, Loewenstein se negó.

El príncipe era totalmente refractario al rock y a su estilo de vida. Caballero de la Orden de Malta, simpatizaba con el catolicismo preconciliar y las misas en latín. Deploraba, por consiguiente, las infidelidades seriales de Mick Jagger. Aunque, como buen esnob, puede que le ofendiera aún más el vestuario del grupo.

Su incapacidad para entender el compromiso estético que caracteriza al rock terminó agriando su relación con los Stones. Ya hubo un conflicto por su insistencia en que autorizaran un musical denominado Sympathy for the devil. Y en 2007, planteó al grupo jubilarse tras vender la empresa matriz, domiciliada en Holanda, a una compañía alejada del mundo del espectáculo. Algo inconcebible para los Stones, que le despidieron.

Tal vez para reivindicar su discreta labor, Loewenstein publicó el pasado año un libro titulado A prince among Stones. A pesar de no contener grandes revelaciones, causó malestar, especialmente a Jagger: “puede que esté anticuado pero no creo que tu antiguo asesor bancario deba publicitar información personal y datos financieros.” Loewenstein no entró en polémicas: ya estaba aquejado de la enfermedad que el pasado 20 de mayo acabó con su vida en Londres.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_