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universos paralelos

El gran consentido

Diego A. Manrique
Cartel de 'Tu voz entre otras mil'.
Cartel de 'Tu voz entre otras mil'.

¡Adoro este país! Está lleno de gente que mira pero no ve. Como ese caballero que gritaba en Gran Vía: “¿Dónde está la crisis? Los restaurantes no dan abasto y no te puedes sentar en una terraza”.

No hay pobres: son inventos de la izquierda demagógica. Spain is different. Aquí, los muertos, incluso los de peor aspecto, adquieren instantáneo olor a santidad. En España, Cobain hubiera fallecido por accidente con arma de caza. ¿Janis? Exceso de medicación. ¿Seymour Hoffman? Culpemos a la soledad.

¿No lo creen? Al hijo de la folclórica “se le partió el corazón” tras morir la mamma. El cantante emotivo que apareció cadáver en Malasaña era “un enfermo”. Los caídos por el sida sufren una misteriosa “larga y penosa enfermedad”. Ese proceso de beatificación automática reaparece en la artificial controversia generada alrededor del documental sobre Antonio Vega. La familia anda indignada con el montaje final de Tu voz entre otras mil, las imágenes de Las Barranquillas y demás.

Entiendo la frustración de los Vega, que han colaborado con el proyecto, incluso cediendo sus filmaciones en Super-8; la madre es la figura más atractiva de la cinta. Pero, cuando te pones en manos de un biógrafo, estás aceptando su visión personal. La libertad de expresión y todo eso.

No detecto sensacionalismo en la película de Paloma Concejero. Al contrario: se ha embellecido la vida de Antonio, con abundantes tomas de playas, montañas, nieve. Quienes conocieron su cotidianeidad podrían aportar vivencias descarnadas, deprimentes, crueles.

Preguntan los seguidores: y eso ¿sería importante? Ciertamente, si aceptamos que las canciones reflejan la biografía: 35 años marcados por la búsqueda de heroína, un estilo de vida elegido racionalmente. Eso explicaría el encogimiento de sus álbumes, cada vez con menos composiciones propias. O la participación en discos de bajo vuelo. Algunos músicos hablan maravillados de que entraran en su banda sin ser probados. Otra lectura es que buscaba determinado tipo de persona, no un sonido específico. Y eso desembocó en la creciente estandarización de su música.

Antonio era el gran consentido: sabía manipular a amigos, disqueros, productores, fans, periodistas, editores musicales. Todos le consentían hasta que se pasaba de la raya. Pero durante años bailaron a su son, deslumbrados por estar en presencia de un creador inefable.

Era un superviviente. Modulaba su mensaje según quién tenía delante. En Tu voz…asombra el contraste entre el tono barriobajero de algunas declaraciones y su origen social. En el escenario, hacía chistes de pijos, como la bromita con la sexualidad de Antonio Gala.

Como a la mayoría, le aterraba su mortalidad. ¿Justifica eso la negativa a visitar a su querida Marga, mientras agonizaba tres semanas en el hospital? Nadie lo plantea en la película, que conscientemente evita las sombras. Antonio, como cualquiera de nosotros, podía ser malvado, estúpido, arrogante, tramposo. Era un superviviente y todavía hay quién argumenta que los opiáceos nada tuvieron que ver con su deceso.

Tu voz… es respetuosa y melancólica, jarabe fácil de tragar. Encontrarán personajes memorables, aún conmocionados por su contacto con un artista superior. Pero también momentos hilarantes: se discute sobre asunto tan bizantino cómo quién introdujo a Antonio en el jaco (¡como si no estuviera predestinado a conocer los paraísos artificiales, igual que tantos coetáneos!).

Con todo, los benditos que idealizan a sus ídolos harían bien en alejarse. Nada de lo que sale en la película, que se estrena el viernes 16, servirá para reforzar su superioridad moral: no encontrarán mezquindad, morbo o carroñeo. Podrán seguir en el rebaño de los felices creyentes en que los niños vienen de París.

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