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Patricio Guzmán: “Los pueblos sin memoria no tienen futuro”

El cineasta chileno presenta el documental 'Nostalgia de la luz', sobre desaparecidos durante la dictadura de Pinochet

Rocío García
Patricio Guzman, cineasta, fotografiado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Patricio Guzman, cineasta, fotografiado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.SAMUEL SÁNCHEZ

El dolor que persiste, el duelo que no se cierra. Esa es quizás la mayor tragedia ante la muerte. Una madre que cree que su hijo va a llegar a almorzar y no llega. Una madre que cree que llegará a cenar pero tampoco lo hace. Que aparecerá al día siguiente. Una semana, un mes, un año tras otro. “La figura de la desaparición es una de las mayores torturas a las que uno puede someter a una persona”. Patricio Guzmán no olvida. Es más, su cine es una lucha encarnizada contra el olvido, a favor de la memoria. De ese deseo de volver siempre a la memoria nace Nostalgia de la luz, el documental del cineasta chileno que se puede ver en Madrid, en la Cineteca del Matadero, y en el que mezcla la pasión de unos astrónomos en el desierto de Atacama que miran al cielo con la tenacidad de unas mujeres que siguen buscando con sus propias manos, en esos mismos pedregales arenosos, los restos de sus seres desaparecidos durante la dictadura de Pinochet.

Aire decidido y resuelto, Guzmán (Santiago de Chile, 1941) no se arredra con facilidad. Todavía le queda mucho por mostrar y denunciar. Incluso cuando se encuentra con tantas dificultades para estrenar Nostalgia de la luz, presentado en Cannes, premiado como mejor documental europeo por la EFA en 2010, avalado por el público en Toronto. Solo gracias a la persistencia de su hija Andrea, que organizó la búsqueda de financiación con aportaciones privadas, se ha conseguido finalmente estrenar en Madrid este trabajo, el primero de una trilogía de Guzmán sobre la memoria.

“Hay una generación de distribuidores y exhibidores que son limitados porque no cumplen con su público. En España, también, donde hay un público receptivo al que la industria no hace caso. A todo esto se une el hecho de que las televisiones, que son las que dan el dinero para producir los documentales, tienen miedo en su programación y no arriesgan nada. Todas las televisiones han rechazado programar este documental. ¿Quién se equivoca? ¿Nosotros o ellos? ¿El público que ha llenado las salas de los cines en los países donde se ha estrenado?”.

La posibilidad la ha ofrecido la Cineteca, donde hasta este próximo domingo se podrá asistir a la proyección de Nostalgia de la luz, de ese viaje al desierto que siempre estuvo en el corazón de Guzmán. “El desierto es el territorio del pasado, es un cofre enterrado en la arena, donde todo se encuentra. Es como un museo de la tierra. Es en ese desierto de Atacama, al norte de Chile, donde las mujeres siguen buscando a sus seres queridos y donde están establecidos los más importantes observatorios astronómicos. De ese cruce de dos columnas nace la película”.

Y siempre la memoria, que no la nostalgia. Ya lo hizo Guzmán con sus anteriores documentales, La batalla de Chile o Salvador Allende. “La memoria es una adquisición del mundo moderno, igual que los derechos humanos, que hace 40 años no se conocían, los derechos de la mujer o la libertad sexual y los derechos de los gais. De la ecología tampoco se hablaba. La memoria es un concepto que irrumpe a raíz del nazismo. La memoria no es una moda y se quedará entre nosotros para siempre. Los pueblos sin memoria no tienen futuro. Chile ha logrado una transición democrática, tiene una estabilidad económica aceptable, hay instituciones que se empiezan a restablecer, pero sigue dando la espalda a la memoria, igual que España. ¿Cómo es posible que haya aquí todavía mujeres con 90 años que sigan reclamando una sepultura para sus seres queridos?”. No son pocas las preguntas que se hace Patricio Guzmán, instalado en Francia después de un primer exilio en Cuba y otro más largo en España —“De aquí me fui porque no me dieron bola”—. No echa de menos ni las empanadas —“Siempre me hicieron mal”— ni la cueca chilena, ni el folclore. Sí añora esa época maravillosa que vivió durante los años de Gobierno de Allende, a donde llegó tras bregarse en la lucha antifranquista en la universidad en Madrid. “Nunca dejaré de amar la felicidad colectiva que se vivió con Allende, cuando todo un pueblo salió a la calle por primera vez en su vida, cuando los pobres invadieron el centro de la ciudad y lo celebraron con música y reuniones, un éxito nunca soñado nunca por nadie. Fue un estado de enamoramiento colectivo, un movimiento legal, sin armas, aplastado por un Golpe de Estado absolutamente desproporcionado. Cayó sobre nosotros el poder de todo un ejército con el apoyo económico norteamericano y acabó con la democracia más larga de América Latina”.

Tras el desierto de Atacama, Guzmán dirigirá sus pasos a la zona de la Patagonia y más tarde a la Cordillera de los Andes. Siempre a la búsqueda de la memoria. “Es lo único que de verdad tiene sentido”.

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