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“La poesía nunca ha estado de moda”

La Premio Nacional de Poesía Francisca Aguirre reivindica con sus versos la historia española “La literatura me ayudó a sosegar el espíritu” afirma la intelectual autodidacta La escritora asegura que la poesía nunca ha tenido un gran reconocimiento

La Premio Nacional de Poesía 2011, Francisca Aguirre, en una foto de archivo
La Premio Nacional de Poesía 2011, Francisca Aguirre, en una foto de archivoLuis Sevillano

En la noche fui hasta el mar/ para pedir socorro/ y el mar me respondió/socorro. Con el poema Triste Fiera de su libro Ítaca y haciendo una rememoración de su carrera literaria, y de su vida en general, la Premio Nacional de Poesía 2011, Francisca Aguirre, ha cautivado al público asistente a los martes literarios de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

Más que una lectura ha sido una charla informal y distendida donde se ha mezclado la melancolía de los recuerdos de la guerra con el humor negro con el que se burla de los avatares de la vida. Y donde la poetisa ha contextualizado cada uno de sus poemas con su historia personal.

Proveniente de una familia de artistas –es hija del pintor Lorenzo Aguirre, está casada con el poeta Félix Grande y su hija Guadalupe también es poetisa– sabe de la inestabilidad que conlleva la creatividad y sabe mucho sobre pobreza. Quizás por ello al referirse a la crisis que atraviesa la cultura, por los recortes económicos, ha alegado de forma tajante que la cultura siempre ha estado mal en España “y ahora peor”.

Nacida en Alicante en 1930, la escritora autodidacta publicó su primera obra en 1972, un estreno tardío que no ha disminuido la apreciación por parte de los lectores. “La poesía nunca ha sido algo de moda”, ha explicado por teléfono la escritora, horas antes de presentarse en el paraninfo de la Magdalena, en Santander. Y ha añadido: “Es un área que nunca ha tenido reconocimiento pero si una gran ayuda por parte del público y algunas instituciones”. Y el público asistente le muestra su reconocimiento al hacer cola, al final del evento, para hablar con ella, para que le firme un libro o simplemente para saludarla. 

Discípula fehaciente de Antonio Machado, la sencillez y la cotidianidad son parte de sus versos. El poemario Historia de una anatomía, con el que ganó el premio Nacional de Poesía y el premio Miguel Hernández 2010, repasa su vida a través de las distintas partes de su cuerpo. “Creo en lo diario”, asegura a la vez que reivindica la importancia de contar lo que sucede en el día a día de las personas.

Por ello sigue escribiendo, especialmente en estos momentos de crisis para la cultura. “Al menos dejaré constancia de lo que estamos viviendo” dice entre risas, aunque luego se pone seria al tratar el tema de la desigualdad y la pobreza, especialmente en tiempos de crisis. “Es como si los que tienen mucho se han dado cuenta ahora de que tienen que compartir con los demás”, afirma ‘Paca’ Aguirre, nombre por el que se le conoce. Se indigna cuando piensa en la afirmación de que vivíamos por encima de nuestras posibilidades “por querer aspirar a más, por un salario más justo, una vida más digna y cómoda, ganada con nuestro esfuerzo”.

Bromea, con ese humor negro que le caracteriza, que al tener casi 82 años pronto “los otros” (los que ostentan el poder) les dé por invitarla a que “se vaya al otro mundo para que no salga tan cara”, en alusión a las advertencias sobre que vivimos más de lo esperado y no es viable económicamente para la sociedad actual.

Perteneciente a una generación que ha vivido la guerra, la posguerra, el exilio, el regreso, la constitución, la democracia, el nuevo siglo y ahora la crisis económica, Francisca Aguirre tiene la perspectiva y la sabiduría que dan los años. Asegura que no mira hacia atrás con ira sino con piedad incluso a los verdugos porque “es una desgracia nacer así de malo”, y afirma que la literatura le ha ayudado a sosegar el espíritu y a canalizar esos sentimientos.

Por eso mantiene el optimismo al asegurar que la vida en sí misma es tan insistente que podrá con todo lo malo del camino. Pero reconoce que hay que luchar por no perder lo ganado, porque todos puedan mantener el derecho a acceder a la sanidad y a la educación, vitales para el ser humano. Y finaliza: “La buena gente, la que no estafa, la que no engaña, va a ganar esta partida porque los otros ya tienen los derechos muy cubiertos”.

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