Vecinos del pueblo: ¿nos hacemos una película?

Los habitantes de Kingston Bagpuize, en Inglaterra, financian y participan en el filme 'Tortoise in love', que estrenaron ayer en el West End londinense

Una escena de 'Tortoise in love', que ocurre durante el festival de verano de Kingston Bagpuize

¿Se les ha ocurrido preguntarse por qué las comedias muchas veces no tienen ninguna gracia? A Guy Browning, esta idea le picó tanto la curiosidad que se vio impelido a comprobarlo en primera persona. “Y la única manera de hacerlo era escribir mi propia película”. Sin ninguna experiencia previa en la cinematografía, decidió extraer su inspiración de lo que tenía más a mano: su pueblo, Kingston Bagpuize, una localidad de 2.000 habitantes cerca de Oxford, en Inglaterra. “Vivo allí desde hace 20 años, y siempre me había llamado la atención el festival de verano que se celebra todos los años, en el...

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¿Se les ha ocurrido preguntarse por qué las comedias muchas veces no tienen ninguna gracia? A Guy Browning, esta idea le picó tanto la curiosidad que se vio impelido a comprobarlo en primera persona. “Y la única manera de hacerlo era escribir mi propia película”. Sin ninguna experiencia previa en la cinematografía, decidió extraer su inspiración de lo que tenía más a mano: su pueblo, Kingston Bagpuize, una localidad de 2.000 habitantes cerca de Oxford, en Inglaterra. “Vivo allí desde hace 20 años, y siempre me había llamado la atención el festival de verano que se celebra todos los años, en el que se hacen cosas realmente locas”. Pues nada, a hacer una peli sobre el pueblo. Y con el pueblo, que se apuntó a la aventura casi sin dudarlo. “Hay cientos de vecinos que hacen de extras o tienen papeles pequeños. Además, todos invirtieron para financiarlo”, cuenta Browning, de 48 años, por teléfono. “Dividimos el presupuesto en acciones de 20 libras (unos 25 euros), y cada uno compró lo que creyó conveniente. Ahora el pueblo es propietario de una gran parte de la película, que costó 180.000 libras (224.000 euros), así que si hacemos dinero, este volverá allí”.

Los protagonistas del filme, Alice Zawadzki y Tom Mitchelson

Y puede que se lleven un pellizco: desde aquel arranque en 2009, Kingston Bagpuize ha conseguido andar el camino hasta el West End londinense, donde ayer se estrenó Tortoise in love (Tortuga enamorada). “Una semana está Will Smith presentando Men in Black, y la siguiente estamos nosotros”, dice Browning como una broma que no se deja entrever en su voz, haciendo gala de su ácido humor británico. Y es que él ya tenía tablas como cómico: durante una década (de 1999 a 2009) colaboró con el periódico The Guardian con la columna How to…, que explicaba en tono guasón cómo realizar cuestiones disparatadas, desde cómo hacer ciencia a cómo dar un beso. Además, es autor de libros como Nunca golpees a una medusa con una pala, que ha sido traducido al castellano y al catalán entre otros idiomas, y colabora en Radio 4 de la BBC con su programa Small Talk. Así que no es de extrañar que el resultado de su película sí le parezca gracioso. “A mi madre también”, asegura.

Una escena de la película

La historia que cuenta Tortoise in love es un clásico de la comedia romántica: chico que se enamora de la au pair extranjera que ha llegado al pueblo en plenas fiestas, pero se embrolla y no sabe cómo conquistar sus favores. Entremedias, los obstáculos con los que se encuentra dan lugar a todo tipo de situaciones hilarantes. Lo que menos risas ha causado entre los naturales de Kingston Bagpuize es que los protagonistas, Alice Zawadzki y Tom Mitchelson, no son de allí. “Conocía a este chico de antes, y me parecía ideal para hacer de galán. Tiene un aire a Hugh Grant y además pilla mis chistes. A ella también la conocía, y aunque ninguno de los dos es actor, ambos son naturalmente buenos”. Otro momento de tensión se generó cuando los locales tuvieron que pasar un cásting para interpretarse a sí mismos en la película y alguno no estuvo a la altura del papel. Ahí salieron a relucir algunas caras largas.

Un fotograma de 'Tortoise in love'

Pero las asperezas ya están limadas, y el balance de la experiencia no podría ser más positivo para Browning, que no se animó a ponerse delante de la cámara. "Mi cara es como un Picasso mal dibujado", asegura. Pero su película, se jacta, ha generado un sentimiento de comunión y colaboración entre los locales. “Imagínate: una película normalmente tiene un presupuesto de por lo menos dos millones de libras, y nosotros teníamos 180.000, así que todo lo ha cubierto la gente del pueblo: desde la peluquería y el maquillaje al cáterin, que lo cocinaban en el instituto de la mujer”. Además, contaron con la ayuda de 18 profesionales contratados para cubrir los puestos más técnicos, como el responsable de fotografía, el de sonido o el de iluminación. “Se quedaban a dormir en las casas de los vecinos, así que al final se hicieron amigos”.

Como si lo de saltar fronteras fuera cosa sencilla, Tortoise in love ya tiene asegurado otro hito, independientemente de cómo funcione en la taquilla británica: los derechos de distribución ya se han vendido a Australia y Nueva Zelanda. “Creo que allí lo británico gusta mucho porque hay una especie de sentimiento de añoranza”. Pletórico y satisfecho, Browning ya tiene en mente un nuevo guion.

-Voy a escribir la historia del Titanic pero con un final feliz en el que no se chocan contra un iceberg.

-Ah. Interesante.

-Es broma: si el filme tiene éxito, voy a escribir la secuela.

-¿Y veremos Tortoise in love en español?

-Yo creo que mi humor sí se puede traducir. A todos los idiomas menos al francés, obviamente.

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