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Las abejas, las aves y las plantas regresan a los olivares

Un proyecto europeo consigue revertir la pérdida de biodiversidad en este tipo de cultivo, que cubre 2,6 millones de hectáreas en España

Carlos y Samuel, investigadores del proyecto Olivares Vivos observan algunos insectos en uno de los árboles plantados para su estudio.
Carlos y Samuel, investigadores del proyecto Olivares Vivos observan algunos insectos en uno de los árboles plantados para su estudio.Jose Manuel Pedrosa
Ginés Donaire

Las abejas silvestres han aumentado un 47%, las aves un 10%, las plantas herbáceas un 15% y las leñosas un espectacular 172%. Es el resultado del Life Olivares Vivos, un proyecto europeo que muestra la forma de revertir la pérdida de biodiversidad en este tipo de cultivo que cubre casi cinco millones de hectáreas en la UE y 2,6 millones en España (la superficie que ocupa todo el territorio de las provincias de Granada y de Jaén). En total, se han localizado 165 especies de aves, 58 de hormigas, más de un centenar de abejas, así como 549 tipos de plantas herbáceas y 137 leñosas. Se trata de especies que, en su mayor parte, llegaron a perderse por el uso de herbicidas y otros componentes nocivos.

Esta explosión de vida corrobora que el olivar “es el entorno ideal para proveer de alimento y morada a especies como las aves, beneficiosas para el control de plagas”, explica José Eugenio Gutiérrez, miembro de SEO/BirdLife, ONG ornitológica que coordina el proyecto. En él participan también el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) e investigadores de la Universidad y la Diputación de Jaén.

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Los científicos han elaborado fichas con 300.000 especímenes de flora y fauna en 40 olivares del sur de España durante cinco años. El minucioso estudio ha determinado que, a pesar de que en las últimas décadas los olivares se han dejado en el camino parte de su diversidad biológica, aún suponen un importante refugio para las especies y que estas vuelven si se les ofrecen condiciones de habitabilidad. Samuel Galiano, uno de los técnicos que trabaja en el olivar demostrativo que Olivares Vivos tiene en el parque tecnológico del aceite Geolit, argumenta: “El uso de cubiertas vegetales hace que el ecosistema sea más resiliente contra las plagas, que el árbol tenga más agua y sea más fértil y, en definitiva, que sea más beneficioso para los agricultores”.

Junto a las abejas ha conseguido salir adelante otro gran polinizador. El abejorro carpintero europeo, de gran tamaño y pacífico, ha regresado a la finca Quinta de San José, en Linares (Jaén). Sus hembras excavan galerías de celdillas rellenas de polen en la madera muerta para poner sus huevos. Mari Fé Bruque, dueña de esta explotación oleícola, cuya producción ha crecido un 35% en los últimos cinco años gracias en parte a este programa, explica: “El abejorro es beneficioso para el resto de plantas y cultivos del ecosistema, y hay estudios que constatan que con más polinizadores la aceituna del olivo tiene un mejor cuaje”.

En otra de las propiedades, el Cortijo Guadiana, se ha logrado la cría campestre de pollos de lechuza que procedían de Madrid, de centros de recuperación de especies amenazadas. Y el vencejo, declarado ave del año por SEO/BirdLife debido a la caída de su población, ha reemprendido el vuelo en una veintena de fincas oleícolas.

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También se han construido muretes para que reptiles como la lagartija colirroja puedan resguardarse y quedarse, o charcas en la aldea de El Cortijuelo, en Quesada (Jaén) que facilitan la reproducción del sapo corredor. En la Sierra del Segura se han creado nidales con el objetivo de convencer a la abeja albañil azul de que es un buen lugar para asentarse. Incluso los científicos se han topado con una sorpresa al descubrir en la campiña cordobesa una especie vegetal endémica, que solo vive allí, la Linaria qartobensis.

Dos mariquitas en uno de los árboles del proyecto Olivares Vivos, en Jaén.
Dos mariquitas en uno de los árboles del proyecto Olivares Vivos, en Jaén. Jose Manuel Pedrosa

Aceite con sabor a naturaleza

Como valor añadido, el aceite producido en estas fincas cuenta con el sello Olivares Vivos, la primera marca de garantía agroalimentaria europea que certifica la recuperación real de la biodiversidad. Uno de ellos, el aceite de oliva virgen extra premium Castillo de Canena, se extrae de un olivar convertido en corredor ecológico en el valle del Alto Guadalquivir, entre las sierras de Cazorla y Mágina, en Jaén. Llevan años “sin aplicar herbicidas ni insecticidas y haciendo un esmerado cuidado de las cubiertas vegetales, creando isletas para la biodiversidad con humedales y balsas de riego”, explica María Garrido, ingeniera agrónoma de la finca.

Los responsables del programa reclaman a Europa que la nueva Política Agraria Común (PAC) aborde los efectos adversos para la conservación que la rápida expansión del olivar —de forma agresiva y poco sostenible— está provocando en zonas con gran valor ecológico de algunas regiones de España y Portugal. Un crecimiento que se produce generalmente a costa de cultivos de cereal de secano, en el sur de España, y también de zonas de dehesa en Portugal, provocando la desaparición de un paisaje en mosaico de gran valor de conservación para multitud de especies catalogadas (sobre todo aves esteparias).

Para ello piden inventariar estos cultivos cerealistas o zonas de vegetación natural inmersas en la matriz de olivar, reconocer su valor ambiental e incentivar su rentabilidad con ayudas de la PAC, evitando así su transformación a cultivos leñosos y la consecuente pérdida de biodiversidad.

Más suelo fértil en las cubiertas vegetales del olivar

Un equipo de investigación del área de agricultura y medio ambiente del Ifapa (Instituto andaluz de investigación agraria, pesquera y alimentaria) de Córdoba ha medido cuánta materia orgánica incorpora al suelo del olivar la presencia de tres tipos de hierbas cultivadas, junto al que surge de forma espontánea. Y se ha comprobado que la materia orgánica de los terrenos olivareros se incrementa entre 10 y 14 toneladas por hectárea en un periodo de cuatro años. Este aporte lo propicia tanto el depósito de restos de esas especies, como la protección frente a la erosión, en especial la lluvia.

El estudio avala la idea lanzada en la COP21 (cumbre contra el cambio climático de Naciones Unidas celebrada en París en 2015) de mitigar esta crisis global con un mejor manejo de los suelos agrícolas. “Se cumple sobradamente el objetivo fijado por la iniciativa 4 por 1.000 que pretende, a través de buenas prácticas agrarias, incrementar el carbono orgánico del suelo al menos un 0,4% al año para compensar las emisiones por causas humanas”, ha señalado el investigador del centro Alameda del Obispo de Córdoba, Miguel Ángel Repullo, primer autor del estudio.

 

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