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Cómo poner a salvo los tesoros de los parques nacionales frente al cambio climático

Un estudio identifica las áreas peninsulares con unas condiciones similares en el futuro a las de estos espacios protegidos, para buscar refugio a plantas y animales cuando se acentúe la crisis climática. Pero los investigadores no hallan zonas equivalentes para Doñana, Tablas de Daimiel, Picos de Europa o Aigüestortes

Marisma de El Rocío, en el Parque Nacional de Doñana.
Marisma de El Rocío, en el Parque Nacional de Doñana.GEtty

Los parques nacionales son espacios excepcionales, los mayores tesoros naturales del país, pero también lugares muy sensibles a las alteraciones del clima. Es difícil saber qué pasará con estas áreas protegidas según vaya calentándose más el planeta, pero parece inevitable que en próximas décadas cambien los patrones climáticos que moldearon estos ecosistemas únicos tal y como los conocemos hoy. ¿Qué pasará entonces con la valiosa biodiversidad de Sierra Nevada, Ordesa o Monfragüe? Un nuevo estudio del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), publicado en Environmental Conservation, identifica las áreas de la Península que tendrán en 2050-2070 unas condiciones climáticas similares a los de los parques nacionales en la actualidad, para buscar salidas a su flora y su fauna. En el caso de Cabañeros (Ciudad Real y Toledo), por ejemplo, el trabajo científico encuentra ubicaciones alternativas en el futuro para sus especies de plantas y animales en la serranía de Cuenca, en sierras de Albacete o, incluso, en Sierra Nevada. Sin embargo, no halla ninguna zona en la Península donde vayan a reproducirse las condiciones climáticas de Doñana, Tablas de Daimiel, Picos de Europa o Aigüestortes. Ahora bien, para lograr ese desplazamiento de especies hacen falta unas largas “autopistas naturales” que hoy por hoy no están del todo completas.

Jorge Lobo, uno de los autores del estudio, considera que si no se ayuda a la naturaleza a adaptarse con corredores ecológicos “muy probablemente aumentarán las posibilidades de extinción local”. “Doñana está encaminada al desastre y es una isla que no tiene equivalente”, destaca. “Para especies que son endémicas, que solo viven en esos lugares, es casi una sentencia de muerte”.

Por mucho que estén protegidos, estos espacios tendrán que cambiar y adaptarse. Así lo reconoce también María Jesús Rodríguez de Sancho, directora del Organismo Autónomo Parques Nacionales (OAPN), que comenta: “La naturaleza evoluciona, en cada caso tendremos que ver qué tipo de intervención o de gestión habrá que hacer en el parque. ¿Qué hacemos: luchar contra esto o dejar que ocurra? Son decisiones que hay que pensar. Lo que se hace en otros países es que se dejan algunos espacios sin tocar donde la naturaleza evoluciona a su manera y en otros se interviene”. “Es preocupante, porque el cambio lo tenemos ya”, asegura esta ingeniera de Montes, quien cuenta que los datos actuales en los parques nacionales muestran un aumento de la temperatura a la vez que una disminución de las precipitaciones, de los días de helada o de los registros de hielo y nieve.

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En el pasado, cuando han ocurrido otros cambios climáticos importantes (aunque no tan rápidos), las plantas y animales se han ido desplazando por la superficie terrestre para refugiarse allí donde han encontrado ambientes favorables. Pero entonces no había tantas autovías, explotaciones agrícolas, zonas urbanas y otras barreras artificiales que dificultasen el camino. Por ello, los investigadores del CSIC han buscado las áreas más adecuadas para acoger la singular flora y fauna de los parques nacionales peninsulares, prestando atención no solo a que tengan en el futuro unas condiciones climáticas como las de los actuales espacios protegidos, sino también a que existan conexiones naturales entre ellos que permitan los movimientos de las especies. Como señala Lobo, estos corredores verdes resultan clave para que la naturaleza pueda desplazarse por sí misma: los animales de forma más rápida y las plantas a otro ritmo, a través de la dispersión de sus semillas.

Monfragüe

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El Parque Nacional de Monfragüe está en la provincia de Cáceres. Sin embargo, el estudio del CSIC considera que las áreas que tendrán un clima más parecido al de este espacio dentro de unas décadas se encuentran más al norte, en Salamanca y Portugal, o mucho más al sur, pero a mayor altura, en sierras de Málaga y Granada. ¿Dónde resulta más fácil reproducir el Monfragüe del futuro: en Portugal o en Andalucía? Como inciden los investigadores, si bien la naturaleza puede ir en ambas direcciones, pues las dos zonas se conectan por corredores naturales, parecen más fáciles aquellas alternativas más cercanas y más directas. En este caso, la frontera con Portugal. “Hay que construir autopistas de la naturaleza que unan estos territorios de la forma más recta posible, autopistas de la vida por las que se muevan animales y plantas”, destaca Lobo.

Sierra Nevada

El macizo montañoso de Sierra Nevada, en Granada y Almería, ocupa el 0,4% de la España peninsular, pero allí está representada el 30% de la flora de este territorio. También constituye el 0,01% de la región mediterránea y alberga el 7% de su flora. Es un lugar excepcional en biodiversidad vegetal por su altísimo número de plantas y por la rareza de estas. Como recalca Lobo, este es el lugar de Europa con más endemismos vegetales, es decir, con más plantas que de todo el planeta solo viven allí, como la estrella de las nieves (Plantago nivalis) o la manzanilla real (Artemisia granatensis). Esta increíble riqueza botánica se explica por su posición geográfica y por su amplio rango de hábitats en altitud, pero también por lo ocurrido en los periodos glaciares: cuando la mayor parte de Europa se cubrió de hielo en épocas muy frías, muchas especies del norte migraron hacia el sur y encontraron refugio allí; algunas incluso se quedaron aisladas en sus cumbres y se convirtieron en singularidades únicas. Ahora, con el calentamiento del planeta, las especies pueden seguir el camino inverso hacia el norte. El estudio del CSIC identifica numerosas áreas en la península Ibérica que pueden tener en el futuro unas condiciones climáticas similares a las del parque nacional en la actualidad, como Cazorla o el Sistema Central. El problema ahora son las barreras artificiales creadas por los humanos en el territorio y la vertiginosa rapidez de este cambio climático.

Doñana, Tablas de Daimiel, Picos de Europa y Aigüestortes

El trabajo del Museo Nacional de Ciencias Naturales analiza solo los parques nacionales de la Península (los españoles y el único de Portugal), pues no hay forma de conectar con otros espacios aquellos que están en islas, como los de Canarias. “Si el cambio climático es muy fuerte, las especies de estos lugares no van a tener escapatoria sin intervención humana”, recalca Mario Mingarro, el otro investigador que ha participado en el estudio. Paradójicamente, algunos de los parques peninsulares analizados parecen como si estuvieran rodeados de océano. Así sucede, sobre todo, con Doñana (Huelva) y las Tablas de Daimiel (Ciudad Real): los investigadores no encuentran ningún área similar en 2050-2070 con los que conectar. También ocurre con Picos de Europa y Aigüestortes, pero en este caso es porque el estudio se detiene en la frontera con Francia, pues se espera que sí haya vías de salida más al norte, como en los Alpes.

Un vigilante observa el atardecer en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.
Un vigilante observa el atardecer en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.Carlos Rosillo

Aunque Doñana y las Tablas de Daimiel son de los espacios protegidos con un futuro más comprometido por el calentamiento del planeta, esta tampoco es su único problema. Como incide la directora de Parques Nacionales, “las precipitaciones están disminuyendo y aumentado la temperatura y la evapotranspiración, es decir, el recurso hídrico cada vez está menos disponible, pero a eso hay que sumar que en ambos parques, tanto en el de Tablas de Daimiel como en el de Doñana, hay unas explotaciones agrícolas en el entorno que también están haciendo uso de ese recurso hídrico”. “Hay unas tecnologías que permiten la extracción de agua a mayor profundidad y se permite la puesta en regadío de zonas más extensas”, recalca Rodríguez de Sancho. “Estos son dos parques nacionales que están en un contexto un poco complicado, que se ve agravado, por supuesto, por el cambio climático, pero a lo mejor hay que hacer un planteamiento más global”.

Cabañeros

El Parque Nacional de Cabañeros está situado al noroeste de la provincia de Ciudad Real y al suroeste de la de Toledo. Dentro de unas décadas, las áreas que más se parecerán a este parque desde el punto de vista climático se localizarán en las sierras de Cuenca, Albacete o Granada, de nuevo en las montañas de Sierra Nevada. Como señalan los investigadores, estos espacios protegidos pueden exportar especies a otras áreas naturales, pero también importar nuevas. “Hay que empezar a hacer estrategias globales, hay que actuar pronto, pues luego será ya tarde”, comenta el investigador Mingarro, quien explica que, si la naturaleza no se mueve por ella misma, para salvar determinadas especies solo quedará la traslocación, es decir, llevarlas directamente a otras zonas donde puedan tener más posibilidades.

Guadarrama

En el caso del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, el estudio identifica múltiples áreas que pueden ser similares en el futuro. No obstante, las áreas más interesantes son las más cercanas a Gredos o la sierra de Ayllón. Como incide Lobo, para el movimiento de las especies resultan esenciales las montañas, pero sobre todo aquellas que siguen una dirección sur-norte. “Toda la Península ibérica está llena de cordilleras trasversales y las únicas que van de norte a sur son las del sistema ibérico”, subraya el investigador, que también llama la atención sobre dos tipos de “autopistas naturales” que sería muy interesante recuperar como corredores: los cursos de los ríos y las cañadas. “Las redes de cañadas en España son una maravilla y están completamente abandonadas”, afirma. “Se hicieron para que en época de estío el ganado subiera a los pastos de montaña más al norte, son redes excelentes, que van norte-sur y están preadaptadas al cambio climático”.

Ordesa

El estudio encuentra algunas áreas mínimas en la península Ibérica donde pueden reproducir en unas décadas las condiciones climáticas del actual parque de Ordesa y Monte Perdido, pero en realidad la alternativa más lógica de este parque pirenaico no se halla hacia el sur, sino hacia Francia, hacia los Alpes, como ocurre con Aigüestortes. Para Lobo, esto demuestra que la estrategia de los parques nacionales y los espacios naturales en general no puede ser solo una cuestión local o autonómica, sino que debe analizarse a una escala mucho más grande. “Lo suyo sería que se viera a nivel europeo”, destaca el investigador.

Sobre la importancia de abrir estos corredores naturales para propiciar los movimientos de las especies en su adaptación al cambio climático, la directora de parques nacionales asegura que “esta es una idea que desde el Ministerio [para la Transición Ecológica] también se está tratando de hacer realidad a través de la Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y Conectividad”. Rodríguez de Sancho está de acuerdo en que la fragmentación de los espacios naturales es un problema para las especies que tengan que mudarse a zonas más favorables. “Todo está muy intervenido: los parques nacionales, por ejemplo, suponen solo un 0,7% del territorio nacional”, señala. “No es fácil, pues nos enfrentamos a algo desconocido”.

El Cinturón Verde Mediterráneo

El Observatorio de la Sostenibilidad incide en el “extraordinario interés metodológico” de la investigación del CSIC para diseñar una red de corredores en España capaz de facilitar la conexión con el resto de los países pertenecientes a la gran cuenca Mediterránea: para preservar la biodiversidad y para mantener los bienes y servicios ambientales estratégicos en una región que va a ser especialmente afectada por el cambio climático. Según esta entidad, los resultados concuerdan en gran parte con su propuesta de Cinturón Verde Mediterráneo, un proyecto que busca conectar casi 500 espacios naturales protegidos de todo tipo y más de 200.000 kilómetros cuadrados en el conjunto de la ribera noroccidental del Mediterráneo. “Este Cinturón Verde tendría una enorme trascendencia para mitigar los efectos del cambio climático que ya estamos experimentando”, señala el Observatorio de la Sostenibilidad.

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