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Tribuna
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Por qué el deporte americano es más rentable que el europeo

El sistema de franquicias del deporte de EE UU, su control de los salarios y los contratos a largo plazo lo convierten en un modelo más sólido

CINCO DÍAS

Veamos entonces qué pasa cuando nos acercamos a esa lista: 43 pertenecen a EE UU (27 a la NFL; 10 a la NBA; y 6 a la MLB de béisbol) y solo 7 son equipos de fútbol del viejo continente. Puede considerarse, o no, anecdótico que el equipo más valioso sea los Dallas Cowboys (NFL): 5.000 millones de dólares; los New York Yankees (MLB) valen eso mismo; y el tercero, los New York Knicks de baloncesto, con 4.600 millones, mientras que los primeros equipos de fútbol no aparecen hasta el sexto y octavo lugar: el Real Madrid y el Barcelona, con 4.240 y 4.040 millones de dólares, respectivamente. Si cotizasen en la Bolsa española ocuparían los puestos 25º y 27º, al nivel de Merlin y Bankia.

No sé si al lector le llamará tanto la atención como a los abajo firmantes el hecho de que los salarios más altos de los deportistas no coincidan en absoluto con los equipos más valorados. Entre los cinco deportistas mejor pagados del mundo, tres son futbolistas, solo superados por el tenista Roger Federer,  que ocupa el primer puesto. ¿Será esto un indicio de que la gestión económica de los equipos de fútbol no es adecuada?

Ninguna persona sensata pensaría que es eficaz orientar el futuro profesional de un adolescente solo a ser deportista, incluso ganando un sueldo, a su corta edad, mayor que el de sus padres. En contraposición tenemos el modelo estadounidense, en el cual el requisito para ser deportista profesional suele venir acompañado de una trayectoria universitaria, con la obtención de becas para los estudios y suspender suele significar acabar con la trayectoria deportiva.

El gasto en becas deportivas unidas a estudios universitarios siempre va a traer consigo buenos resultados a medio plazo desde diversos puntos de vista: fomentar el esfuerzo educativo con el deporte como premio; tener unas generaciones futuras mucho más saludables física y mentalmente; valorar socialmente tanto el deporte como los estudios universitarios y, lo más importante, que ambos valores siempre quedarán unidos.

Otra de las variables que influyen en los contratos multimillonarios de las estrellas de fútbol es su duración. Mientras que los equipos más eficientes económicamente realizan contratos a sus jugadores que pueden superar la década, en el fútbol se utiliza una visión más cortoplacista, con la consiguiente alza desmesurada de los salarios, lo cual no significa una mayor seguridad, pero sí una mayor especulación, dando pie a que se generen burbujas. El jugador en este mercado puede incrementar o disminuir su valor de una temporada a otra drásticamente (lesiones, rendimiento, interés de otros equipos, malas conductas).

Mientras, en los contratos del otro lado del charco los equipos apuestan por una relación a largo plazo con su jugador, creando un vínculo que siempre será beneficioso para ambas partes. Sin ir más lejos, este pasado julio los Kansas City Chiefs, campeones de la NFL, han firmado una extensión de contrato con su estrella, Patrick Mahomes, por 10 años y unos 503 millones de dólares (lo que supone un nuevo récord como el mejor contrato de la historia del deporte).

No vamos a extendernos demasiado en el tema de la deuda bancaria de los equipos de fútbol, pero valga como ejemplo lo que ha ocurrido con la entidad bancaria de referencia en Galicia, Abanca, que prácticamente ha tenido que asumir la pérdida de la deuda pendiente por parte del Deportivo de la Coruña; pero se encuentra esto mismo en cualquier lugar de España. También nos viene a la cabeza el Valencia, que con un presupuesto de 180 millones de euros para la temporada 2019/20 tiene una deuda que ronda los 529 millones, un ratio (de presupuesto frente a deuda) inadmisible en ningún otro sector económico, incluso en otros deportes que no sean el fútbol.

Estamos muy acostumbrados a ver equipos con deudas desorbitadas, gestores ineficaces, sueldos astronómicos que no se corresponden con los beneficios, que se ven abocados indefectiblemente a la compra por inversores o condonaciones de sus impagos. Quizá esta deuda sería menor si cogemos la idea del modelo americano del límite salarial, por el cual los equipos tienen un presupuesto máximo anual de gasto en salarios de sus jugadores. Cabe destacar que este límite es el mismo para todos los equipos, lo cual hace que la competición sea más igualada y por ende más entretenida.

Mientras que en LaLiga el límite salarial lo proponen los propios equipos en función de sus posibilidades financieras, es meramente enunciativo y pueden modificarlo durante la temporada. Lo cual no ayuda a que exista más igualdad en la competición, puesto que los equipos grandes tienen límites que superan hasta en veinte veces el de los pequeños.

También podemos deducir que la deuda de los equipos estadounidenses es menor porque son franquicias: esto conlleva tener un propietario que los gestiona como su propia empresa. Además, al ser ligas cerradas, sin ascensos ni descensos, los proyectos a largo plazo, como anteriormente comentábamos con los contratos, son más factibles.

Un deporte tan internacional como el fútbol, que luego a nivel económico no consigue colocar a más de 7 equipos entre los 50 más valiosos tiene un gran problema. Y ese gran problema puede ser consecuencia de una mala gestión debido a variables extrapolables a varios ámbitos como: la excesiva burocracia, los intermediarios existentes, poca visión de futuro, y carecer de un proyecto definido a largo plazo.

Al final el modelo estadounidense gana por goleada, haciendo uso del símil deportivo, al modelo más común por estos lares, que se basa en crecer con deudas desmesuradas con bancos o ayudas gubernamentales para salir de situaciones comprometidas.

Podemos sacar dos conclusiones. La primera, que el deporte rey no es ni de lejos el que tiene los equipos más valiosos, analizando a los clubs como las empresas que son. Y la segunda, la visión distorsionada que solemos tener de las cosas, ya que siempre pensamos que lo nuestro o lo que tenemos más cerca es lo mejor. Algo así nos puede pasar con las empresas más cercanas, en comparación con las que cotizan en las Bolsas de Nueva York, Londres, Hong Kong o Tokio.

Iván Pérez Pérez / Marta Yáñez San-José son certified financial advisor / Politóloga

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