Tesla bien podría apostar por el rigor del capital privado
Sigue siendo necesario disciplinar a Elon Musk
El tuit de más infausta memoria de Elon Musk no ha envejecido bien. Hace exactamente un año, el consejero delegado de Tesla utilizó la plataforma de redes sociales para decirle al mundo que estaba “considerando sacar a Tesla de Bolsa a 420 dólares por acción. Financiación garantizada”. No se materializó ningún acuerdo y los reguladores le dieron en los nudillos más tarde engañar a los inversores. Hoy, una compra de acciones está fuera del tablero y las acciones de la compañía se negocian en casi la mitad de aquella propuesta de precio. Pero una dosis de cierta disciplina de capital privado no estaría de más.
Tesla, al menos, ha logrado un récord de entregas trimestrales de vehículos. Los 95.200 entregados a los clientes en los tres meses de abril a junio suponen un incremento del 133% respecto al mismo periodo del año anterior. Pero es solo un 5% más que el mejor dato anterior, establecido en el cuarto trimestre de 2018. Y la producción tampoco se ha acelerado mucho últimamente.
Además, los aumentos no pueden ocultar dos grandes inconvenientes. Primero, Tesla está vendiendo menos de sus coches más caros en favor del Model 3, haciendo que tanto los ingresos como el margen bruto del último trimestre no superen los niveles alcanzados en los dos últimos trimestres de 2018, mientras que las modestas ganancias de esos períodos se han convertido en una pérdida de 408 millones de dólares.
En segundo lugar, las quejas sobre todo, desde la pintura hasta los remaches faltantes y los problemas de software, son frecuentes, a menudo con largos tiempos de espera para las reparaciones.
Musk se ha vuelto menos grandilocuente en Twitter gracias al acuerdo del año pasado con los reguladores. Pero sigue haciendo grandes promesas, sobre todo en lo que respecta a los vehículos autónomos. Afirma que habrá un millón de Teslas con autonomía en las carreteras el próximo año y que pronto podrían valer 250.000 dólares o más cada uno porque los propietarios podrían alquilarlos como robo-taxis.
Esto implica una rápida y amplia adopción de la tecnología tanto por parte de los reguladores como del público en general; sin embargo, incluso Musk admite que Tesla no controla cómo conseguir que los coches autoconducidos se muevan por los aparcamientos.
Tales fallos serían menos probables en caso de una salida de Bolsa, suponiendo que el control lo ejercieran los nuevos propietarios. El capital riesgo es conocido por eliminar gastos y tiende a preferir una mayor concentración, menos dispersión y –mientras está en marcha el trabajo duro– poca atención. Puede que no sea una opción para Tesla, pero imponer más rigor en la gestión de Musk debería ser una prioridad.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías