_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cuando el mayor riesgo es no asumir ninguno

El mercado históricamente ha apostado por empresas de alto crecimiento, pero los inversores piensan ahora a corto plazo

CINCO DÍAS

No deja de sorprender la velocidad de vértigo y sin precedentes de mano de la disrupción tecnológica. Compramos en Amazon, estamos abonados a Spotify y nos vamos de vacaciones por Airbnb. Es una tendencia imparable que obliga a repensar los riesgos y oportunidades de esta trasformación. De entrada, y en el corto plazo, las empresas que no consigan adaptarse estarán condenadas a la desaparición.

Se estima que este año el gasto en el sector tecnológico ascenderá a más de 3,7 billones de dólares a nivel global, según estudios de la consultora Gartner. La oferta en innovación es infinita: un ejemplo es el robot RH-Vera, diseñado para revolucionar el entorno de los recursos humanos. Capaz de llevar a cabo procesos de selección y de hacer 1.000 entrevistas simultáneamente, su implementación implicará un ahorro inestimable de tiempo y la eliminación de más de un puesto de trabajo. Según un análisis realizado por PwC, la inteligencia artificial podría generar 15,7 billones de dólares en 2030, el equivalente al 20% del PIB mundial en 2017.

El cambio está impactando todos los sectores. El automovilístico está bajo la presión de una doble disrupción: del lado tecnológico, se espera la comercialización de coches autónomos en 2025; en el plano medioambiental, y tras escándalos como el dieselgate, el vehículo eléctrico se ha convertido en una prioridad absoluta. La distribución se está transformando a través del ecommerce: del 10,2% de las ventas que representó en 2017, podría alcanzar el 16% en 2021, según estimaciones de eMarketer. Si miramos los servicios financieros, bajo el paraguas de más de 12.000 fintech, podría comenzar rápidamente la transición al pago vía móvil. Tan solo el mercado chino registró transacciones a través de smartphones que ascendieron a 12,8 billones de dólares en 2017.

Las empresas no están preparadas para este cambio. Según una encuesta de EY, el 50% de directivos admiten no haber implementado respuestas adecuadas ni estrategias concebidas para contrarrestar el riesgo de disrupción. Esto cobraría sentido para aquellos que no invertirían en su futuro si es en detrimento del presente. Esta paradoja se conoce como dilema del innovador.

Muchas compañías no lo han dudado y han apostado por adaptarse a las necesidades del mercado. Otras se han convertido tristemente en célebres víctimas de esta disrupción, como Kodak, Blockbuster y Nokia. En este contexto y ante la ausencia de una aparente estrategia de supervivencia, las empresas luchan por tranquilizar a sus inversores y convertirse gradualmente en trampas de valor (empresas cuya valoración se percibe erróneamente como atractiva).

En el bando ganador tenemos a empresas de alcance global como Facebook, Amazon, Netflix y Google. Sus inversiones están a la par entre la I+D y las adquisiciones de startups especializadas. CBInsights estima que más de 300 empresas innovadoras han sido adquiridas en los últimos cinco años. Como resultado, sus actividades ahora se extienden mucho más allá del IT y apuestas tales como Twitch (entretenimiento) de Amazon, Mobileye (vehículos autónomos) de Intel o Google Nest (optimización de energía) dan a estos gigantes las claves para consolidar un cuasi monopolio disruptivo.

Si bien el mercado ha recompensado históricamente a las empresas con un fuerte potencial de crecimiento, la mayoría de los inversores siguen centrados en el corto plazo. Este 2018 lo ha demostrado plenamente: la geopolítica y los bancos centrales pueden superar significativamente los fundamentales y, por lo tanto, ser una fuente de volatilidad.

De hecho, la transformación de nuestro ecosistema, imperceptible para el inversor a corto plazo, supera los ciclos del mercado. El sector de la tecnología, gran motor de la innovación, que representó solo el 10% del índice MSCI All Country World hace una década, hoy equivale al 15% y tiene un crecimiento estimado de beneficios para los próximos 12 meses del +29,9% (MSCI All Country World, consenso Bloomberg).

Por lo tanto, resulta muy poco probable que disminuya este crecimiento. Estamos adoptando una visión constructiva del sector, que creemos que podría ser el mayor beneficiario de la transformación de nuestra economía.

Sin embargo, en un mundo donde la innovación está ganando terreno y condiciona la evolución de los mercados, el mayor riesgo podría ser, irónicamente, no asumir ninguno.

Timothée Au Duong es Gestor de Edmond de Rothschild (Europa)

Archivado En

_
_