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Algunos nombres

Lo de poner nombres a los descubrimientos científicos no se hace por capricho, sino porque así se puede nombrar a una especie en todo el mundo y, por lo tanto, sin problemas de traducción

Fotograma de la película 'La guerra de las galaxias', cuyos personajes han inspirado nombres científicos.
Fotograma de la película 'La guerra de las galaxias', cuyos personajes han inspirado nombres científicos.
Montero Glez

Entre Marte y Júpiter se encuentra un asteroide descubierto en 1975 y bautizado años después, en diciembre del 2011, con el nombre de Anadiego. Es la primera vez que un asteroide lleva el nombre de una persona desaparecida durante los años criminales de la dictadura argentina, conocida oficialmente con un nombre tan kafkiano como “Proceso” (1976-1983).

El secuestro de Ana Teresa Diego se produjo el 30 de septiembre de 1976, cuando salía de la facultad donde estudiaba astronomía. Contaba con 21 años, y su cuerpo fue descubierto en una fosa común del cementerio de Avellaneda en el 2012. Meses antes de ser encontrada, se aprobó la propuesta para poner su nombre al asteroide 11441, y de esta manera dar espacio al tardío homenaje que la memoria rinde al olvido.

Esto es un ejemplo curioso de cómo la mayoría de las veces son acertados los nombres científicos con los que se bautizan los cuerpos celestes y los organismos de la naturaleza. Sin ir más lejos, hace poco, el entomólogo canadiense Vazrick Nazari eligió un nombre tan significativo como el de Neopalpa donaldtrumpi para denominar a una polilla de la familia Gelechiidae, debido a la semejanza de la cabeza de la polilla con el peinado panocha de Donald Trump.

Pero la cosa no queda ahí, pues también tenemos científicos seguidores de la saga de La guerra de las galaxias. De esta manera, nos podemos encontrar con una hormiga de la subfamilia Myrmicinae, originaria de Madagascar y cuyo nombre, Jedi Tetramorium, está inspirado en los guardianes de la paz del universo.

Lo de bautizar con nombres de Star Wars viene de principios de los años ochenta, cuando se bautizaron tres especies de avispas con el nombre de personajes de estas películas: Chewbacca, Darth Vader y Yoda. Parece ser que los nombres de la saga dan para mucho en taxonomía, pues no hace mucho, los científicos Matthew H. Van Dam, Raymond Laufa y Alexander Riedel, bautizaron una especie de escarabajo descubierta en Papúa con el nombre científico de Trigonopterus chewbacca. Se trata de un insecto que nos recuerda a ese otro en el que quedó convertido Gregorio Samsa en el relato de Kafka que, debido a las escamas peludas que cubren su frente y patas, fue bautizado con el nombre del leal compañero de Han Solo.

Al contrario de lo que pueda parecer, lo de poner nombres a los descubrimientos científicos no se hace por capricho, sino porque así se puede nombrar a una especie en todo el mundo y, por lo tanto, sin problemas de traducción. Además, los científicos saben que el mejor momento de sus vidas no es el de un descubrimiento, sino el posterior, el que viene inmediatamente después, cuando se procede a su divulgación, y el bautismo de dicho descubrimiento es el rito de adopción de la comunidad científica para dicho descubrimiento, es decir, que sin este protocolo, cualquier hallazgo quedaría mermado de su parte más fabulosa, la misma que nos lleva a conmemorar a una estudiante de astronomía que fue asesinada por la dictadura argentina.

Por ello su nombre forma parte del sistema solar, junto a otros cuerpos celestes con nombres tan significativos como Martín Fierro, Kafka o Don Quijote. De esta manera se consigue que la ciencia también nos sirva para que el recuerdo no caiga en el olvido.

El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.

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Montero Glez
Periodista y escritor. Entre sus novelas destacan títulos como 'Sed de champán', 'Pólvora negra' o 'Carne de sirena'.

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