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Artemis, la guinda en un año récord de lanzamientos espaciales

La reconquista de la Luna impulsa una nueva carrera espacial, a la que se han sumado tanto multimillonarios como países principiantes

El cohete espacial de la NASA descansa en su plataforma de Cabo Cañaveral, el 4 de noviembre. Foto: JOHN RAOUX (AP) | Vídeo: EPV
Rafael Clemente

El cohete SLS de la NASA, el más potente de la historia, ya está en el espacio dando el primer paso hacia la reconquista de la Luna. Este verano fracasaron todos los intentos de poner en el espacio la misión Artemis I con el objetivo de orbitar el satélite con una nave tripulada por maniquíes. Una vez conseguido, se convierte en una muesca más en un listado récord de lanzamientos espaciales. A este ritmo, 2022 promete ser un año extraordinariamente activo, superando en mucho a 2021, que ya fue récord de actividad. Hasta ahora se han registrado unos ciento cincuenta. La mitad estadounidenses, con China en segunda posición.

Esas cifras de récord, además, se refieren a lanzamientos individuales; pero cada uno puede poner en órbita docenas de satélites. Es el caso de SpaceX, cuya constelación Starlink para ofrecer servicio de internet global se aproxima ya los 3.000 de los 4.000 que de momento constituyen el proyecto completo. Un solo cohete lleva al espacio una cincuentena de golpe. La red Starlink es una de las fuentes de ingresos más importantes en la que confía la compañía de Elon Musk para seguir financiando sus proyectos en otros campos. De momento, ha conseguido ya cerca de medio millón de suscriptores, la mayoría en países con grandes áreas mal comunicadas.

Lo que hace más rentable a las operaciones de SpaceX es el uso de cohetes reciclados. Últimamente, casi todos sus lanzamientos aprovechan impulsores que ya han despegado (y aterrizado) más de una vez. O más de diez. Dos de ellos ha establecido la marca en catorce vuelos y siguen en uso. Y no solo se recicla la etapa principal, sino también las cofias (algunas se recuperan) junto con otros componentes. Hoy por hoy, SpaceX es la única empresa capaz de reutilizar tanto sus lanzadores como también las cápsulas tripuladas.

Acumulación de chatarra

Para la astronomía, la red Starlink constituye una seria molestia, puesto que cada vez resulta más difícil conseguir fotografías del firmamento libres de las trazas luminosas que dejan a su paso. SpaceX ha intentado mitigar el problema pintando sus satélites de negro o en la última versión, dotándolos de pantallas que bloqueen el reflejo del sol en sus antenas. Pero no está claro que la medida haya tenido éxito.

China, por su parte, dispone de una amplia gama de cohetes de la serie Larga Marcha. El más potente se ha utilizado para enviar al espacio módulos adicionales para completar la estación espacial Tiangong: a finales de julio envió el laboratorio Wentian (traducido libremente: “interrogando a los cielos”) con camarotes para tres tripulantes, lo cual eleva la capacidad del complejo a seis personas. Hace pocos días despegó el cuarto y último componente, otro módulo similar, el Mengtian (“Soñando con los cielos”). La caída incontrolada de su cohete portador fue la que provocó el reciente cierre de algunos aeropuertos.

El cometa Neowise con los satélites de Starlink interfiriendo en la imagen.
El cometa Neowise con los satélites de Starlink interfiriendo en la imagen.Daniel López/elcielodecanarias.com

Este lanzamiento completó la estación espacial china, al menos en su primera fase. Quedan tres secciones más de reserva que quizá se utilicen en el futuro. El primer módulo se lanzó a finales de abril del año pasado. En cuestión de un año y medio, China ha construido su laboratorio espacial utilizando solo medios nacionales. Una hazaña. La ISS, en la que participaron Estados Unidos, Rusia, Japón y la Unión Europea, llevó 23 años: el primer componente se lanzó en noviembre de 1998 y el último (el Nauka ruso) en el verano del año pasado. Cierto que se trata de una estación mucho mayor y más compleja, pero es paradójico que apenas un año después de quedar oficialmente completada ya se esté hablando de planes para desorbitarla en caso de que Rusia cumpla su amenaza de retirarse del proyecto.

Con sesenta toneladas de masa, la estación china no es tan grande como la ISS, pero no le va mucho a la zaga. Además, es más moderna y se beneficia del uso de tecnologías y materiales más actuales: motores iónicos, paneles de células solares de alta eficiencia y esclusas que permiten exponer equipos al vacío y recogerlos más tarde. En cambio, algunos componentes de la ISS, en especial su núcleo central, con un cuarto de siglo a cuestas, empieza a sufrir achaques.

Avalancha de lanzamientos

En lo que queda de año asistiremos a otra avalancha de lanzamientos. SpaceX pretende cerrar 2022 superando el promedio de uno por semana. El 1 de noviembre despegó un Falcon Heavy que hacía el número 50 del año. Es un cohete de tres cuerpos, destinado a poner en órbita cargas muy pesadas. En este caso, un satélite militar. Su sección central no está diseñada para ser reaprovecharse, pero las dos laterales sí y así lo hicieron posándose en dos áreas de Cabo Cañaveral con pocos segundos de intervalo. SpaceX lleva más de 150 recuperaciones de cohetes. Hasta final de año tiene prevista una docena de lanzamientos más.

La urgencia de SpaceX se centra ahora en completar la constelación Starlink lo antes posible. No en vano es uno de los pilares financieros en los que confía Elon Musk. Además de nuevos satélites, hay que ir reponiendo los que se averían por causas aleatorias o a consecuencia de tormentas solares. Y no son pocos. De momento, más de cincuenta han quedado fuera de servicio.

Uno de los dos cohetes del Falcon Heavy lanzado el 1 de noviembre en el aterrizaje de regreso.
Uno de los dos cohetes del Falcon Heavy lanzado el 1 de noviembre en el aterrizaje de regreso.John Raoux (AP)

También se verá un renovado interés en las misiones lunares. De momento está en camino hacia allí un pequeño satélite para ensayar la peculiar órbita que utilizará la estación Gateway, paso intermedio para futuras expediciones tripuladas. Ahora, la NASA ha lanzado su primera misión Artemis, no tripulada, que marca el debut del polémico supercohete SLS.

Otros países lanzarán también sondas no tripuladas hacia nuestro satélite. Rusia lo intentará con el Luna 25, un vehículo de aterrizaje equipado con un taladro que le permita analizar muestras profundas. Su objetivo es el cráter Boguslawsky, situado en la región polar sur. Es una zona geológicamente interesante, aunque análisis previos desde órbita no la asignan mucha probabilidad de contener hielo. Tenía que haber despegado este mes, pero se ha retrasado.

Otra sonda lunar está en camino, la Danuri surcoreana, el primer intento de este país por explorar nuestro satélite. Se inyectó en una novedosa trayectoria balística que la llevará mucho más allá de la Luna para volver a caer y conseguir entrar en órbita casi sin gasto de combustible. A bordo lleva instrumentos y cámaras con los que fotografiar el terreno en detalle (menos de 5 metros de resolución) y, de paso, unirse a la búsqueda de recursos minerales: hielo de agua, el codiciado Helio-3, uranio y aluminio. Su fecha de llegada: en torno a la Navidad.

Japón también intentará depositar un vehículo en la superficie, la diminuta cápsula Omotenashi que será el objeto más ligero que haya alunizado nunca: tres cuartos de kilo (en la Tierra). Va de pasajero en la misión Artemis I con la idea de frenarlo mediante un pequeño retrocohete que lo detendrá por completo a unos cien metros de altura y seguir luego en caída libre hasta el suelo. Un airbag debería amortiguar el impacto que, de todas formas, no resultará suave.

Algunas compañías privadas han establecido acuerdos con la NASA para llevar sus vehículos a la Luna. Es el caso de las sondas Peregrine, de Astrobotic o Nova-C de Intuitive Machines. Son dos vehículos de alunizaje pensados para acomodar instrumentos suministrados por otros clientes. Ambos despegarán a finales de año. De momento con destino a latitudes lunares medias, pero el objetivo final, previsto para el año próximo, son los cráteres oscuros del polo sur, con sus grandes reservas de hielo.

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Sobre la firma

Rafael Clemente
Es ingeniero y apasionado de la divulgación científica. Especializado en temas de astronomía y exploración del cosmos, ha tenido la suerte de vivir la carrera espacial desde los tiempos del “Sputnik”. Fue fundador del Museu de la Ciència de Barcelona (hoy CosmoCaixa) y autor de cuatro libros sobre satélites artificiales y el programa Apolo.

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